COMENTARIO DEL AVENTURERO
La palabra, y el idioma como forma consensuada de entendimiento parece
facilitar las relaciones entre los seres humanos, posibilitando aquello que
denominamos; comunicación. Pero hay un matiz del idioma que nos desgasta
lentamente hasta convertir el idioma en una recreación de nuestra razón, y ese
matiz son nuestras obsesiones o ruido mental. Un ruido construido por las
millones de rodadas sobre los mismos circuitos neuronales. Estos circuitos
viciados, desde la verbalización constante en nuestra cabeza, hacen del uso del
idioma una camisa de fuerza para nuestra creatividad. Nos contamos cientos y
cientos de veces lo que ya sabemos, esta rutina que conforma el ruido mental y
que llega en oleadas a nuestro cerebro no solo es fruto de una dificultad para
dejar el vació en el que se pueda asentar algo nuevo, sino que está bien indizada
desde el poder para aturdir nuestra capacidad de libertad.
Somos bombardeados una y otra vez con mensajes
contradictorios, se vende la autosuficiencia (falta de dependencia), al mismo
tiempo que no sabemos ni cambiar una rueda, arreglar un enchufe o saber
cultivar un tomate. Se nos vende la cultura y la educación y no sabemos
distinguir un cuadro bueno de uno mediocre ni distinguir a un artista de un
impostor. Sin embargo nos hacen creer que dominamos todas las disciplinas
porque tenemos Wikipedia y que las distancias entre los seres humanos se han
desvanecido porque tenemos facebook. Pero en lo profundo sabemos que no es
verdad y lejos de clarificarnos nos empiezan a aflorar sensaciones
contradictorias sobre lo que día a día nos encontramos alrededor, ¿Realmente
quiero trabajar? -Si cada rato en
el trabajo estoy pensando en salir de él-
¿Es amor lo que siento o me lo estoy inventando? ¿Y tengo que vivir
con mi pareja y tener hijos y pagar una hipoteca?
Mientras todo esto sucede nos van metiendo el medio en el cuerpo,
miedo a no cruzar por el paso de cebra, miedo a no pagar los impuestos, miedo a
no ejercer ese derecho tan maravilloso como el de votar, miedo a no saber
inglés, miedo a no tener una casa, a no tener pareja…. miedo .Con este
soniquete mental vamos enmarañando nuestra capacidad heroica de cambio y
empezamos a generar pequeñas rutinas mentales desde las que creemos que
conocemos todo lo que nos puede pasar, y además, hemos definido como va ser nuestro futuro. De esta forma nos
adocenamos nosotros a nosotros mismos constantemente, para controlar los miedos
que nos han y hemos ido generando.
Es obvio que no hay mejor rehén que el que no quiere escapar de sus
captores.
Hay que desentrañar los miedos impuestos para
dejar de ser manipulables. Hay que fomentar la capacidad de análisis y la
capacidad sensitiva para romper la monotonía. Hay que liberar nuestra propia
capacidad idiomática para identificar las trampas que el modelo nos vende y así
dejar de ser cómplice inocente de sus fechorías. Hay que dar un nuevo sentido a
la palabras, por ejemplo bienestar, sí vemos claro que dicha
palabra no implica lo mismo hace tres siglos que ahora, debemos comprender que
no podemos otorgarle el máximo valor al concepto actual de bienestar o nunca
transformaríamos esa situación. Sin embargo nos venden el bienestar como una
situación concreta estipulada a conseguir en la cual si YO tengo casa, tele,
coche y vacaciones en la playa las cosas van bien aunque al lado se esté
muriendo alguien porqué ha dejado o nunca fue útil. Mientras no desenmascaremos
a las palabras de las connotaciones impuestas, nosotros mismos perpetuaremos en
muchas situaciones el modelo aún sin ser conscientes. El valor del lenguaje
debe entroncarse con una búsqueda y así conceder nuevas posibilidades a nuestra ya
vieja realidad.