Presentación

Un grupo de amigos hemos decidido poner en la red el libro, “49 RESPUESTAS A LA AVENTURA DEL PENSAMIENTO”, porque creemos que es especial. Su autor, Eduardo Pérez de Carrera, nos sugiere a lo largo de sus páginas nuevas formas de percibir nuestra vida, de entender la Historia, de interpretar la realidad que nos rodea. Nuestro propósito es convertir este sitio en un espacio abierto de reflexión donde tengan cabida todos los comentarios que se nos hagan llegar sobre lo que a cada cuál le sugieran o le hagan sentir los párrafos del libro. Nosotros nos limitamos a publicar cada quince días un nuevo párrafo y a invitaros a que participéis.

15 dic 2009

Texto 1.7

1.7 “Pero es posible que el hombre sólo pretenda aun desde el modelo la transformación de su propio modelo, y aún sea útil la reflexión de que el objetivo es la transformación del hombre mismo, la ocupación progresiva de los espacios vacíos de su propia consciencia”



COMENTARIO


¿A qué llamamos vacío?

Probablemente a aquello que aún no hemos conquistado. Si como afirma la física creemos que el espacio-tiempo es un binomio inseparable, un espacio vacío solo sería un tiempo vacío.

¿Qué son los espacios vacíos de nuestra consciencia? ¿Qué se oculta a nuestros sentidos mientras transcurre el tiempo? Quizás sea que tenemos que acercarnos a ese vacío con la seguridad de que su contenido se manifestará si nos desligamos de la obsesión de añadirlo a la realidad conocida.

Quizás, si dejamos de recorrer el laberinto al revés, entremos en otro laberinto donde surjan los mecanismos que nos conecten con leyes que superan el convencionalismo de la ética y la razón binaria. Eso sería dar un paso en la consciencia, pisar con firmeza un vacío lleno de interrogantes.

1 dic 2009

Texto 1.6

1.6 "Esa definición de realidad no sería el conjunto de lo existente sino de lo que el hombre percibe, una serie de descubrimientos transmitidos como conocimientos y soportados por una sucesión de cultos, ritos y ceremoniales que forman el entramado o la red de la cultura; y encima de esa trama es sobre la que se teje el modelo social".


COMENTARIO

En este párrafo se descubre algo esencial: el modelo social se apoya en el entramado de lo que llamamos cultura. En el pensamiento común se asocia la cultura con un valor positivo que debe cuidarse, fomentarse y conservarse. Pocas veces se hace el planteamiento de que quizá la cultura esté sirviendo de soporte argumental, de justificación, a un modelo social que se resquebraja.

En general, denominamos cultura al conjunto de conocimientos y valores comúnmente aceptados en una determinada sociedad. La cultura se transmite de generación en generación y se impone a todo hombre a través de la educación. De este modo se enseña a cada persona a creer que percibe exactamente lo mismo que todos los demás: se va tejiendo así en la consciencia del hombre la maya de lo que llamamos “realidad”, que no es sino lo que ha definido como tal poder dominante en un modelo social. De este modo cada hombre termina por creer que es lo que percibe de sí mismo y que lo que percibe es toda la realidad.

Parece claro que la cultura debería ser lo contrario: la asunción de la experiencia de quienes nos han precedido como impulso hacia la frontera de nuestras consciencias. La cultura así rompería con el modelo y se acercaría a su verdadera vocación poética y científica. La cultura así abriría fronteras a la consciencia y no se limitaría a estabular el pensamiento en estrechos espacios donde sólo se pare frustración e infelicidad.

La percepción de una mayor porción de realidad en buena medida depende de una radical transformación de la educación. Una educación que invite al hombre a plantearse interrogantes, a percibir su propia ignorancia, y a partir de ahí a impulsarse hacia nuevos conocimientos. Una educación que cuide las diferencias esenciales entre cada individuo, como el tesoro que cada uno ha de aportar.

Es cierto que lo que genéricamente denominamos cultura esconde sus perlas: auténticas poesías, obras de arte y actitudes científicas, nos invitan contínuamente a romper las fronteras de lo que nos han ido grabando como única realidad posible. Sin embargo, en la llamada sociedad de la información, por cultura también se entiende un espeso conglomerado de datos y vacíos dichos populares colocados al servicio de la justificación de un modelo (“más vale pájaro en mano” es una expresión arraigada profundamente que encarcela a nuestro espíritu aventurero y nos dificulta el planteamiento de las interrogantes que nos impulsen hacia otra forma de conocimiento). Por desgracia, la educación está hoy más relacionada con esta cultura al servicio del poder, que con aquélla que, en forma de pregunta, lanza una flecha de libertad hacia la frontera de lo conocido.

Pero por mucho que el modelo o el poder se esfuercen en disfrazar de única realidad a lo que ahora percibimos, nunca podrá silenciar el impulso de los sabios, la vocación de conocimiento científico o el canto liberador del poeta. Como recuerda el autor, “ninguna luz es inútil ni queda secuestrada para siempre”.