Textos recogidos del libro "49 RESPUESTAS A LA AVENTURA DEL PENSAMIENTO"
de Eduardo Pérez de Carrera publicados por el Aventurero.
Presentación
Un grupo de amigos hemos decidido poner en la red el libro, “49 RESPUESTAS A LA AVENTURA DEL PENSAMIENTO”, porque creemos que es especial. Su autor, Eduardo Pérez de Carrera, nos sugiere a lo largo de sus páginas nuevas formas de percibir nuestra vida, de entender la Historia, de interpretar la realidad que nos rodea. Nuestro propósito es convertir este sitio en un espacio abierto de reflexión donde tengan cabida todos los comentarios que se nos hagan llegar sobre lo que a cada cuál le sugieran o le hagan sentir los párrafos del libro. Nosotros nos limitamos a publicar cada quince días un nuevo párrafo y a invitaros a que participéis.
Páginas
1 may 2010
Texto 1.17
1.17 "El hombre alza su mirada al cielo de la misma forma que contempla a través de sentidos misteriosos el firmamento de su bóveda craneal; no es un sepulcro que recuerda el culto a un muerto, es un puñado de brillos que anuncia la explosión de un nuevo nacimiento. Cuando alguien facilita que otro le domine, adquiere una doble responsabilidad: la de meterse voluntariamente en la cárcel, que va contra la causa de su nacimiento, y la de vestir a ese alguien con el uniforme de carcelero."
52 comentarios:
Mirar a las estrellas es mirar las luces del pasado. Los astros recorren el firmamento en una aparente monotonía; cada cierto tiempo, transitan una y otra vez por los mismos caminos. Se suceden las eras del zodiaco; pasó el tiempo de Aries, después vino Piscis, ahora llega Acuario…
Los astrónomos, o astrólogos, de todas las culturas han sabido predecir dónde estarían Sirio, Mercurio o Marte después de miles de años. Sin embargo, entre tanto pasan cosas: explota una estrella, nace una galaxia, envejece el cometa que cada siglo visita la Tierra.
¿Sucede lo mismo con los incontables destellos que emiten nuestras neuronas cuando se encuentran? ¿Somos capaces de sentir, de intuir, nuestro latir interno igual que percibimos el ritmo de las estrellas?
Nace una estrella y la siento, aunque tengan que pasar miles de años hasta que la vea. Transformo una sensación en holograma y lo veo, aunque no sea capaz de saber de dónde viene la luz que lo ilumina.
¿Está todo escrito en los cielos inmutables? Conocido un instante, ¿se pueden conocer el futuro y el pasado? Puede que así sea, pero aunque todo esté escrito no es posible pararse. Detenerse es morir, someterse al culto de lo viejo, olvidarse del lugar a donde vamos, recrearse en un falso espectáculo de cirios y fuegos de artificio, pretender que el tiempo se detenga y encargar a otro que lo pare. Cargar a alguien, nosotros mismos, con un trabajo titánico e inútil.
Puede que el final esté contenido el principio, pero lo que no está escrito es la parte de esta historia que voy a ser capaz de percibir.
Bueno, con permiso del 1ºde Mayo que es de holgar, protestar y oportunidad de renovación, creo que el texto viene bien a éste día. Sí con ésta celebración se satisfacieran en parte los anhelos convocados, si el hombre trabajara de verdad para sus semejantes, quizás estaríamos divisando ese puñado de brillos.
El segundo párrafo me recuerda más a lo que sigue sucediendo, tanto por aquí, y sobre todo por allá. Hace bien el autor en insistir en esta condición primera de la dependencia a la que el mismo hombre se arroja quizás no voluntariamente.
Felices trabajos responsables, solidarios y libres para todos.
El tipo de trabajo que celebran los del 1º de mayo, es de la clase totalmente contraria a las que defiende el aventurero. Encumbrando al colectivo de la prole, y confundiendo libertad con poder, solidaridad con complicidad y responsabilidad con dominación. Cuando te tienes que vestir de sindicalista, todos uniformes, pensamiento atado, banderas homogéneas, gritos unánimes y todas las miradas puestas en un solo objetivo: meternos en la cárcel para sentirnos víctimas de un carcelero con harapos de capitalista, y así sentirnos liberadores de los compañeros de celda, sin que les importe subirse a su chepa y extenuarles hasta dejarles sin aliento. ¡Van a darnos lecciones de LIBERTAD!
El sol también amanece y en mi bóveda craneal no veo a un sindicalista queriéndome engañar, ni a un monaguillo de izquierdas echándose el pisto a cuenta de la belleza de un texto al que jamás podrá imitar.
¿Será éste Anti-doctoo de los que no trabajan en bien de los demás? En todo caso se refiere al Aventurero colocador, como si fuera el mesmésimo autor; primer error. Se muestra contrario al derecho de celebración del trabajo duro que hacen los que trabajan por cuenta ajena para que no les salga la cuenta nunca; segundo error, con desprecio incluído. Le recuerdo además que éste es blogg de algunas solidaridades que también pueden ser atacadas por lo mismo que aduce: todos uniformes, pensamiento atado, banderas homogéneas..., etc., y carcelero al canto. En todo caso, el tipo de Libertad que pregona ¿quien la disfruta? ¿Él quizás?
Alguien, alguna vez, expresó aproximadamente, éste convencimiento: "A menudo las personas tratan de fraguar su seguridad en función de la que le den alguna de las personas que existen (transitan) a su alrededor, y máxime cuando se trata de favorecer una situación, o una posición más avanzada en su propia vida. No quieren dar ningún paso en falso, y para eso establecen una dependencia, la mayor posible, respecto de aquella/s persona/s. Evidentemente, la persona que aporta su seguridad a la relación se da cuenta de esto, y sin destruír a la otra, debe tratar de que pierda, dicha dependencia, paulatina intensidad, y eso se consigue. La dependencia no se establece desde la persona más segura, sino desde la insegura, en tanto exista la necesidad psicológica de tener que fraguar con precisión esa seguridad hacia sus propios pasos vitales, hacia la consecución de su propia evolución. La dependencia sensitiva, sensorial, por niveles de seguridad, deja de existir paulatinamente, y puede pasar a convertirse en una dependencia muy distinta, mucho más profunda que existe, estoy convencido, entre todos los seres humanos. Esta dependencia sería ahora, de alguna manera, de tipo energético interelacional."
No sé que le parecerá esta apreciación a Antido-too, tan descargado, al parecer, de dependencias.
El primer párrafo de este punto 1.17 me sugiere el establecer una especie de comparación entre los brillos de estrellas muertas hace ya mucho tiempo y los de todas las posibilidades aún por realizar que alberga la mente. Al mismo tiempo, el propio texto ― y los anteriores y los venideros, en los que nos encontraremos siempre con que las complejidades de cada texto y de cada mente dan inevitablemente lugar a interpretaciones tan distintas ―, invita a que nos concedamos la libertad de interpretar. Y, como es natural, llegaremos a interpretaciones muy dispares; tanto que lo que para uno puede resultar más o menos lógico puede, para otro, ser un completo disparate.
Es natural y bueno y saludable y enriquecedor y un montón de calificativos más que se expresen opiniones que ― sujetas a su vez al temperamento y a la forma de sentir de cada cual, y la forma de expresar y de utilizar el lenguaje ― lleguen a la percepción de quienes las leen (leemos) de tal forma que cuando vemos una determinada reacción o una respuesta, ya sea a un comentario propio o al de cualquiera de los otros que interviene, nos quedamos (yo por lo menos me quedo) un poco sorprendidos por alguna interpretación que ni se nos había pasado por la cabeza.
Alguien planteaba en el punto anterior si en el blog hay debate o no lo hay.
¿Tiene que haber una única respuesta? ¿Cabe sólo la posibilidad del sí o del no?
A veces uno simplemente vive lo que está escribiendo como un ensayo, un dejar correr su imaginación sobre el papel, y luego sencillamente lo muestra sin hacer ningún otro tipo de valoración. Otras veces opina acerca de qué le sugiere cualquier otro de los comentarios; y ahí se entra en un terreno peligroso (o por lo menos problemático) porque puede encontrarse con que qué entendió o como lo entendió irrita o enfada a alguien.
Otro punto problemático es cuánto desagrada a algunos que este o aquel comentario sea innecesariamente largo; como si al extenderse se estuviera robando espacio a algo o a alguien o el decir algo que no es interesante fuese cometer una infracción.
¿Por qué ese afán por la utilidad?
En fin; que entre unas cosas y otras no se aborda con frescura el participar… Aparte de que, para qué vamos a engañarnos, cada cual somos de nuestro padre y de nuestra madre, y nos levantamos con el pie que toca, y a veces estamos con ánimo de departir y contemporizar y otras veces estamos huraños.
Y así se va configurando el blog del mismo modo que así se va configurando la vida.
En el párrafo que hoy nos ocupa el texto parece dar un quiebro a partir del punto y seguido, como si el autor abordase dos temas distintos.
Se me ocurre encontrarles la conexión de que corremos, todos, el riesgo de convertirnos tanto en prisioneros como en carceleros los unos de los otros sólo por el hecho de dejarnos atenazar por el temor de expresarnos.
Cuando trato de contemplar a través de sentidos misteriosos el firmamento de mi bóveda craneal, la verdad es que, al menos conscientemente, no veo ni siento nada.
Pero, si realmente hay un cierto paralelismo entre la bóveda craneal y la bóveda celeste, ya puedo imaginar en cierto modo lo que debe ocurrir en mi bóveda craneal
Porque en la bóveda celeste, de la que hasta hace no mucho tiempo se tenía la visión aristotélica de un universo sereno, poblado por cuerpos móviles perfectos, que se movían siguiendo leyes inmutables, en un estado de paz y tranquilidad eternos, la moderna astronomía ha demostrado que la realidad es la antítesis de lo anterior.
El universo está lleno de sucesos violentos. Hay galaxias que colisionan frontalmente con otras. Hay sistemas de estrellas dobles en la que una de ellas se está materialmente comiendo a la otra. Hay estrellas que explotan con violencia inusitada, lanzando al espacio la mayor parte de su materia. Están los llamados “agujeros negros”, que en realidad no sabemos lo que son, pero que si una estrella se acerca a alguno de ellos, desparece para siempre sin dejar rastro. Hay espacios en donde están naciendo nuevas estrellas. Están los llamados fogonazos de rayos gamma, que en pocos segundos radian más energía que el Sol en 10.000 millones de años. Y tantos otros fenómenos violentos que se van descubriendo.
No sé hasta donde puede llegar el paralelismo de la bóveda celeste con la bóveda craneal; pero, aunque sea pequeño, la actividad en mi bóveda craneal, con independencia de que yo no la pueda ver, debe ser algo de vértigo y estar llena de misterios.
¡Qué bonito sería llegar a percibirlo!
Anónimo, la forma en que has expresado la liberación de las dependencias me parece excelente, y encaja a la perfección con el espíritu con la que creo que el aventurero escribe sus textos. Me gusta así, sin pataletas ni de diestras ni de siniestras.
Me dirijo al anónimo del 2 de mayo.
¿Sabes? Me chirría un poco tu intervención, sobre todo en eso que dices de que "la persona más segura debe tratar....".
En primer lugar te diré que el verbo "deber" me da un poco de miedo, me resulta sospechoso de moralismo, creo que alimenta el modelo en el que estamos presos. Me gusta mucho la idea que se empieza a escuchar de que es mas verdad una acción inspirada por lo que uno siente que por lo que cree que debe hacer,lo que requiere valor. Pero no sé, a lo mejor la moralista estoy siendo yo.
Yo creo que cuando uno busca su sitio, su verdad, honestamente, y, en la medida en que consigue algún logro en esto, todo cambia, se moviliza, algo aprendemos todos.
En definitiva, encuentro pretencioso el hecho de que alguien tome una determinada actitud para que otro "aprenda" algo. Lo veo algo así como ponerse el uniforme de libertador y sospecho que no debe ser muy distinto del de carcelero,o del de preso, porque el problema es que es un uniforme.
Este texto me sugiere dos reflexiones. Por una parte, la distancia que quizás haya entre cómo me considero a mí mismo y lo que podría llegar a ser mi realidad si pudiera desarrollar todas las capacidades que tengo en estado embrionario. La sensación que a mí se me produce, cuando miro al cielo, es la de mi pequeñez dentro de la inmensidad de la “Creación”. En términos físicos desde luego, pero sobre todo en términos de conocimiento e ignorancia. De misterio. Quizás la realidad aun no alcanzada que existe en nuestro interior, en nuestra bóveda craneal, la estemos contemplando (aún sin ser conscientes de ello) con la misma sensación de distancia insalvable. Interpreto “el culto al muerto” como el culto a mi estaticidad, a ese aferrarme a mi identidad, a lo que creo que soy. Otra parte de mi, sin embargo, me impulsa a avanzar. No sé hacia qué o hacia dónde. Podría ser hacia ese nuevo nacimiento del que habla el autor. Quizás se trate de un salto en mi consciencia. O de ampliar la capacidad de percepción de mis sentidos, incluyendo el descubrimiento de esos sentidos misteriosos. Pero, ¿qué lo impide? Eso enlaza con la segunda parte del texto. La responsabilidad que adquirimos cuando facilitamos que otro nos domine. Tiene una lectura evidente en nuestra relación con los demás. Pero también se puede interpretar en la relación con nosotros mismos. Cuando permito que una parte de mi me encierre en cualquiera de las diversas cárceles que configuran mi actitud ante la vida. Solemos identificarlas con las protecciones que necesitamos, pero normalmente son coartadas a nuestros miedos.
La cuestión que se me plantea es cómo discernir cuándo esas protecciones, incluso esos miedos, son realmente necesarios y cuándo dejan de serlo. Suprimir todos ellos de golpe (suponiendo que pudiéramos) puede ser suicida si uno no está preparado para vivir sin ellos. No creo que la capacidad para vivir sin nuestros miedos habituales se adquiera de golpe. Por experiencia sé que muchos de ellos se pueden ir diluyendo si uno empieza por asumir que solo son miedos, y les quita el disfraz argumental con que solemos legitimarlos. A partir de ahí hay que ir ejercitando la valentía, acostumbrándose a caminar por los terrenos inexplorados que tanto nos asustaban. Confiando y ejercitando tus recursos para irte moviendo cada vez con más soltura. Pero, ¿cuándo debemos hacer caso a la sensación de prudencia, que te advierte de que aún no estás preparado para salir a la “intemperie”, y cuándo debemos desecharla como si fuera una sugerencia insidiosa hecha por ese yo-traidor del que habla el autor en el párrafo anterior, y lanzarnos a la “aventura” abandonando nuestra trinchera protectora?
La verdad es que no sé si me he parado alguna vez a mirar hacia mi bóveda craneal y desde luego también desconozco qué tipos de sentidos he de utilizar para hacerlo.
Lo que sí me he dado cuenta es que la palabra bóveda me recuerda a templo y, por analogía, creo que somos templo, templo de irradiación, templo de creación, templo donde se guardan todas nuestras posibilidades esperando a que les demos la oportunidad de que se manifiesten.
Quizá nuestra responsabilidad vaya encaminada a no taponar la salida de una posibilidad, a brindarnos la oportunidad de abrirnos hacia lo que, de alguna manera, nos está esperando.
Me miro y, unas veces, me contemplo con un precioso “traje de rayas” y con una “gran bola” atada a mi tobillo, encerrada en mi celda y, la verdad, es que, en ocasiones, voy directa a ella por lo que supone de comodidad. Otras veces, voy vestida con el elegante uniforme de aquél que pretende dominar y que se siente estupendamente cuando lo consigue y muy contrariada cuando el supuesto dominado no se deja hacer.
Me miro y sueño con verme despojada de vestimentas que me impiden caminar hacia lo desconocido. Sueño con desnudarme, con ser pura, con dejar de perder el tiempo en tonterías y facilitar la nueva posibilidad en cada instante, sueño con dejar de poner freno a la aventura del desenvolvimiento.
Tarde o temprano, estoy absolutamente segura de que los sueños se harán realidad.
Intuyo, y digo intuyo porque no tengo conocimiento para afirmarlo, que el todo y lo uno, lo macro y lo micro tienen un denominador común; de tal manera que lo universal y lo individual están conformados por una misma ley o geometría, y aunque cada uno sea único e irrepetible, en cada uno está todo. Con este planteamiento, percibo una analogía entre el firmamento y la bóveda craneal, siendo cada estrella una neurona, y con ello a través de su sol particular que bien pudiera ser la voluntad, emitir-reflejar una luz que pudiera iluminar nuevos descubrimientos.
Todo hecho sedimenta un rastro e influye y modifica todo, todo y uno está en continua transformación, otra cosa es que tengamos los sentidos desarrollados para percibirlo, pero afortunadamente no estamos sólo impresos de lo sensitivo. En esta intercomunicación están presentes los cientos de miles de millones de neuronas residentes en nuestra bóveda craneal, quizás un proceso necesario para conseguir esta interconexión, sea tratar de tener un pensamiento complejo en el sentido de relacionar un hecho con todo su entorno, y así la activación de una de estas neuronas podría originar la iluminación o nacimiento de otra; abrir surcos y asfaltar autopistas que propicien esta unión, generaría una mayor consciencia, que hiciera sentir la conciencia de un nuevo ser.
Siento que no he nacido por casualidad, sino por algo y para algo; y aunque no conozca enteramente este porqué y para qué, lo que sí percibo es el compromiso adquirido y la necesidad de crecer y vivir paar bien morir.Este vivir está estrechamente unido a la convivencia con los demás, e igual que los términos antagónicos consumo y prosumo, quizás debiera ser provivencia y no convivencia.En la medida que se sea mínimamente capaz de respetar querer o amar (según el desarrollo personal) a otra persona, es inconcebible otorgar al otro ó a tí mismo el título de carcelero; de respeto considearción atención o lealtad es digna toda persona, pero autoridad no reconozco más que una.
Creo coligar que el autor original de los textos que comentamos, cuando se refiere a la metáfora comparativa de las bóvedas celeste y craneal, da a entender como expresa Ulises en su comentario, que ahí no hay un campo abandonado de difuntos movimientos y cadáveres poco exquisitos, sino un espacio en plena ebullición creativa, "un puñado de brillos que anuncia la explosión de un nuevo nacimiento". En definitiva, una oportunidad de cambio, de renovación, de creación infinita de alternativas. Ulises insiste, sospecha, que en su caso, esa actividad debe ser de vértigo y estar llena de misterios, aunque él no la "pueda ver". Casi como el autor ha dicho que tal actividad se "puede contemplar a través de sentidos misteriosos". Se entiende también que la reflexión que trae a colación Anónimo,- no la suya propia como confunden por aquí- admite la posibilidad de una "dependencia benéfica, cuasi necesaria", en función del estado de consciencia. Cosa que el autor en el párrafo que aquí se comenta, parece negar rotundamente en su argumento segundo. Por otra parte, Eulalia expresa su amplia desconfianza hacia aquél que adopte o asuma "el deber" de aceptar como parte activa una relación de dependencia encausándola bajo las perspectiva del texto que transcribe Anónimo. Si vemos esta opinión desde el propio punto de vista del autor original, Eulalia tendría cierta razón, pero Eulalia, y nosotros mismos, desconocemos el origen del texto citado por Anónimo. Para acortar. ¿Es insoslayable la aceptación de una dependencia inicial que pueda conducirnos a la libertad, si el que la administra conoce más que nosotros? O aún así, ¿caemos en esa doble responsabilidad que ilumina el autor del libro?
En el texto de referencia, el autor me trae al recuerdo un libro de juventud "Ni víctimas ni verdugos", de Albert Camus; pero también el recuerdo de un cielo estrellado. La constancia de que todas estas posibilidades están en nuestro interior.
Parafraseando a J. L. Castillejo y ya sin más citas: La forma como repulsión de la materia.
Forma y papel de carcelero, o forma y papel de víctima. Pulsiones y repulsiones. Parcialidad, neurosis. También cielo estrellado..
El autor practica una escritura que no oculta... a base de decir y no decir.
Lo escrito y no escrito en transparencia.
Con un buen golpe "vemos las estrellas".
Nos movemos a traves de doce constelaciones.
A la Inmaculada la pintan en el halo de "santa" con doce estrellas.
¿Quien sabe que pares de hormonas que refulgen como estrellas?
¿Habrà que estar "virgen" para que brillen?
Libre de pecado, limpio, inmaculado.
Quizás al dejarse dominar y vestir al otro como carcelero, o dejarse vestir de carcelero, hace que no resplandezcan los brillos....
las posibles estrellas....
Hoy andaba por la calle con mi hijo de 5 años, agarrando mi mano al cruzar una calle llena de coches cuando yo le advertía de los peligros de ser atropellado. Le he preguntado: “¿Prefieres que te proteja agarrando tu mano o prefieres ir sólo?” “Prefiero que me protejas” me ha contestado. Y a renglón seguido y como si nada me ha dicho "pero Papá prefiero morir yo a que te mueras tú, porque te adoro". Y yo he pensado o entendido que me decía "te amo tanto que, ante la muerte, prefiero sacrificarme yo a que te murieras tú ". Confieso haber llorado hacía adentro. Hace no tanto veía a mi hijo alzando su bóveda craneal hacia el cielo para dar sus primeros pasos, como un rito de colisiones y fracasos, de caídas y coscorrones. Un rito de sacrificio por algo. No recuerdo advertir ninguna frustración, sino más bien destellos de felicidad. No recuerdo ninguna sensación de impotencia, sino más bien de sentir que él sentía y sabía que podía, que albergaba la capacidad de andar, que su potencia estaba en todo lo que le rodeaba y que todo era posible. Nunca sentí que estuviera aprendiendo a andar como algo ajeno a él, cómo si yo le pudiera enseñar a andar, sino que parecía estar desvelando su propio camino con la torpeza funcional del que sabe cómo hacerlo pero que su cuerpo no le responde. Cómo si su cerebro ya hubiera hecho el camino antes. No había que convencerle ni instruirle en nada. Daba la impresión de seguir un empuje energético, una conexión entre su cuerpo, y la energía telúrica o la del aire, como si sus neuronas estuvieran conectadas con la sinfonía del universo, para hacer lo imposible y alzarse. Yo temía y temo por él, por su vida, recuerdo nuestra ansiedad de padres protectores, queriendo evitar los daños colaterales de los peligros que acechan al niño. Que son muchos y reales como los chichones, las brechas y los llantos. Hoy me ha vuelto a señalar que también él teme por mi vida. Definidos los miedos sólo nos queda mirarlos con el respeto necesario para no perder el sentido de lo sagrado y reírnos de ellos para que no se conviertan en la llave que abra las puertas de nuestra cárcel. Hasta leer éste texto nunca había pensado en la responsabilidad de la víctima que culpabiliza a los otros de sus propios miedos. Como en los cuentos tradicionales ¡Que difícil es no construir cárceles o torres para proteger a los que amamos! ¡Que difícil es salir de la espiral que estigmatiza la vida de culpabilidad y de víctimismo!
Para Manolo, ante esta pregunta que se (nos) hace, considerándola una dicotomía ficticia:
“Pero, ¿cuándo debemos hacer caso a la sensación de prudencia, que te advierte de que aún no estás preparado para salir a la “intemperie”, y cuándo debemos desecharla (...) y lanzarnos a la “aventura” abandonando nuestra trinchera protectora?”
Sí, ya sé que la Prudencia es una de las cuatro Virtudes, pero, sinceramente, no me fío de ella. Demasiadas veces me ha permitido (o me ha forzado a) escaquearme de la posibilidad de una aventura, y demasiadas veces he tenido que lamentar mi cobardía por escucharla.
Yo imagino que la virtud de la Prudencia debe de tener una finalidad menos anquilosante que la de protegerme. ¿De qué ha de protegerme? Si es de "no estar preparado", como dices, menuda broma. Primero, porque nunca sabes si estás preparado o no hasta que lo intentas. Segundo, porque para estar preparado (o mejor, más preparado) tienes que fracasar antes unas cuantas veces, y ahí vas a encontrarte también con la prudencia con minúscula, que tratará siempre de impedírtelo. El fracaso, y por lo tanto la aciaga posibilidad de la derrota, es un componente esencial en el aprendizaje, en la evolución. En la vida. No podemos imaginarnos a un bebé afirmando recalcitrante, ante la aventura de dar su primer paso, que se niega a intentarlo porque aún no está preparado. Sería un bebé demasiadísimo adulto, el pobre, si ya sabe que tendrá que fracasar miles de veces. (Aunque puede que el bebé quizá lo sepa y no le importe.)
La palabra ‘intemperie’, aunque sea entre comillas, también me rechina. Desde que hemos nacido, ¿estamos en otro sitio que no sea la “intemperie”? Quizá nos creamos que la mayor parte del tiempo estamos en “casa”, protegidos, calentitos y seguros, pero todos sabemos que tal cosa no es más que una burda trampa mental. Una añagaza confabulada que, en el fondo, nunca nos ha confortado, ni nos confortará… afortunadamente. La vida (ese dios llamado Shiva) se encarga por sí sola continuamente de demostrárnoslo.
Yo creo que la necesidad de lanzarse a la aventura (o caminar hacia ella, o sea, que no tiene por qué ser a lo loco) se impone desde el mismo momento en que uno puede categorizarla, percibirla, INTUÍRLA, temerla como aventura. No, claro, como impulso de autodestrucción (raro en nuestras conservadoras mentes) o como suicidio. Sí, sí, me refiero a ésa que da miedo. Pero que también produce un cosquilleo especial en el estómago, o, con otro nombre, anhelo.
La Prudencia, para mí, sólo puede tener una verdadera utilidad, no antes de decidirse, sino DENTRO de la aventura. Para que te ayude a no desviarte demasiado de ese camino.
Eulalia, disculpa, pero creo que no has interpretado bien ― y vuelvo a pedirte que me disculpes, no pretendo decir nada que pueda molestarte y sí sólo que a veces uno no se da cuenta del todo de qué está viendo ― el comentario de Anónimo. Casi todo el texto contenido en él figura entrecomillado.
¿Estás segura de que algo te puede chirriar en ese texto?
El deber al que se refiere quien pronunció o escribió lo que en él se trascribe, ¿puede de veras causarte algún tipo de temor?
¿No crees que es de verdad maravilloso que el seguro, el que no tiene miedos ni necesita sentirse amparado por la inseguridad de los otros, asuma el deber de mostrar al inseguro el camino y el derecho a alcanzar su propia libertad?
Como bien dice el texto la dependencia no se establece desde la persona segura, sino desde la insegura; pero es sin embargo la segura la que tiene la consciencia de esa dependencia, y la que puede y sabe cómo cortar las trabas que están impidiendo la evolución de la insegura. Y porque puede y sabe DEBE hacerlo. Y más cuando cuanto pretende lograr es entera y absolutamente en beneficio del otro, y no del beneficio propio (beneficio que, por otra parte, desde la limpieza de la intención se da inexcusablemente, de antemano y por sí solo).
Dices en tu último párrafo que encuentras pretencioso que alguien adopte determinada actitud para que otro aprenda algo. Pero en la vida, en todos los ámbitos del saber, han sido necesarios los Maestros, las personas que saben enseñar y trasmitir lo que el discípulo busca incluso aunque el discípulo no sepa muy bien lo que está buscando (me viene aquí a la cabeza el comentario de Malla al punto anterior, por aquello de que la verdad que puede ser expresada no es la verdadera verdad); y el Maestro tiene el deber de utilizar su sabiduría para trasmitirle su saber. Y algún método, algún procedimiento habrá de emplear. Y alguna actitud habrá de tomar.
¿O no?
Eulalia, de veras; relee el comentario de Anónimo y verás que no hay en él nada que te pueda chirriar.
Ah. Tomándome la licencia de opinar al respecto de la pregunta que plantea Ex-colástico creo que sí, que es insoslayable por parte del discípulo la aceptación de una dependencia inicial; lo chistoso del asunto es que también lo es por parte del Maestro, lo que conlleva (aun a pesar del Maestro) bastante más mérito habida cuenta de que por qué habría de hacerlo no teniendo nada que aprender ni que ganar.
Y sin embargo lo hace...
No sé si los últimos que han escrito por aquí, y yo mismo ahora, desde que nos ha colocado El Aventurero éste 1.17, captamos realmente esta contradicción entre el propio texto del autor sobre la negación de una dependencia carcelera, y lo que trae a colación en su párrafo citado uno de los Anónimos, donde se asume la indispensable dependencia controlada pot el tutelaje capaz. ¿Ambas opciones son contradictorias o integrables? Algunos de los comentarios dan a entender que sí, otros lo rechazan enfáticamente. Si aceptamos y asumimos, literalmente, la propuesta del autor comentado, ninguna dependencia es posible a riesgo de perder nuestra libertad doblemente. Tal dicotomía trata de explicarla con voluntad, pero poca claridad, en su texto Ex-colástico. No le achaco confusionismo, sino dificultad de conjuntar ambas opciones, y como plantea éste último, Anónimo (¿cuál?) podría hacernos el favor de clarificar el valor de su contradictoria fuente. Mi entendimiento particular, y escaso, del tema, me lleva a conciliar ambas si la dependencia es resuelta por el más débil en un razonable plazo de tiempo, y esforzarse por conseguir llegar a un cierto estado del ser que le permita afrontarlo.
El texto no menciona en ningún momento la dependencia, sino la dominación. La dependencia no tiene porqué implicar algo denostable que haya forzosamente que evitar. Desde que nacemos hasta que morimos dependemos de todo cuanto (ya sea tangible o intangible) noss rodea.
Se me ocurre un ejemplo muy simple y es que tánto como el niño depende de sus padres dependen los padres del hijo.
Con perdón de las referencias psico-lógicas de Afrodita, le transcribo definiciones de Depender y Dominar, tan estrechamente ligadas que uno se puede dejar someter a la una cuando cree que está bajo la otra.
DEPENDER: Estar subordinado a una persona o cosa, Necesitar una persona del auxilio o protección de otra.
DOMINAR: Que sobresale, prevalece, o es superior entre otras cosas de su orden y clase. Tener dominio sobre cosas o personas.
Y en estos temas no cabe hilar demasiado fino.
Ex-Colástico, no te voy a discutir unas definiciones que son de diccionario. Es incuestionable, sin embargo, que todo el que desea saber ha de depositar su confianza en quienes saben más que él, y que habrá de aceptar los métodos que aquel que más sabe considere adecuado utilizar. Todo el que no sea un autodidacta (si es posible serlo en todas las ramas del saber) habrá de aceptar el modo de hacer de quien vaya a enseñarle. Si eso es dependencia no deseable siempre queda la posibilidad de ponerse el mundo por montera y seguir para adelante contando tan sólo con los propios medios.
Lamento que nuestra contertulia Afrodita con esa interpretación se acerque a la aceptación de una formación bajo regímenes de poder o dominación suponiendo que el que sabe, o tiene el poder, también puede convertirse en nuestro carcelero dominador, y ya que lo dejas y aceptas sus métodos, en nuestro verdugo. Así le va a los sistemas educativos que aún practican tales métodos, por no hablar de los sistemas políticos que los utilizan. Pero peor les va a los que por ignorancia, debilidad económica, soguzgamiento, o costumbre invertebrada (¿?), se lo deben, o quieren, comer con patatas. El saber y tener la capacidad de transmitirlo, no sólo no justifica la imposición de dependencia o dominación alguna-para el caso es lo mismito- sino que es todo lo contrario hacia lo que la civilización actual trata de aproximarse con más o menos fortuna. El comentario de Afrodita en éste tema, desde luego no ha sido afortunado. Y no creo que al autor que comentamos se lo parezca, porque en ese caso....
Cuando se nos permite vislumbrar tantas posibilidades de recorrido y desarrollo humano, parece más que obligado el no permitir que nadie enturbie la proyección que tenemos por el hecho de haber nacido. El ir desterrando cualquier relación opresora a nuestra expansión espiritual, más que un derecho a la tan pregonada «libertad», parece un imperativo a nosotros mismos si pretendemos acceder a esas otras escalas en que resulta necesario una percepción y un grado de atención que no es posible mientras vivamos contaminados con mensajes que reiteradamente se traducen en frustración y soledad. Se deduce del texto la necesidad de resolver previamente aquello que, parece ser, voluntariamente hemos ido cediendo por debilidad y negación a nuestras capacidades, para, desde ahí, encaminarnos hacia esos brillos tan esperanzadores que suena a como si nos estuvieran esperando. Es ilusionante ¿no?
Cuando Stalin falleció, el pueblo ruso se agolpo de tal forma que se pisoteaban unos a otros para ver su cadáver, hubo muertos y heridos y el grito unánime era ensordecedor.
-¿que vamos a hacer ahora sin nuestro padrecito?.
Este pueblo que vivió atemorizado y vigilado al máximo, de repente se vio desprotegido.
Siempre vamos buscando protección, en lugar de amor y buscar la bondad preferimos metermos en cárceles voluntariamente, estas pueden ser sectas, religiones, doctrinas políticas etc. Estos se protegen, son complices y el carcelero cada vez mas poderoso los domina y se hace indispensable.
En una ocasión oí decir:
-El lujo mas caro es ser libre. Mas que caro diría reconfortante.
Cuando en tu bóveda craneal de pronto aparece una luz que brilla y logras romper el barrote de la cárcel, la salida no es fácil porque te conviertes en enemigo del carcelero y a los carceleros les mueves su seguridad y te miraran con desconfianza.
Tienes que afrontar la soledad, la injusticia pero en el firmamento esa noche una estrella brillara con mas intensidad y hará que nuestro universo siga aumentando
con estrellas mas luminosas.
E
Hago notar que la palabra dependencia, según el diccionario, puede significar relación o conexión de origen. En tal sentido, su significado nos puede llevar a la comprensión del concepto de unión. En este sentido, desaparecen sus posibles connotaciones negativas. Dependencia, entiendo yo, no necesariamente debe de estar relacionada con dominación.
Es curioso que si suprimimos la silaba "de" nos quede el término "pendencia" que puede significar lo contrario: Guerra, conflicto, etc..
Y... no olvidemos al "pendenciero"...
Considero, finalmente, que un verdadero sabio nunca domina. Es decir, más que al sabio hay que temer a los tontos.
Me parece muy bien que en relación al texto se abomine de la dominación y sería bueno recordar que como dijo, creo que B. Rusell, "no podemos evitar muchos delitos, pero sí el del silencio".
En el juego dual que se establece de forma permanente en nuestro interior entre la libertad y la dominación, hay siempre dos energías holográficas principales, la desaparición en la vida y la búsqueda de realización.
Estos dos, una como pánico y otra como luminaria, concubina y diosa, juegan en la profundidad de nuestro ser esperando ser una esposada y otra tomada por un trovador de valía.
La cárcel es una estructura, razonable, racional y racionable, que en el brillante comentario de Ulises se antoja como imprescindible para que no nos engulla la marea cósmica que nos describe y de la que estamos rodeados. Por lo tanto, la conclusión más adecuada es la prudencia ya subrayada.
Algo que define de forma categórica el cuerpo celular invisible que nos une a lo que aún no somos en el entorno en el que nos estamos desarrollando, es, sin duda, el carácter férreo de las estructuras. Cruzadamente, desde abajo los lazos familiares y el linaje, en crisis de sustitución desde la venganza del maternaje retornado, desde un lado unos babis deslizados en la superficie de los niños curiosos, desde otro los clamores vigorosos de la mayoría absoluta en pos de esa inmortalidad cosida de cirugía, y desde arriba un andamiaje burocrático de ministerios que cada día se asoman más a los dormitorios conyugales en pos del derecho al orgasmo.
¿Es posible sumergirse en el inconsciente imperecedero en pos de los códigos, sin vivir una crisis existencial? O, por el contrario, ¿dejemos que el lento y pausado devenir de un trabajo voluntarioso y centrado, vaya ensanchando nuestros pulmones para poder hacerlo sin aguantar la respiración?
No entiendo, en nuestro mundo que conozco, avance sin crisis, anhelo sin sufrimiento, deseo sin locura, apertura sin dolor y placer sin riesgo.
Abrirse el pecho, amigos, sin mostrarlo al mundo que siempre nos está persiguiendo, y rezar despacio en el buceo sincero junto a las siluetas de ángeles mancos que creen en las canciones de cuna que mecen una eternidad lila y negra.
Para M.A., en su respuesta (3 de mayo, 02:31) a mi comentario del día anterior. Empiezo por reconocer que mi pregunta final, por aquello de provocar la reflexión y el debate, simplifica las cosas demasiado. M.A. lo ha visto así y ha entrado a diseccionarla, ampliando la reflexión con elementos interesantes. Coincido en gran medida con tu planteamiento, pero quizás estés de acuerdo en que todo esto tiene matices muy sutiles y lo que parece evidente en una primera aproximación, deja de serlo si se sigue profundizando. Tú mismo empiezas rechazando que la prudencia deba servir para protegernos (“¿De qué ha de protegerme? Si es de “no estar preparado”, como dices, menuda broma”), y luego, al final, hablas de que la verdadera utilidad de la Prudencia es dentro de la aventura “para que te ayude a no desviarte demasiado de ese camino”. A esto último, ¿le llamamos protección o no? Para no desviarme de ese camino, ¿estoy preparado o no?
En todo caso, me ha parecido muy interesante y enriquecedor tu comentario, y me gustaría que siguiéramos tirando del hilo de esta reflexión. Creo, como tú, que la prudencia no debe ser la coartada para la cobardía ni, por tanto, para perpetuar los miedos. Yo creo que de la mayoría de los miedos que tenemos ni siquiera somos conscientes, los llamamos de otra forma más “digna” o ni eso. Sin embargo, cuando en nuestra vida cotidiana reconocemos que algo concreto nos da miedo, nos genera inseguridad, es ahí, justo en ese momento, cuando se nos presenta la oportunidad de empezar a vencerlo, lanzándonos a la aventura de ensayar un nuevo funcionamiento. Con prudencia, pero con valentía. Y yo añadiría: y con inteligencia. Yo no conozco otra forma de superar nuestros miedos conscientemente. A eso es obligado añadir lo que tú dices del fracaso. Para crecer me parece necesario perder el miedo al fracaso. Sobre todo cuando se encadenan varios seguidos. El fracaso nos puede hacer caer en la tentación de creer que hemos llegado al límite de lo que “somos”, que tenemos que ser “humildes” y aceptar nuestras limitaciones. Creo que tendríamos que partir de la base de que todas nuestras limitaciones son superables. Quizás es un ejercicio de fe en nosotros mismos, pero es fundamental. Eso nos llevaría a buscar las rendijas de nuestras limitaciones, aventurándonos en nuevos territorios. Ahora bien, todo eso que nos ayuda a seguir avanzando (la prudencia, el valor, la inteligencia,…) ¿nace exclusivamente de nosotros mismos? ¿O, además de lo que nosotros aportemos, son ayudas que nos vienen de “fuera”? Yo creo que es esto último, que uno tiene que hacer sus “deberes” pero, al mismo tiempo, tiene que estar abierto a recibir esas ayudas.
¿Se anima alguien a continuar?
Una cosa muy curiosa que me está pasando. Voy al punto 1.17 y figura 28 comentarios; pero cuando pincho ahí lo que aparece es "27 comentarios" y el último, el de Manolo, ha desaparecido.
Ayer por la tarde también me pasó.
Estoy muy intrigada y no sé si me pasa sólo a mí.
Ahora mismo, mientras estoy escribiendo esto, a las 12:53, no está.
Me gusta pensar que el autodominio, como determinación enérgica, ligado a la voluntad, y orientado hacia el crecimiento ajeno,a través del personal, a sentirnos y sentir más la circunstancia que nos toca, para intentar transformar lo que llamamos realidad, pudiera ser herramienta útil para acercarnos a la percepción de esos sentidos misteriosos capaces de la contemplación de la Catedral que es es el firmamento de la bóveda craneal que menciona el Autor. Ya que, quizás, mientras mayor porción de nuestra dotación cognoscitiva estuviera entretenida en el ejercicio de esta actividad, menos espacio y tiempo quedaría para el juego interactivo de la víctima y el verdugo, y tal vez si aceptáramos vestirnos del personaje que nos toca, sin tanto refunfuñar, estaríamos menos absortos en ése recurrente y obsesivo rollo de role que nos auto imponemos y nos posibilitaría hacer un papel más divertido, que podría ser el de cualquiera y el nuestro.
También es que, estamos mal acostumbrados a que todo esfuerzo conlleve recompensa ya sea tangible o intangible pero en cualquier caso que se pueda constatar y se nos antoja absurdo e inútil todo movimiento que esté solamente relacionado con el deber de ejercitar la inteligencia para no perpetuar la imposible memez de querer estar siempre en la misma celda que nos potencia la duda la pereza y la inseguridad, y que, enarbolando el pendón de la culpa,nos convierte en víctimas que someten.
Somos víctimas de la acción irresponsable que sabemos muy bien justificarnos como inevitable, que disminuye la velocidad delas funciones del préstamo Sagrado, el cuerpo, porque lo creemos propio y le forzamos a acumular espuertas de memoria sin procesar por miedo a que las cosas, nosotros, estén como están haciendo oídos sordos a algo que ya hasta casi sabemos; que lejos de ser solo están, y así andando se nos taponan los cables el cursor enloquece indizando todos los puntos cardinales a la vez confundiendo y desorientando la acción correcta hasta que, víctimas de tanta orden contradictoria, el sistema se nos colapsa de puro aburrimiento, la nave, en su recorrido por el firmamento craneal, pierde la brújula y la aventura solo brilla por su ausencia.
Cuando un hombre mira su bóveda craneal con la visión del brillo del firmamento percibe la luz de la evolución. Más allá del limite de la muerte hay una eclosión de vida continua.La muerte misma es un paso evolutivo por eso es tan importante el ¨bien morir¨, resultado del ¨bien vivir¨. Se ha comprobado que la oxigenación de las células tiene resultados sobre la duración de la vida y ,sobre todo, sobre su calidad. Hay un equilibrio entre muchos factores que dependen de alguna manera de la¨racionalización¨ de nuestra¨existencia. De la conscienciacion de nuestros actos.
En el curso de los tiempos se ha luchado contra la muerte, contra la enfermedad y el resultado ha sido la longevidad sin el ¨elixir de la eterna juventud¨. Quizás ese elixir se podría encontrar en la base de nuestra forma de vivir. Desde el punto de vista científico, se ha percibido que mutaciones de gerontogenes prolongan la duración de la vida sin menoscabo de la salud. Desde el punto de vista de nuestra conducta, el vivir sin el agobio del premio y del castigo nos libera del concepto de la violencia del miedo. De ese miedo que nos aprisiona a la duración de la vida, a la depresión del paso de los días. El vivir atados al tiempo y el espacio, atados a la dependencia de nuestros rostros nos impide mirar al otro, a lo otro.
A mi me parece que, sin buscarlo, lo que sería estúpido, el fracaso es algo que, si se asume enteramente, valientemente, no sólo no nos daña en absoluto, sino que nos da fuerzas. Nuestra vida es un fracaso continuo, en cada minuto, en cada segundo, sabemos que no hemos llegado a la altura de nosotros mismos. Es inútil huir de él. Está servido. Lo que de verdad nos frena y nos hace daño es el hecho de negarlo, de no asumirlo, o de sentirlo como una derrota, es entonces cuando nuestra energía se confunde y viene el trabajo de recomponerse para poder seguir adelante. Un trabajo que, en muchas ocasiones nos podíamos haber ahorrado.
Respecto a la polémica sobre la dependencia y la dominación, reconozco que estoy hecha un lío con tanto argumento y voy a reflexionar sobre ello a ver si puedo aclarar un poco lo que quería decir.
Resultaré críptico, pero en la polémica suscitada entre M.A. y Manolo, iba a poner una equis en la Q1, y un 1 en la Q2. Y, pensándolo mejor, el dinero de las quinielas me lo voy a gastar en quitarme las preguntas del último de mi zurrón, por lo mucho que pesan, y una fiestecita para librarme del pelín aguafiestas del primero.
Eso de evolucionar, que ustedes tanto mencionan y explican, díganme: ¿no lo ponen un poco complicado? Para mirar las estrellas que dice el autor, que de complicado no tiene un pelo, ¿hacen falta todas estas explicaciones? Oigan, no serán razones que ustedes se dan para cualquier otro fin, mientras el carcelero ese, se anda descojonando por la galería.
Me quedo con unos cohetes que me regalaron de niño para cruzar el cielo, después de quitarme a los monaguillos de mis calcetines que se me pegan que lo flipas, y me tapo los oídos para no oír las letanías de las beatas que me ponen triste.
Arrimarse, lo que se dice arrimarse, ¿para que nos vamos a engañar?, no lo veo.
Supongo que cuando se busca encarcelar a otros se está proyectando el encarcelamiento en el que uno mismo vive. Y la percepción de que algunos empiezan a probar la fortaleza de sus alas preparándose para elevarse, puede generar miedo e impotencia en la comparación con el propio estado, como si se estuviera compitiendo en una carrera, cuando cada hombre tiene sus propios recorridos a realizar y sus propias metas, quizá fijadas en esas estrellas de la bóveda craneal que transportamos... o que nos transportan.
El día en que los descubrimientos que ya ha hecho la Ciencia, y los que aguardan a ser desvelados, sean adecuadamente transmitidos y asumidos por la Humanidad, rompiendo el estúpido y mentiroso pensamiento único que hoy se nos impone, el ego-carcelero perderá su impunidad y cederá las llaves que nunca fueron suyas. Entonces discerniremos entre realidades y espejismos: “¿Te gusta este rastro de electrones con apariencia de vestido y aspecto verde, porque está absorbiendo todos los colores del espectro menos ése”? “Es bonito. ¿Cuántos rastros de electrones-euros te ha costado?”. “Los justos: el precio de la ilusión”.
En el coloquio de M.A y Manolo quiero resaltar algunas cosas . Me parece acertada la premisa de M.A que si hubiera cabida a la prudencia sería dentro de la aventura misma porque, o si no, sería miedo. Manolo coincide en que sería miedo y añade que además de vencer ese temor también habría que actuar con inteligencia. Te pregunto Manolo que es para ti, en este caso, la inteligencia, es algo útil?; tiene una finalidad practica?. Cual es el objeto de la inteligencia?. Me da la sensación que también es miedo u otra vez prudencia. M.A pone el ejemplo de un niño que si reflexionará sobre sus primeros pasos sería un adulto. En fin, Manolo, para ti, como actúa la inteligencia?
Manolo, una vez más, habla de ayudas de fuera. Siempre le he preguntado a que llama "de fuera", "externas", etc. Es algo que queda sin desentrañar. Volviendo al ejemplo de M.A, aquel niño da sus primeros pasos y, añado, al final del pasillo un adulto lo anima protegiéndolo para que no se caiga. Es también miedo?. Quizás también puede ser amor. Bueno, esto del amor quisiera que se entendiera con la envergadura de la valentía. Lo digo porque hay conceptos a los que nos han acostumbrado a la levedad, también por miedo.
Quisiera también meter en esta conversación a Ulises cuando habla del Cosmos y su violencia. Me gustaría que se profundizará, a sabiendas, por sus comentarios, que Ulises tiene conocimientos sobre esto, en el concepto de violencia porque también este termino implica miedo. Más allá a las referencias a lo que la ciencia va descubriendo y empezando por Aristoteles que fue uno de los que iniciaron la duda de la tierra plana, pasando por Galileo que con el telescopio abre otra visión y todo lo que se ha ido descubriendo y lo que queda por ver. Pero, al final hay una reflexión. Acaso todo esto nos lleva al pesimismo o a la interpretación de una amplitud infinita. Para ti, Ulises, que es violencia en este contexto?
Molan las dicotomías del comportamiento planteadas por Manolo y exploradas por M.A.. Aunque también molan las dicotomías aproximatorias como vías de ferrocarril hacia el infinito que ha planteado Anónimo y reconfirmado Ex-colástico, y creo que Salva-sea-la-parte (¡vaya apodos heterónimos¡).
Manolo y M.A. se han enfrascado en valorar una serie de virtudes o cargas resolutorias de la personalidad, el carácter, y la facultad de trascendencia y salto evolutivo. Interesantes temas para platicar y elaborar a partir del discurso del autor. Este parece ser blogg a la búsqueda de virtudes positivas y erradicación de las que limitan la evolución ansiada, la liberación del Yo que nos ata y domina, del que dependemos, y de sus castigos y premios. M.A. establece bien la libertad de que gozan los niños para poder alcanzar cierta progresión sin depender de los padres. Ciertamente ¿qué prudencia puede albergar un niño si no la que le demanden los padres o la genética? Quizás muchas de nuestras contradicciones temerosas con el medio y la aventura de vivirlo partan de la llamada educación en los primeros años. Las limitaciones del riesgo por ese temor de los padres. Estamos con M.A. en su no aceptar esa prudencia que entorpece nuestra capacidad de goce y crecimiento psicológico. Pero cabría introducir parte de las famosas preguntas de las que depende: ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Arribaríamos antes al desarrollo de nuestras capacidades sin esas limitaciones socializadas?
Manolo dice desconocer o temer hacia dónde o hacia qué puede uno avanzar, y eso, en sí mismo, es una dura limitación, la falta o el anhelo de programa, de meta, que implica no haber implementado los intereses vitales. Algo que uno parece querer comenzar a interpretar a partir del uso de la razón, y tarda al menos otros siete años en empezar a consolidar, si no hay entorpecimientos educativos limitadores.
M.A.se postula por una prudencia que le permita navegar por la aventura con cierto dominio del timón, y estamos de acuerdo en ello. Creo que las famosas virtudes teologales entorpecen mucho la búsqueda de la propia razón y el afrontar las vicisitudes de la vida con pleno valor y esfuerzo. Todos los arriesgados han conseguido construír su camino con mayor libertad, aunque sepamos que la libertad de verdad no se consigue antes de llegar al final.
Para José, en respuesta a la aclaración que me pides (10 de mayo, 10:52) sobre las “ayudas que nos vienen de fuera”. Me pediste esta aclaración hace algún tiempo y tenía pendiente contestarte. La verdad es que no sé exactamente a qué me estoy refiriendo, porque es una mezcla de intuición y de reflexión. Cuando hablamos de “externo a mí”, creo que nos solemos referir a dos cosas. Desde un punto de vista “físico”, creemos que lo “interior” es lo que tenemos “piel para dentro”, complementado con lo que percibimos de nosotros mismos a través de nuestros sentidos. Y cuando hablamos de nuestro “yo”, creo que solemos referirnos a la parte de nuestra consciencia que somos capaces de “traducir” en pensamientos, aunque sean confusos. Sin embargo, científicamente se sabe que esas dos acepciones son falsas. O, por lo menos, muy dudosas. Probablemente nuestra realidad material va más allá de lo que captan nuestros sentidos. Si nuestros sentidos captasen mucho más, es probable que lo que “viéramos” de nosotros sería mucho más. Y no tendría por qué limitarse a nuestra piel. ¿Y qué entendemos por “material”? Por Einstein sabemos que, a niveles suficientemente microscópicos, nuestra materia se convierte en energía. Y tan real es lo uno como lo otro. Entonces, ¿hasta dónde llega nuestra realidad material-energética? ¡Cualquiera sabe! Y, en cuanto a la consciencia que tenemos en uso (no solo la que traducimos en pensamientos) ¿hasta dónde llega? Los neurocientíficos prefieren pensar que es un resultado exclusivo del funcionamiento neuronal de nuestro cerebro y que no existe fuera de ahí. Pero saben de sobra que no tienen ni idea, que puede ser eso o cualquier otra cosa. Yo tengo la impresión de que el cerebro no es más que un instrumento que usa nuestra consciencia. Quizás no el único. Probablemente (pero es opinable) nuestra consciencia funciona tanto “dentro” como “fuera” de nuestro cuerpo, del cuerpo que solemos suponer que está limitado por nuestra piel. Por otra parte, intuyo que nuestra consciencia se comunica con otras y que, incluso, puede que llegue un momento en que ya ni siquiera sea “la nuestra”.
Llegados a este punto, José, ¿porqué hablo de “ayudas externas”? Porque me da la sensación de que las hay. No sé si es una parte de mi “yo”, mucho más desarrollado que mi consciente pensante. Lo que algunos llaman nuestro “yo esencial”. No sé si son otros niveles de consciencia que se comunican con la “mía”. No sé si son seres tan materiales como nosotros o son seres de una materia-energía que no captamos. Desde luego, sería estúpido limitar la vida “inteligente” del universo que nos rodea a lo que vemos, oímos y tocamos. Pero, ¿por qué nos podrían querer ayudar? Si nosotros ayudamos a un niño que vemos que lo necesita, aunque no sea el “nuestro”, podemos imaginar que otros nos ayuden a nosotros. Tú hablabas del amor como posible fuerza impulsora de las ayudas entre nosotros. Quizás sea eso. Pero basta con que esas ayudas provengan de “alguien/es” que tengan un nivel de capacidad, de desarrollo, de evolución (como le queramos llamar) muy superior al nuestro, para entender que se produzcan. Lo que me costaría entender es lo contrario. En la vida cotidiana estamos acostumbrados a que se nos “ocurran” ideas, a tener destellos creativos. ¿De dónde nacen esas ocurrencias? Me resulta difícil creer que nazcan de nuestras elaboraciones intelectuales. Más bien creo que las inspiraciones nos vienen de las “musas”, que para mí es una forma poética de aludir a esos “seres”, “consciencias” o lo que sean, que nos “echan manos”. Y sí creo que esas ayudas son tanto más efectivas cuanto más atentos a captarlas estemos. No sé, José, si he aclarado algo pero, aunque el tema da mucho más de sí, este blog no se presta a extenderme más.
Manolo:
A bote pronto te agradezco tu contestación que me hace reflexionar. Me hace pensar en los angeles, en el prana, en los muertos, en los maestros, etc. Es sugerente y quizas no se puede explicar mucho más, pero intuir, pero sentir, se palpa. Lo interesante, lo apasionante, como diría Ulises en la última frase de su comentario "que bonito sería llegar a percibirlo". Quizas yo añadiría, que bonito sería llegar a decirlo, nos queda la poesía. En este caso, la poesía del autor. Gracias,
No sabemos qué sentidos misteriosos contemplan nuestra bóveda craneal, pero tienen que ser los mismos sentidos que contemplan el cielo, para de este modo poder establecer una analogía que enlace ambos funcionamientos; podría ser que a la “explosión de un nuevo nacimiento” correspondiese otros nuevos nacimientos, nuevas estrellas, en el universo.
Si apostamos por un desarrollo, por convertirnos en hombres nuevos con posibilidades superiores, llegaremos a entender cada vez más que somos parte de un todo y que en la medida que nos magnifiquemos, el todo se magnificará ¿ dónde puede estar el límite? Desde luego no aceptando por comodidad y miedo encerrarnos en la cárcel de nuestro estado actual, ni entregando las llaves, que nos abren las puertas de nuestro despliegue, al “otro”, a nuestro clon, en definitiva a nuestras proyecciones de mediocridad y cobardía, que son las que impiden cumplir nuestro destino.
Si nuestro clon se resiste a abandonar la escena, y ser destruido por ese nuevo ser que se esfuerza en aparecer y ocupar el sitio que le corresponde, la Prudencia no lo va a impedir, tiene que ser atinada en la elección de nuestro camino, en resolver dudas, en elegir metas. En este empeño, la Justicia nunca será ciega, portadora de la balanza y la espada: de los platos, de lo redondo, de lo femenino, y de la verticalidad de lo masculino; verticalidad de la espada que la Fortaleza y la Templanza acompañaran. Fortaleza, con el gen de la fuerza espiritual –vir-gen-- y templanza que la pondrá a punto sumergiéndola en la memoria del agua, y pasando la prueba de la sangre, sacrificio, oficio sagrado, como hacían los antiguos samurais .
Seguramente estas virtudes, que nos van a impulsar, deberemos ponerlas a punto, afinarlas desde nuestro compromiso y desde nuestra responsabilidad, y no obstaculizarlas desde la ignorancia y el miedo. Creo yo que ese es el peligro.
Ha sido gracias a Manolo, elegante y generoso en la polémica, que la conversación se ha hecho tertulia. Encantado.
A mí me parece que se ha producido una traslación del tema del arrojo/prudencia hacia el problema de la educación (José, Slunging). Pero, yo al menos, no hablaba negativamente de la necesidad de proteger a los niños, desde luego, ni de las ayudas externas (tema apasionante, tal y como lo plantea Manolo), ni siquiera del amor (aún mas apasionante, si cabe) de aquel que nos protege, sea padre, ángel de la guarda, extraterrestre o yo esencial, sino, siempre en el área de la conciencia y la voluntad propias, de un planteamiento vivo y arriesgado de la aventura (y no olvidemos que el título del libro que nos reúne aquí contiene dicha palabra). Porque de eso estamos hablando, del riesgo. Y... dicho por las bravas, a mí me parece que sin riesgo no hay paraíso. O más aún: sin riesgo no hay vida.
La inteligencia para lanzarse (o caminar, digo yo) por la aventura es necesaria... y no lo es. Creo que la inteligencia es fundamentalmente acumulación de experiencia bien asimilada (no solamente vivencial-individual), es decir, de aquella experiencia que surge una vez asumidos y superados limpiamente los errores personales, genéticos, pránicos y cósmicos, o sea, los fracasos que toda acción o vida lleva consigo. La famosa memoria de los muertos incluida. ¿Y el que dispone de menos experiencia y es menos inteligente, por tanto, tiene acaso más derecho a acobardarse o a protegerse que los demás? No. A su propio nivel de inteligencia le corresponderá un tipo de aventura que producirán en él los mismos miedos y los mismos cosquilleos (que yo llamé anhelos) que a cualquier otro hijo de vecino. Cada cual tiene sus propios retos, todos igualmente respetables o, aún más, sagrados.
Si a lo que se refiere Manolo es a inteligencia intrínseca para dilucidar con finura si el cacharrazo te lo vas a dar por la derecha o por la izquierda, hoy, a 10 de mayo, ya sabemos que podemos llamarlo de otra manera: sentido del ritmo. Que tiene que ver con la capacidad de, al actuar, hacer la mejor elección posible de entre todas las memorias (o experiencias, dije yo) de que disponemos. Las mejores no significa las perfectas, of course. Si fuese así y no tuviésemos que equivocarnos para aprender a hacerlo bien, para aprender desde el error el amor, para sacarle brillo y fulgor al prana, ¿para qué tendríamos que vivir?
Ya no necesitaríamos aprender nada de los verdaderos poetas, en el límite de su propio miedo y su propio compromiso. Ya no tendríamos que aprender nada de un José Tomás, por ejemplo. Y no quiero aquí con esto iniciar otra polémica, ésta ya de sobremesa: NO. José Tomás NO es un suicida.
Esto de escribir el 11, a las 11 y 11, da mucho que pensar. Total que se coloca en 33, o sea 6, y que se saquen conclusiones diversas, sobe todo el año qaue viene por estas fechas y horas.
Lo dejo aquí, como M.A. deja a su valorado José Tomás en los altares del sacrificio ejemplarizante sin querer generar polémica. Pero lo cierto es que la ha metido - a la polémica-en un dudoso nódulo entre la vida y la muerte para cumplir con el propio compromiso ¿Cuál? No sérá el mismo que el de la valerosa adscripción del Hamlet poeta que busca la verdad, y está dispuesto a morir por ella con cierto arrojo temerario, y a veces inconsciente. Difícil filo de la navaja que vendría a situarnos en un elemental bis a bis, 1 a 0, yin-yan, dual y por lo tanto elemental y pre evolutivo, aparte de facilón, por más heroico que ahora nos pareciera. Qué elección tan poco alternativa recargada de orgullo y autosatisfacción. Si la vida es el camino, ¿por qué jugar a su pérdida?
Aparte de ello, comparto casi todo este discurso extra y actualizado de M.A., muy bien precedido por el del puntualísimo Beucis, y las explicaciones extras de Manolo, todo ello quizás con causalidad de Mus.
De todas formas M.A. quizás abusa del reduccionismo sobre el uso de la memoria/capacidad/experiencia colocada en "la mejor", sino gozamos de "la perfecta". Quede claro que si tuviéramos la segunda dejaríamos de necesitar la primera, e incluso de plantearnos tal alternativa sin causa.
El carcelero se llama EGO. El preso se llama EGO. Los discursos se llaman EGO. El pensamiento se llama EGO. La prudencia se llama EGO.
Discurrir doblega al EGO. Pensar desenmascara al EGO. Ser prudente diluye el EGO. Vivir poéticamente sume al EGO en una suave somnolencia.
El EGO tiene muchas caras. El miedo a la muerte es la más enraizada de las caras del EGO.
José Tomas se llama al valor de no temer la muerte, sumiendo al toro en una suave somnolencia.
No sé ni de mus ni de toros; ni entiendo muchas veces una jodida (con perdón) palabra de qué estáis hablando.
Pero me gusta este blog.
¡Qué raras somos las personas!
Este párrafo me lleva a recordar lo que se atribuye a Hermes Trimegisto de que lo que es abajo es como lo de arriba y viceversa, y me llena una vez más de confianza en las posibilidades del ser humano. En general no creo gran cosa en mí y sin embargo siento que poco a poco voy dando paso a una apertura de luz y de esperanza. Que ya sé que nada ocurrirá esperando el santo advenimiento pero también que el trabajo y la intención no son inútiles. Que un nuevo nacimiento me espera tan cerca como en mi interior, que en mí están todas las estrellas luminosas y todas las galaxias.
¿Y los sentidos misteriosos?. Si cuando percibimos lo hacemos con todos los sentidos (conocidos) aunque no nos lo parezca ¿también participan los misteriosos?, ¿a la vez, antes o después del hecho perceptivo? ¿Captan “otras cosas”, despiertan otras luces visibles, o no visibles, desde este arco electromagnético o desde otro espectro?. ¿Cómo se activan?. Deduzco que tienen una enorme importancia, ¿Cuántos son?.
La segunda parte del párrafo me parece tremenda y me lleva a pensar en tantas situaciones de cárcel y sometimiento. Largo sería de relatar pero ¿empezamos por reflexionar sobre la política y nuestro “modelito” social, o por las esclavitudes a las que sometemos a nuestro cuerpo y a nuestra mente?.
Parecería que no hay escapatoria. Menos mal que tenemos firmemente asentado el firmamento de nuestra bóveda craneal, y las luces por despertar. ¿Será la salida del laberinto?. Ya sabemos que hace volando.
Ignoria ha clavado una reflexión que ha pasado por muchas de las ánimas aquí presentes, más tarde/más temprano. Y además lo ha hecho con delicadeza y afirmamiento por igual, además de claro discernimento. Creo que es una de las auto-explicaciones más poéticas que podamos haber leído por aquí, y que nos vale a casi-casi todos. Desde luego nada ocurrirá aguardando el "santo advenimiento", pero tampoco reclamándolo como van los creyentes a rogarlo a los santificados espacios. Sólo la fé, el trabajo, la voluntad, la constancia, podrán acercarnos a las posibilidades que aquí se vienen barajando. Descubrirá Ignoria a partir de esas constantes las cosas van llegando, y el entendimiento de lo misterioso se acrecienta, así como la amplificación de lo percibible desde los sentidos. De todas formas le recomendaría no estableciera clasificación previa de Montescos y Capuletos hasta no alcanzar esos posibles mejores niveles de entendimientos. No es que no haya escapatoria, es que hay otros espacios. Un saludo cariñoso.
Eso de los sentidos misteriosos de los que habla el autor me recuerda a esos otros sentidos, que no tienen nombre, que desconocemos, que quizá aún solo esboza nuestra conciencia, o de momento, acaso, ni eso. Para mí, existe una distancia eterna entre nosotros y la captación completa de esos sentidos, la misma quizá que hay desde nuestros ojos hasta las estrellas. Cómo pudieramos acercarnos sino soñando. Si no podemos alcanzar los brillos de nuestra bóveda craneal, quizá podamos lanzar un hilo mágico y trazar, dibujar un columpio invisible y dejarnos mecer por la vida. Hacia delante, hacia atrás, mojándonos los pies en el ritmo del firmamento.
Slunging soup dice que yo he dejado a José Tomás “en los altares del sacrificio ejemplarizante”, y desde luego no es eso lo que he dicho. No creo que él esté poniéndose como ejemplo de nada. Y mucho menos que esté haciendo ningún sacrificio, si por sacrificio entendemos inmolación o expiación. Simplemente creo que intenta hacer bien lo que tiene que hacer. Ser impecable en su tarea. Intentar que el miedo no le haga perder pie, no le traicione, no derrumbe su postura estética en su trayectoria personal y ante la vida, y tratar de conseguir que su ‘oficio’, el que ha elegido, sea algo ‘sagrado’. Desde luego, algo que está en las antípodas del común de las gentes, que lo que más desea en este mundo, no bien cumple los 25, es convertirse en funcionario de ayuntamiento y pasar las horas muertas.
Lo curioso es que una de las características esenciales y raras de este espectáculo de los toros, por la que la gente va a verlo, es porque precisamente en ese exaltado y denostado círculo público se pone en evidencia, se intenta exhibir, o se aplaude o se patea, el susodicho valor de la ‘impecabilidad’ de un ser humano, y precisamente ante aquello que representa el máximo miedo de todo hombre: la muerte. Bueno: esa es la profesión que han elegido los toreros: mostrar que son más valientes que su miedo, y que incluso con el miedo dentro del cuerpo y frente a la muerte son capaces de hacer bellas filigranas y extrañas danzas rituales con un lienzo encarnado. Sí, es una liturgia tal vez demodé, o salvaje, o excesivamente aborigen, pero desde luego no es hipócrita. Y, en fin, ahí esta, en este políticamente correcto siglo XXI, hasta que desaparezca. Yo sólo la he traído aquí (no soy un apasionado de los toros) porque creo que es el raro exponente máximo y más evidente de un tema que ha planteado Manolo y que tiene una clara relación con el párrafo del libro que estamos comentando en este blog. En sus palabras: “cómo discernir cuándo esas protecciones, incluso esos miedos, son realmente necesarios y cuándo dejan de serlo.”
Hamlet me parece, siempre me ha parecido, alguien enfermizo, neurotizado, y yo creo que Shakespeare no oculta este rasgo en su personaje (como tantos otros suyos: Otelo, Bruto, Lady Macbeth…) No me sirve de modelo para lo que yo estaba tratando de afirmar: que enfrentarse a los propios miedos con valentía, coraje, espíritu de aventura (pero no de una manera obsesiva, enfermiza o suicida) es la única manera de no dejarse dominar por el cancerbero que todos llevamos dentro. Y que la prudencia, tal y como la entendemos, está, como se dice ahora, supervalorada. Y que así nos va.
Pero veo que pasan los días y se acaba el tiempo de reflexión del párrafo 1.17 y nadie la hincado el diente a la última parte, esa que empieza: “Cuando alguien facilita que otro le domine…” Jodido asunto, ¿verdad? ¡Y tan novedoso el planteamiento! ¿Lo vamos a dejar escapar, ahora que solo quedan YA dos días? ¿Y luego… se acabó el tema? ¿Tanto tenemos que protegernos, incluso escribiendo con nombres ficticios?
Yo, por mi parte, sólo diré que es dolorosamente cierto lo que afirma el autor, y que lo he experimentado en mis carnes. Y que es un asunto verdaderamente grave, cada vez lo siento con más claridad. Miedo una vez más. Deberíamos pedir sincero perdón a aquellos a los que hemos estado sometidos. No les hemos hecho ningún favor, desde luego.
M.A. tiene razón. Siempre quedan preguntas en el aire, pasan los días y se cierra el capitulo. En las mañanas me topo con la gente y ya no juzgo. Quizás es una manera de "vencer" ese grado de dependencia. Se que el mundo esta lleno de violencia pero no la amparo. Siento que el miedo es la dependencia mayor.
Y me queda la pregunta que más me inquieta en el rastro de los comentarios. El "desorden" del firmamento extrapolado al de nuestro cerebro. Me queda en el aire las leyes de la entropía, las de la termodinámica. Me queda el concepto de Cosmos, del orden del universo o el de la evolución más allá del desorden. Siento la atracción a la vida, al amor, cada vez más ampliamente, quizás cada vez más desordenamente, como una unión a una multiplicidad de factores. Quizas , la menor dependencia a los sentidos establecidos. Quisiera pensar que es el umbral de los sentidos misteriosos.
Me ha gustado mucho el comentario de Beucis.
Habla de la espada de la balanza de una Justicia que nunca será ciega (porque sino habría que llamarla de otra manera).
Me parece precioso cuando relaciona Fortaleza con el gen de la fuerza espiritual, sería algo así como la virtud que desde nuestro nacimiento nos ayudaría en afrontamiento de nuestro destino, entre las que se encuentran esas memorias pasivas y en el "sacro oficio" o trabajo que de ello se derivaría.
Entiendo que si nuestra experiencia y la forma de gestionar esas memorias (las nuestras y las que no lo son tanto), tienen reflejo en nuestras células y mares internos (memoria del agua), y nuestra sangre es la encargada de transportar los resultados de ese trabajo, las transformaciones ocurridas, diseminarlas de forma endógena y lanzarlas también de forma exógena hacia el exterior a través de la alquimia maravillosa que en cada respiración se produce en nuestros pulmones, pues bien, la accíón simbólica de "templar la espada" (relejada ésta en la columna vertebral ¿quizás?), adquiere un dimensión biológica muy tangible.
Y a lo mejor cuando los Antiguos Templarios hacían referencia a la necesidad de "velar las Armas", exponían la necesidad de la atención y profundización en la experiencia, a un intento de pensamiento integrador que nos acerque más a la percepción de la complejidad, a lo más real, ¿podríamos entonces relacionar Templanza con Reflexión e Interiorización y Fortaleza con una actitud de discernimiento y superación de esteriotipos psicológicos entre otras cosas?.
Agradezco a M.A. su larga argumentación sobre el particular ejemplo asumido para elogiar, glosar, la necesaria valentía para afrontar el riesgo de una vida plena, de una labor seriamente cumplida. Lamento insistir en que el ejemplo derivado para escenificarlo (al cabo, los toreros suelen ser sabios actores de una obra mil veces ensayada pero de final relativamente incierto), y alzarlo a la categoría de poesía, para luego aplicarle los efectos comparativos de otro cualquier trabajo modesto plenamente cumplido, cuanto menos es exagerado. Quizás olvida M.A, o prescinde en aras de su argumento, de las recompensas de vida holgada, fama, dinero, relieve social, atracción mundana, etc., etc, que distingue a un torero frente a la sociedad media, por mejor y más valiente que sea, de la ausencia de efectos ¿colaterales? similares que caen sobre el aura terrestre de cualquier otro trabajador de la tierra que cumpla con seriedad, valor, sacrificio, desprendimiento, etc. con la labor asumida. Hablemos por ejemplo, sin ir más lejos en este mundo aún terrible, de los periodistas, de los médicos y colaboradores sociales en zonas oscuras, de los educadores contestados, de las mujeres en cualquier lugar del mundo, de los niños en patrias aún salvajes, de los simples ciudadanos en defensa de sus derechos, de los campesinos en territorios subdesarrollados, de los trabajadores artesanos del tercer mundo para industrias del primero. Etc. y etc.
Y respecto a la consideración del Hamlet como un personaje alucinado, menos que Ofelia, ojo, y por lo tanto incoherente, próximo a la locura, debería saber que casi todos los entendidos comentaristas taurinos atribuyen a los buenos "matadores" la necesidad de poseer signos semejantes aunque controlables.
Respecto a que no hemos sido capaces, a pesar del oscuro anonimato, de hincar el comentario al tema “Cuando alguien facilita que otro le domine…”, creo que no ha leído con detenimiento lo que por aquí se ha escrito. Queda claro que cuando alguien, por exceso o por defecto propio facilita tal situación, está traspasando a un futuro incierto su capacidad de crecimiento y evolución, e incluso corre el riesgo de perderla para siempre. Se discutió aquí, en esta quincena sobre el 1.17, de la posibilidad de ser dependiente durante cierto tiempo, e incluso del riesgo sobre que dicha dependencia pueda convertirse en dominación. La historia del mundo conocido está llena de ejemplos de dominación que se iniciaron con necesidad -u obligación- de dependencia. Se investiga ahora sobre la posible relación de dependencia e incluso dominio en la que perduraron cerca de 40.000 años los grupos Neanderthales sobrevivientes respecto de la evolución Homo Sapiens finalmente perdurable (al menos por ahora). Y todos sabemos a que nos ha llevado, en la actualidad, la dependencia obligada de la Europa y el Japón de posguerra, respecto al consolidado imperio moderno Norteamericano. Y podríamos agregar, para acercarnos a lo que nos ocupa en estas páginas, a la dependencia que se genera cuando alegremente entregamos a alguien, supuestamente más sabio, docto y hábilmente transmisor y propagador, los derechos absolutos sobre nuestra formación y desarrollo evolutivo. Asunto que puede convertirse fácilmente en dominio subliminal. El problema sería: ¿Cómo aceptar, digerir y trabajar enseñanzas y actitudes positivas, sin caer en la vulgar imitación, y eludir el posible dominio voluntario? He ahí la cuestion, como diría Hamlet, por supuesto.
En un libro muy interesante que Manolo mencionó allá por el texto 1.6, creo recordar, “El séptimo sentido: La mente extendida” (gracias, Manolo, porque no lo conocía, porque me ha gustado mucho y porque casi me lo pierdo) Rupert Sheldrake habla, entre otras muchas cosas, de lo que él llama los pseudópodos de la mente, y me parece que no podía haber encontrado mejor expresión para referirse a todos esos sentidos con los que podemos percibir cualquier clase de mundo que nuestra razón, educación, ignorancias cienmilhojas -flor de loto por abrir consideren imposible. Que, efectivamente, lo consideran.
Con un poco de atención, es posible pasar de la consideración casi invidente al atisbo prometedor de un tiempo sin pasado, ni presente, ni futuro, o al menos así me lo parece. La eternidad de la que vinimos y olvidamos. Tiene que ser gracias a uno de esos tentáculos infinitos que uno toca el cielo cuando lo mira y se siente contenido en él, como si fuera un dedo larguísimo que se hunde en ese azul, ¡ese azul! –hay algunos increíbles-, envuelto en la manta tranquilizadora de una consciencia tan muda como elocuente; una presencia indefinible que ni empieza ni acaba en ti –y de ahí la sensación de pequeñez, me parece- pero que pasa por ti, claramente, como la gran mente atraviesa tu cerebro y provoca chispas que hacen tu individualidad un poco más inteligente. Es un ser que no te posee ni quieres poseer y a cuya tutela te abres porque te olvidas del dominio de la tierra y de la sumisión a tu ego de barro.
Si miras con atención, al cabo de un rato empiezan a aparecer luces ¿estrellas, planetas, soles, lunas? donde antes jurarías que no había nada. Mirar al cielo, y a ti por encima de ti, como si tu cráneo fuese transparente, es recordar tu verdadera vocación.
Fé, trabajo, voluntad, constancia...qué grandes herramientas, qué hermosa esperanza.
Gracias Anónimo
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