Presentación

Un grupo de amigos hemos decidido poner en la red el libro, “49 RESPUESTAS A LA AVENTURA DEL PENSAMIENTO”, porque creemos que es especial. Su autor, Eduardo Pérez de Carrera, nos sugiere a lo largo de sus páginas nuevas formas de percibir nuestra vida, de entender la Historia, de interpretar la realidad que nos rodea. Nuestro propósito es convertir este sitio en un espacio abierto de reflexión donde tengan cabida todos los comentarios que se nos hagan llegar sobre lo que a cada cuál le sugieran o le hagan sentir los párrafos del libro. Nosotros nos limitamos a publicar cada quince días un nuevo párrafo y a invitaros a que participéis.

15 dic 2009

Texto 1.7

1.7 “Pero es posible que el hombre sólo pretenda aun desde el modelo la transformación de su propio modelo, y aún sea útil la reflexión de que el objetivo es la transformación del hombre mismo, la ocupación progresiva de los espacios vacíos de su propia consciencia”



COMENTARIO


¿A qué llamamos vacío?

Probablemente a aquello que aún no hemos conquistado. Si como afirma la física creemos que el espacio-tiempo es un binomio inseparable, un espacio vacío solo sería un tiempo vacío.

¿Qué son los espacios vacíos de nuestra consciencia? ¿Qué se oculta a nuestros sentidos mientras transcurre el tiempo? Quizás sea que tenemos que acercarnos a ese vacío con la seguridad de que su contenido se manifestará si nos desligamos de la obsesión de añadirlo a la realidad conocida.

Quizás, si dejamos de recorrer el laberinto al revés, entremos en otro laberinto donde surjan los mecanismos que nos conecten con leyes que superan el convencionalismo de la ética y la razón binaria. Eso sería dar un paso en la consciencia, pisar con firmeza un vacío lleno de interrogantes.

29 comentarios:

José dijo...

En este texto el autor vuelve a inquietarnos y ya en principio nos “muestra” dos caminos: el acomodo al modelo o la de nuestra propia transformación. Uso la palabra “propia” que ya entraña discusión porque el autor lo que dice textualmente es “la transformación del hombre mismo”. Y al decir, yo, transformación “propia” implica algo de ego y nos entramos en el terreno de la conciencia. La conciencia, el autor dice “consciencia” y para mi todos esos matices tienen una implicación por las razones que esbozo a continuación y que tendrán, para mi, el largo recorrido de estos quince días que tenemos por delante frente a este texto del autor.

En principio que es la consciencia, aquel algo que se ha estudiado en psicología y en psiquiatría como algo relacionado con lo cognitivo. Si, consciencia del latín “cum scientia”, como la “facultad” del hombre de conocer su esencia y su entorno. Pero también existe aquello de la persona conciente, “que debe saber ponderar” el Bien y el Mal. El famoso “tener conciencia de nuestros actos”.

Ya de suyo nos enfrentamos a varias visiones, tantas como ha encarado la filosofía y la ciencia sobre este asunto de apariencia menuda. Y crecen los planteamientos diversos, como que la consciencia nos hace dudar de la información que recibimos a través de los sentidos, y el porque de la duda, cual es la voz del pensamiento que nos conduce?, cual es la intención de nuestro acto?, cual es la potencia que busca? Y que es el objeto frente a nosotros?. Que fenómeno nos produce ese objeto?. Que relación tiene esa percepción individual frente a lo universal?. Aquello de lo empírico frente a lo trascendental.

En ese mundo interior frente al paisaje están los recuerdos de otros mundos, de otras épocas, las miradas que se van en el curso de los ríos, las manos que se atan y se desatan para cruzar puentes y distancias. Están las percepciones, las intuiciones, los sueños, todo eso que es el mundo cognitivo. Todo lo que se abre a nuestros sentidos y a nuestra consciencia. Y el fenómeno frente al amor o frente a la espera. Cual es nuestra "intención"?. Acomodarnos o cambiar?

Entretinieblas dijo...

Desde la frase del autor y su atraer la atención sobre el hecho de que el objetivo de la transformación es la transformación del hombre mismo, pasando por la reflexión de El Aventurero de a qué llamamos vacío de la que de rechazo y de forma inseparable se desprende el cuestionarse a qué llamamos tiempo, continuando por la exposición de José deslindando de manera tan transparente la distancia que media ― pese a la aparente pequeña diferencia que por lo general tanto a la hora de pronunciar una y otra se pasa por alto como la más palmaria diferencia grande que existe entre ambas y que con frecuencia parece ser obviada en infinidad de planteamientos y discursos supuestamente cultos o intelectuales ― entre qué es conciencia y qué es consciencia; deteniéndonos acá o allá ― en algún recodo del laberinto del que carecemos de la certeza de estar recorriendo en la dirección que queremos ― a echar cuenta de qué son las también mencionadas “realidad “, “ética”, “razón” e “intención” se aprecia, parece, estar faltando algo no mencionado que sería “voluntad”, cuya diferencia con “intención” es tan nada desdeñable como la existente entre conciencia y consciencia.
Cuando José pregunta, o se pregunta, cual es la voz del pensamiento que nos conduce y, seguido, cuál es la intención de nuestros actos, cabe, ante la evidencia de que todo acto humano vendrá a parar en un efecto, preguntarse si la intención es suficiente para alcanzar el logro de la calidad deseable o se hace necesario dar un paso más y alargarse hasta la voluntad.
¿Se tiene consciencia de que la intención es algo así como la hermana pequeña de la voluntad?
¿Se tiene tanto acceso a la propia voluntad y a controlarla como el que tenemos para dominar, y manipular a veces, la intención pretextando estar buscando el bien y la verdad?
Los humanos nos aterraríamos muchas veces si nos encarásemos al deber de saber ponderar el Bien y el Mal y, tal vez por eso, en muchas ocasiones nos quedamos en la distancia más corta de la consciencia un poco al amparo de que, total, quién lo va a notar.
Pero es importante esa distancia que se juega a ignorar, es grave la trampa que los humanos nos hacemos a la hora de actuar guiados por buenísimas intenciones tantas veces pero no por voluntad; y desde la falta de esa voluntad que no se aborda se representa como bastante inabordable la labor de transformar no ya al modelo sino la mera ocasional envoltura que enmascara al modelo.
Y al mismo tiempo estamos dentro del modelo.
Parece deducirse entonces que sólo se logrará actuando de dentro, desde la conciencia, hacia afuera.
Y que sólo de la información limpia recibida desde el mismo fondo de la propia conciencia extraerá el Hombre la sabiduría necesaria para ir accediendo a “la ocupación progresiva de los espacios vacíos de su propia consciencia”.

Yo misma dijo...

Parece que nada más lejos de la intención del autor de sumirnos en la dualidad.
Y el texto, más dulce, con fé en el hombre, se nos abre a la posibilidad de que es posible que lo único que pretendamos sea cambiar el propio modelo, como si tuvieramos que formatear el sistema operativo.
Y en esos espacios vacios, ¿sólo hay eco?

Un amigo dijo...

Considero que en gran medida,somos exclavos de nuestra razón, por tanto voy a tratar de escribir desde algún espacio vacío de mi propia consciencia.
(¿Que fácil sería, verdad?).
He oido en alguna parte, que aunque no estamos preparados para entender a todos los que nos rodean; sí estamos preparados para quererlos, para amarlos.
El modelo social, lo hemos construido a partir de la limitaciones de nuestra razón, encima de lo que entendemos usualmente por cultura, normalmente no es consecuencia de aportaciones nuevas de los individuos,sino que es usado por los intereses de algunos.
Sin embargo el autor, nos habla de que para nuestra transformación, debemos ocupar espacios vacios, desconocidos para nuestra propia consciencia.
Para mí, lo desconocido, tiene relación íntima con el MISTERIO.
Del misterio, creo yo, nacen el Arte, y el Amor.
No usamos la razón cuando leemos poesía, y nos emociona más lo que no se cuenta, que lo que se cuenta, y en el amor y la generosidad no se usa la razón.
Tal vez, con la permanente vigilia a la que debería someterse el verdadero científico, de la que habla Ulises, o con el cultivo que habría que aportar a la cultura, como dice Goyo, podríamos confeccionar otro modelo, lleno de intenciones de transformación de cada uno de los individuos que lo componen.

José dijo...

Anoche me sonaba la palabra voluntad y, al meterme en el Blog, Entretinieblas la mencionaba y, quizás, con ese eco leía esta mañana a Yo misma.

Yo creo que vacio de la consciencia tiene eco, es el eco de los sueños, de las palabras abiertas, de la respiración en el silencio. A su manera todo enlaza porque la voluntad, véase a Hegel, busca en el pensamiento su libertad, el crear una realidad singular. Menciono a Hegel, no para asentarme en el si no, para no apropiarme de razonamientos ya propuestos.

A la enseñanza del autor y a la pregunta del Aventurero de como ir llenando los espacios vacíos de la consciencia surgen todos estos dilemas. No es que el autor nos suma en la dualidad, al contrario nos abre los caminos, pero los caminos tienen pasos y sonidos. Y esto nos remite a la dialéctica, a la búsqueda y ahí se vislumbra la voluntad, algo así como una estrella a seguir.

Volviendo a Entretinieblas las intenciones son como las huellas de los ríos, ya antiguos, para ir encontrando la voluntad y esta es como una desembocadura que se va llenando para verterse en el mar de la consciencia. Y en la consciencia esta la libertad, el conocimiento, el fenómeno interior. Y esto no pueden ser solo palabras, son vidas, objetos, sensaciones, percepciones, intuiciones.

La dialéctica, desde los griegos era la búsqueda del orden y el orden para ellos es el amor. Parmenides decía algo así como que el amor mueve las estrellas.

Manolo dijo...

Cuando el autor dice que “el objetivo es la transformación del hombre mismo”, me surge la primera duda: quién es el que tiene ese objetivo. A mí me gusta creer que, en el fondo, ese es un objetivo que tenemos cada uno de nosotros. De un modo más o menos consciente, todos quisiéramos “estar mejor”, incluso ser “felices”, lo que sucede es que no sabemos cómo se consigue eso. ¿Es necesario transformarse para alcanzar ese objetivo?

Creo que cada uno de nosotros tenemos muchas capacidades por desarrollar, que no somos seres terminados de construir, pero ¿es a eso a lo que se refiere el autor del libro? Él parece sugerir que la transformación del hombre pasa por “la ocupación progresiva de los espacios vacíos de su propia consciencia”, y me pregunto si eso tiene que ver con el desarrollo de nuestras capacidades latentes. Incluso el concepto de los espacios vacíos de nuestra consciencia se me escapa. Pienso que la consciencia es una de nuestras parcelas claves por desarrollar, pero ¿cómo se hace eso? Entiendo que desde la razón, desde el intelecto, es difícil porque sospecho que esas son herramientas que nos funcionan a partir del pedazo de consciencia que utilizamos habitualmente. Tiene que ser por medio de otros recursos. Quizás sea prestando más atención a nuestras sensaciones, a las inspiraciones que nos vienen desde no se sabe dónde. Quizás tenemos que aprender a mirar el mundo que nos rodea de otra forma, a valorar los detalles que solemos pasar por alto, a captar la belleza que hay en ellos, a buscar los indicios de otra realidad que, seguramente, también está ahí. Quizás la clave es estar más activos, más despiertos, para captar lo que está más allá de nuestro mundo conocido. De momento no se me ocurre otra manera.

Eolo dijo...

Y de esta nueva frase, en la que el autor nos hace un requiebro inesperado al maniqueísmo ético – etílico que a todos nos domina, y especialmente a aquellos cobardes que quieren eliminar a los valientes del capote, ¿con qué nos quedamos? Con la transformación del modelo desde el modelo, con que aún hay tiempo para hacerlo así, con que la transformación es la del hombre mismo, con que hay espacios vacíos en nuestra consciencia, o con que hay que ocuparlos.

A pesar de las sugerencias de la Ombligosofía, creo que subyacen tres ideas deslumbrantes: que el patriarcado cree en el hombre, que el trabajo consiste en la renuncia al estado habitual sobre la consciencia interno-externa de cada individuo, y que el vacío se nos manifiesta.

De los pocos elementos rescatables del exhausto patriarcado dominante, está que en la conquista de nuestras capacidades, pese al juego binario del pensamiento, necesariamente surgirá quien en su proeza, logre ir más allá, y rompa la dialéctica a bocanadas místicas hacia lo trinitario, por el solo devenir milenario del sentido de la marcha.

En la búsqueda del sentir íntimo de la existencia, solo te has de topar con el curso del espacio que transcurre entre el nacimiento y la muerte, yendo de frente, pues ha de haber un salto voluntario hacia otras formas de identidad, y no con la quimera del loco, o la razón de las lenguas, sino solo con la fe del héroe.

Lo más sorprendente para nuestro sentido particular del Ser, es que las nuevas formas que nos esperan, no pueden ser “descubiertas”, porque hay ángeles que protegen el paso de los intrusos, los niños inconscientes y los ansiosos de poder, sino que se harán presentes en un sentido de Revelación. Busquemos, pues, el lugar concreto de nuestra consciencia sucesiva para encontrar el momento exacto entre nuestros estados, en el que más próximos nos situamos del más allá.

Afrodita dijo...

Eolo, intuyo que lo que dices es muy bonito; noto en ello poesía, pero… no lo entiendo. No llego al fondo (y ni tan sólo a apenas arañar la superficie) de lo que quieres decir.
Del mismo modo que encuentro bonitos cantidad de los comentarios que muchos hacéis aquí. Los encuentro bonitos y me produce admiración el que sepáis decir tantas cosas, que el texto os sugiera tantas ideas; a mí me gustaría saber hacerlo igual, y expresarme en la misma línea en que os expresáis la mayoría. Pero no sé hacerlo y esa es mi verdad.
Creo que a lo mejor es que soy algo así como infantil, y cuando me pongo a dar vueltas de cómo ocupar esos espacios vacíos de la consciencia lo único que se me ocurre es que tendré que ocuparlos con mis propias sensaciones, nuevas, no tenidas con anterioridad y, por tanto no ya interpretadas antes por mi "yo", y, por tanto, no (por decirlo en el modo sencillo con el que yo me manejo) “manoseadas”.
Y para eso nada más cuento, creo que nada más se cuenta, con el propio vivir de a cada momento; y el propio vivir del cada momento es, salvo vidas muy intensas o muy plagadas de emociones, la pura y llana cotidianidad que no ofrece grandes sobresaltos ni nos pone ante encrucijadas demasiado complejas (aunque a veces sucede, desde luego); y en esa cotidianidad la única posibilidad, la única manera de experimentar y medirse uno consigo mismo es tratar de ver algo tan cercano como la forma diferente de hacer algo que tal vez ya se ha hecho infinidad de veces.
Ya sé que así dicho en palabras puede ser una simpleza, no pretendo algo como cambiar pequeñas costumbres que no modificarían nada esencial (aunque a lo mejor hasta es que sí) sino tan sólo fijarse, prestar atención, a si aquello que en cada momento se hace bien (porque es seguro que todos deseamos hacer todo bien) está hecho para el bien de lo que propiamente se está haciendo o para cubrir el expediente, sentir la satisfacción del deber cumplido y quedarnos contentos.
Y eso es lo único que sé hacer, lo único que con mis alcances entiendo que se puede hacer: buscar la calidad, la limpieza, de los propios actos.
Cuando os leo, a casi todos, tengo la sensación de que hay que hacer algo más…
¿Podríais – os ruego a todos, y no sólo a Eolo, que por ser quien escribe el último comentario que he leído parece que convierto en chivo expiatorio (no sé tampoco si estoy utilizando bien “chivo expiatorio”) de mi llamada de auxilio, cuando nada más lejos y que me perdone, le ruego de antemano, Eolo - emitir en una algo así como que longitud de onda un poquito más asequible?
Besos y gracias.

José dijo...

El autor dice ¨aún es útil la reflexión de que el objetivo es la transformación del hombre mismo¨.

Nos invita, también a reflexionar y para mi no desdeña a la razón. Yo a veces noto que vemos a la razón como si fuera un herida del hombre y no una luz. La razón es un instrumento para el conocimiento. No es divisible la mirada del hombre,es armónica, es geométrica. El hombre calcula y sueña.

El hombre se identifica a través de los rosetones con su ancestro druida. El hombre percibe la magia del amor en el muérdago, escucha los rumores del viento en los robledales. No hay división alguna.

Alguien podría decir que la razón es de occidente y la mística es de oriente. Pero el oriente y el occidente discurre en nuestra sangre. El cáliz de bronce ha sido fuente de conocimiento.

Los filósofos han observado a las estrellas para desentrañar lo eterno, para entender el movimiento de la tierra. Copernico nos destapo los ojos, nos hizo dudar. Aurobindo dice que la razón tiembla al entrar en el corazón del hombre, como tiembla el que ama, el que une.

En el espacio de nuestra consciencia esta la voz de los muertos, el susurro de la sabiduría, el ancestro del amor.

Yo creo que el autor me propone que busque el camino de la entrega y mi voluntad tiembla.

Gaspar dijo...

El modelo condiciona la razón, y considero que la evolución del hombre consiste en ampliar su consciencia fertilizando nuevos espacios yermos. Entre el hombre y el modelo, lo realmente importante es la persona y su posibilidad de transformación, transformación que para ser verdadera, habrá de realizarse al margen de los valores impuestos por el modelo.

Entiendo que el logro a conseguir, es la evolución del hombre transcendiendo el modelo social. ¿En qué medida?, mi respuesta es en la máxima posible. ¿Y cual es la máxima posible?, pues en cuanto al individuo, la que descubra y posibilite materializar todas las capacidades impresas en nuestro ser, que no han sido todavía ni intuidas. ¿y en cuanto al modelo?, la situación ideal sería tal, que el hombre hubiera alcanzado un grado de desarrollo pleno, de tal manera que no estuviera condicionado por normas y leyes ajenas a su propio sentir, y en consecuencia no existiera el modelo. ¿Es ésta una situación utópica?, claro que sí, pero a pesar de estar muy lejos de este escenario, considero que debe estar presente en el sentir del hombre, para tener fe en vivir y morir. ¿Cómo se consigue? claro que no existen recetas, pero creo que el único camino es ( y me voy a poner un poco pesao) a través de un trabajo personal que contagie el entorno.

Llegados a estas fechas, quisiera desearos a todos (por lo menos a los de este hemisferio) un Feliz Nuevo Sol.

José dijo...

El autor, también, nos invita a reflexionar y para mi no desdeña a la razón. Yo a veces noto que vemos a la razón como si fuera un herida del hombre y no una luz. La razón es un instrumento para el conocimiento. No es divisible la mirada del hombre,es armónica, es geométrica. El hombre calcula y sueña. El hombre se identifica a través de los rosetones con su ancestro druida. El hombre percibe la magia del amor en el muérdago, escucha los rumores del viento en los robledales. No hay división alguna.

Alguien podría decir que la razón es de occidente y la mística es de oriente. Pero el oriente y el occidente discurre en nuestra sangre. El cáliz de bronce ha sido fuente de conocimiento.

Los filósofos han observado a las estrellas para desentrañar lo eterno, para entender el movimiento de la tierra. Copernico nos destapo los ojos, nos hizo dudar. Aurobindo dice que la razón tiembla al entrar en el corazón del hombre, como tiembla el que ama, el que une.

Yo creo que el autor me propone que busque el camino de la entrega y mi voluntad tiembla.

Beucis dijo...

Pretender desde el modelo existente la transformación de nuestro propio modelo, es como tratar, desde unas cenizas frías de combustiones viejas, avivar fuegos y hogueras que calienten futuros. Jano es el dios de las puertas, el que guiaba a los caminantes en los mitos de Roma, es el dios bifronte con una cara que mira hacia el nacimiento y con la otra que mira hacia la muerte, los dos Juanes, el de la memoria del agua que nos acoge al nacer, y el de los óleos santos que nos va a ungir en la puerta de la muerte. Dios que vigila las dos puertas de cada laberinto de nuestro devenir, que no quiere retrocesos cómodos que nos impidan afrontar la muerte, para después de ella poder salir volando.

Todos nuestros héroes, arquetipos mitológicos, después de pisar el vacío desconocido y destrabarse de memorias pasivas de tiempo y espacio, han salido volando con ayuda de Pegaso el caballo alado, de Clavileño, de las alfombras y de los pájaros mágicos de los cuentos de las Mil Noches y Una Noche….. Han salido volando hacia otros planos. Pero siempre ha habido y sigue habiendo esa gran tentación de pisar terreno conocido, de recorrer espacios y paisajes familiares, de que las campanadas de nuestro tiempo sean ecos de otros tiempos que tenemos vividos y resueltos.

Nos dan miedo esos espacios vacíos que escribe el Aventurero, ese tiempo que transcurre sin que sepamos cómo. Aterra lo desconocido que está ahí esperando nuestra pisada, esperando que iniciemos un recorrido que nos lleve a esa cueva de los tesoros que descubrió Alí Babá y que espera de nosotros tan sólo la capacidad de decir: “¡¡ Ábrete sésamo!!”. Ese “pisar con firmeza un vacío” lleno de interrogantes y superar y redimir nuestros Pulgarcitos, que siembran de señales el camino para poder volver, para desandar lo hecho, sin posibilidad de perderse, sin posibilidad de aventura. Redimir nuestras Ariadnas con ovillos engañosos de falsa seguridad para el héroe que, después de la lidia del Minotauro, del ego, en vez de salir por la puerta grande, iba a volver, a retornar, por ese camino ya recorrido, a encontrarse con el pecado: es decir, con la no evolución. Miedos en el caminante, engaños y añagazas para justificar el inmovilismo. Y si no nos movemos y llenamos nuestros vacíos, difícilmente el modelo va a transformarse y a llenar sus vacíos.

Antido-too dijo...

Soy nuevo en el blog, pero me ha interesado muchísimo lo que se está escribiendo. Y me sumo para alentar su participación y su lectura, pero admiro más los comentarios escuetos y puntuales de algunos, y la profundidad precisa de estos comentarios.

Pues a mí la reflexión no me lleva por el camino de los espacios, sino por el del tiempo. El espacio es en esencia un planteamiento infantil para mentes más limitadas. El tiempo, contrariamente, es una idea más elaborada y que produce una sensación más fiel con el devenir, y como más filosófica.

La relación que establecemos con el tiempo es de las cuestiones de más importancia en el estudio humano y su devenir. Al verlo con detenimiento observamos muy diferentes maneras de relación, la mayoría deformes respecto al concepto estrictamente científico que la Física establece desde sus principios.

Por hacer mención a algunas de estas formas, son muy significativas lo que hacemos con el pasado, que manejamos de forma defensiva siempre tratando de evitar los traumas que se han dado, y no yendo con más valentía a cada momento como nuevo. Otro es estabulando el futuro, para estructurarlo desde el control de las situaciones que pueden venirnos sin previsión, y no nos podemos dejar llevar hasta donde nos lleven las situaciones. Como del presente no se puede ni huir ni prever, y es la forma de tiempo más aplastante que se nos puede dar, la tememos más, y donde probablemente el autor del texto nos quiere llevar la atención, porque allí puede que existan salidas.

Solamente sobre el presente solo puedo pensar, con la Física en la mano, que puede haber dos caminos que veo contradictorios: la velocidad, impulsándola hasta donde se pueda, siendo este el más frecuente en nuestro entorno cultural; y la quietud, eso que tanto nos cuesta, y que intuyo esconde tantos secretos para nuestras mentes ruidosas y atribuladas con tanta estimulación.

¿Me podéis decir algo de esto?

Talatí dijo...

No creo que sea factible la transformación del modelo a través del mismo modelo. Haría falta algo rompedor, algo que generara un vacío a través del cual generar algo nuevo.

Pero siempre tendríamos miedo. Lo que más miedo nos da es quedarnos sin asideros, sin algo a lo que agarrarnos. Queremos cambiar cosas pero sin sentir ese vacío. Nos agarramos a todo lo que pillamos para dar un "pasito". Queremos dar pasos pero bien sujetos para no caernos. ¿Pero, así, la transformación no es mucho más lenta? ¿Acaso no tememos que ese vacío racional nos lleve a una especie de "locura", a darnos cuenta de que la situación para nada la controlamos nosotros? Y si no la controlamos nosotros, ¿quién la controla?

Si no vemos "resultados" (entendiendo por resultados algo racional y de alguna manera medible) pensamos que estamos haciendo el "gilipoyas" y que nos la vamos a dar por "bobos".

¿Pero cómo creemos que podemos transformar nuestra consciencia desde la consciencia? ¿O, acaso, para transformar el modelo no es necesario, entre otras cosas, transformar nuestra consciencia?

Ella dijo...

Estamos dentro, dentro del sistema, dentro del modelo.
Pero es el modelo de persona, ese "caminar con zapatos de muertos" de Eduardo, el que no hay que tomar.
Yo creo que cada uno podemos llegar a ser nuestro modelo, nuestro Ser puede llegar a ser nuestro Maestro, el que nos guia por nuestros recovecos interiores y por nuestro quehacer cotidiano.
El que nos alienta y nos recrimina.
Hacer caso a nuestro ser interior que no es nuestra razón, ni las razones de nuestro alrededor, ni lo razonable del sistema, y tantos ni...
Porque los espacios vacios si se llenan con copias o falsas propuestas sólo provocan eco.

goyo dijo...

Aún me sigue fascinando el paso del viaje de la emigración de las grullas. Grullas que grullan anunciando un nuevo cambio de estación. Lo primero que se oye es su eco melodioso que se va aproximando; luego alzas la mirada para ver el acontecimiento, y suele suceder que a primera vista sólo encuentras el azul del cielo, pero al insistir en la búsqueda, a lo lejos y a lo alto, divisas unas motas que avanzan en organización casi perfecta. Es el vuelo altisonante de aves que viajan anunciándose rutas invisibles…..Pero de pronto todo se altera, la marcha se detiene allá arriba, y en caótico revoloteo que va de un lado a otro sin parar, como perdidas en laberintos invisibles, giran y giran, insistiendo una y otra vez en el intento de hallar continuidad…. Hasta que una de las grullas encuentra una nueva corriente de aire favorable y así lo trasmite, y todas a una nuevamente siguen avanzando por la inmensidad del cielo, ….
Grito de grulla, canto de grulla es el que anuncia al dios viajero de los Germanos cuando es transportado por ésta a través de espacios que sólo los dioses conocen

¿… Es que alguien puede imaginarse un universo infinito? . Y ¿dónde empieza y termina la representación del propio poliverso que habita tu ser ? . No está en mis manos poder dar contestación a tales preguntas, pero en la reflexión me hallo lanzado a la posibilidad de reconocimiento de algún espacio que nunca antes hubiera contemplado.

El “pater” que caudilla el desfile de la zancada larga, pronta y prieta, del ajustado estado de filas, de la efectividad pragmática de lo útil, ha logrado la máquina que sintetiza su afán desarrollista. Disimulándolo al recubrir ésta con pinturas metalizadas, que brillan aún en días nublados, quiere hacernos pensar que su orden del mundo es hasta acertado.
No cabe duda de que esto sea un logro, pero el “pater“ de la patria potestad se olvidó de cómo a su lado caminaba la dama enmudecida, que no resignada. Esa silenciosa dama que siempre susurra cánticos jamás maginados e irrepetibles, anunciando que uno y uno nunca son dos, sigue esperando a que alguien la escuche y se deje cautivar por su misterio femenino. Por eso cuando la duda anida en el paso marcado, y la posición de “firmes” se debilita en nosotros, oímos más a la “mátria” de los espacios aún no transitados, y sólo nos falta dejarnos cautivar para apreciar que el color no sólo está en la pintura metalizada…


No me resulta difícil seguir los rastros de la madre a través de la piel de un niño que me anuncia un estado sin dobleces de imagen, en el que me hallo mecido por la serenidad del encuentro. Y a la vez que esto sucede, al contemplar su mirada sin ningún requiebro, siento que me invita a seguirle en una aventura en la que no aprecio trazos de prejuicio. Aflora la feminidad con su presencia, y parecen insinuárseme importancias aún no descubiertas.
Dama Alba de la noche oscura que siempre estás aunque no te vea, sólo tú puedes llevarme a velar armas para encontrar la vela que alumbre tu presencia…. Emular al Caballero Andante de la Triste Figura en pro de la Dulce Enea, de la Señora que anuncia el nuevo camino que surge de las encrucijadas, de la Dama de las rutas no diseñadas, es un buen modo de seguir avanzando hacia el encuentro con el destino.

Manolo dijo...

Tengo la impresión de que la transformación del hombre, que señala el autor del libro, requiere, entre otras cosas, que cambiemos nuestro propio modelo. Estoy de acuerdo con él en que no es posible hacer eso partiendo del modelo de sociedad en el que vivimos. Sin embargo, el modelo de vida, de conducta, de pensamiento, que cada uno nos hemos ido forjando es, en gran medida, una reproducción de ese modelo social. Aunque no nos guste la idea, estamos bastante colonizados por el modelo en el que hemos nacido y crecido, en el que nos han educado. Forma parte de nuestra realidad y tenemos que partir de esa realidad para poder transformarnos. La cuestión sería, por tanto, cómo podemos irnos deshaciendo de nuestro propio modelo para posibilitar que se de en nosotros una transformación global.

Creo que en este punto cobra un valor especial ese concepto del “trabajo personal”, del trabajo en uno mismo, del que tanto se habla en este foro. No sé muy bien qué significado tiene para los demás, pero para mí, en este caso, significa irse desprendiendo de las ideologías, de los esquemas conceptuales, de los valores, de los principios, de las creencias en suma, que hemos ido grabando en nuestra forma de ver la realidad y en nuestra forma de conducir nuestras vidas. Y cuando digo “desprenderse” me refiero a algo así como a distanciarse, a relativizar, a cuestionarnos todas esas verdades absolutas que constituyen nuestros referentes habituales para abrirnos a otras verdades, sucesivamente más ricas. A reírnos de nuestros principios “sagrados”. Pero con la confianza (en realidad, sería con la fe) de que poco a poco seremos capaces de ir hilando mucho más fino y encontrando otras pautas más sagradas que vayan llenando ese vacío del que habla Talatí. Aunque, seguramente, esas pautas luego haya que sustituirlas de nuevo por otros matices de conducta, en la medida en que nos vayamos haciendo más sabios.

Pero, en cualquier caso, no sería solo un trabajo de “desideologización”, de destrucción de lo que teníamos asumido, sino que paralelamente habría que poner en marcha otras cosas para lograr esa transformación de la que nos habla el autor. Porque, si no, lo único que estaríamos haciendo es fabricarnos un vacío sin que eso significara que automáticamente se iba a llenar con algo que realmente mereciera la pena. Y yo supongo que esas otras cosas tienen que ver con la ampliación de nuestra consciencia, a la que se refiere el autor. De nuestra consciencia y de todas esas capacidades que tenemos en estado embrionario o simplemente durmiente.

Mandrágora dijo...

Antído-too, como bien pedías, hago referencia a tu comentario partiendo de mi total desconocimiento de la física y lo que se le parezca, pero siempre he oído mencionar que el espacio-tiempo iban intrínsecamente unidos a nuestro contexto de vida —a lo mejor es erróneo—, de ahí que no entienda que «el espacio es en esencia un planteamiento infantil». Creo que no es opinable, es un punto de partida.

Por otra parte, decías «del presente no se puede huir ni prever», y yo creo que es lo que hacemos habitualmente. Si realmente no se huyera y viviéramos en todo su calado cada situación, para empezar, tendríamos mayor posibilidad de transformar el modelo. Soy de las que piensa que primero hay que asumir, formar parte del modelo que te ha tocado vivir, para después, una vez asimilado, relativizar, criticar y buscar sustitución. Y todo ello es posible desde una entrega y aprovechando la oportunidad, no desde la huída ni la previsión.
Y refiriéndome a la cita del autor, «la ocupación progresiva de los espacios vacíos», esto lo entroncaría con la necesidad de un maestro. No veo posible el adentrarse en parámetros desconocidos, fuera de tus referentes y con posibilidad de irse a la deriva, sin la guía de alguien que conozca esos espacios vacíos. El miedo a desasirse entiendo que puede verse compensado en la medida en que va primando la confianza y la motivación por tu propio caminar, y eso no viene por añadidura.

Antido-too dijo...

Gracias Mandrágora por tu contestación, ya pensaba que nadie se haría cargo de la pregunta que había hecho en el párrafo anterior. Y me gusta este blog porque se pueden intercambiar comentarios y puntos de vista sobre cosas que a muchos nos interesan, y no solo echar nuestro particular “rollo”.

En tu réplica indicas que no crees que el espacio sea un concepto infantil, pues está relacionado con el tiempo, y que además el presente es un esclavo del pasado y del futuro. Echando mano, como otros, de personas mundialmente célebres, te diré que el problema de Mortadelo y Filemón es que no son capaces de salirse de su personaje, y siempre se mantienen fieles a su particular idea de ser, pese a los esfuerzos del profesor Sacarino. El espacio sin movimiento es un concepto primario, y como nos enseñaron en Bup, Eso y Bach., sin que haya movimiento no se genera el tiempo, por lo que me parece que el problema radica en que el manejo del tiempo –defensivo al pasado y controlador del futuro‒, es estático, y el presente por lo tanto pasivo. Mi duda estriba en la contradicción entre favorecer la velocidad o la quietud en mi propia vida.

Mi dilema personal aumenta cuando “Ella” nos dice que hagamos caso a nuestro maestro interior, que supongo que es a quien Mortadelo hace caso cambiando sistemáticamente de indumentaria, porque es lo que me pasaría a mi si hiciera caso a mi interior cambiante y errático. Luego tú nos dices que tenemos necesidad de un maestro exterior que guíe nuestros pasos, al estilo más de Filemón, que no cambia ni por casualidad, y se mantiene a las órdenes de los modelos esperando de su buena conducta una salvación.

Gracias de nuevo por ayudarme, y seguiré buscando la respuesta con vuestras ayudas, ahora incorporada la duda de que si F. Ibáñez no será Mefistófeles.

Andrés dijo...

Se habla mucho del tiempo en estos comentarios al último de los textos publicados en el blog. Yo me preguntaría de qué tiempo estamos hablando. Si hay uno sólo, o si hay un solo concepto de tiempo, o si los seres pensantes nos movemos en el mismo tiempo en que la oruga, desconocerá del tiempo y sin ningún plan trazado desde su propia razón, llega a ser mariposa; o en el mismo tiempo en que un trozo de carbón llega sin angustiarse a ser un diamante maravilloso.
Parece bastante obvio que no, y que así como el resto de todo lo creado cumple su misión, llega a la perfección de su propio ser pese a su ignorancia del tiempo, y de su utilidad, y aun a pesar de su sinrazón, los seres pensantes, pese a nuestro conocimiento del tiempo, y de su utilidad, al amparo incluso de nuestra razón, no logramos tanto. O no todos. O no siempre.
Parece obvio también que la razón nos proporciona cierta ventaja con respecto a los seres que carecen de ella. La ventaja de que desde la razón vamos a poder valernos de conceptos que a lo mejor y contemplados desde la propia razón no son del todo imprescindibles.
¿Cómo funcionarían nuestras vidas si las contempláramos desde fuera de algo tan engañoso y huidizo como es el presente?
Y sin embargo es en el presente donde vivimos lo que conocemos como nuestro ahora; un ahora formado a base de retrocesos falsos, como son los recuerdos siempre deformados, por un lado, y por otro lado a base de proyectos, o de elucubraciones, venturosos o desventurados en función de cómo estemos interpretando lo uno o forjando lo otro en manos, como estamos, de eso precisamente: el cómo estamos.
Parece todo una especie de espiral de locura de la que no hubiera modo de escapar.
Parece que cuando el hombre probó el fruto del Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal lo primero que aprendió fue a ponerse la zancadilla a sí mismo.
En otro orden de cosas, ¿no estás incurriendo en contradicción, Antido-too, cuando asimilas el cambio de indumentaria de Mortadelo a tu “si hiciera caso a mi interior” que tildas, con un cierto matiz peyorativo, de cambiante y errático?
¿Qué otro yo se puede desear que el cambiante y errático que no encontrando ni su identidad ni el lugar en que instalarse sigue buscando?

Manolo dijo...

El autor desafía a nuestra imaginación cuando habla de “la ocupación progresiva de los espacios vacíos” de la consciencia. ¿Qué nos dicen los científicos sobre la consciencia? Bien poco. El tema lo habían dejado en manos de filósofos y psicólogos hasta que, en 1994, alguien con tanta autoridad científica como Francis Crick (codescubridor de la doble hélice del ADN) decidió abordarlo en un libro que, en España, se publicó con el título “La búsqueda científica del alma”, y que sigue siendo una referencia obligada. El tema de la consciencia, o de la mente, es ya objeto de intensa investigación. A mí también me han interesado el libro de Steven Rose, “Tu cerebro mañana”, y el de Norman Doidge, “El cerebro se cambia a sí mismo”.

En resumen, los científicos han optado por suponer que la consciencia es un producto exclusivo del funcionamiento del cerebro, aunque no tienen ni idea de qué es, dónde se localiza ni cómo funciona. Apenas se comprende cómo se producen los pensamientos, ni cómo opera o dónde está la memoria, por citar solo dos manifestaciones asociadas a la consciencia. Según avanzan las investigaciones se va viendo que el cerebro es mucho más complejo de lo que se creía. Dicen que tenemos unas 100.000 millones de neuronas, aunque se sabe que es más importante la cantidad de conexiones existentes entre ellas (sinápsis). También se sabe que el cerebro tiene una inmensa plasticidad y que, con una educación adecuada, con un ambiente rico en estímulos, puede desarrollar zonas no utilizadas y crear nuevas conexiones entre neuronas. Pero no se sabe por qué una neurona “decide” conectarse con otra, o dejar de hacerlo. Sí se sabe que las conexiones que no se usan se pierden. Con semejante panorama es perfectamente válido especular sobre el asunto.

¿Podríamos ocupar los espacios vacíos de nuestra consciencia desarrollando más sinápsis entre nuestras neuronas? Sospecho que el desarrollo de nuevas sinápsis depende, por una parte, de que hagamos que nuestra vida sea una aventura de exploración permanente, de educación innovadora. Eso enriquecería nuestra actividad neuronal. Y esto depende de nosotros mismos. Por otra parte, yo creo que también depende de elementos externos a nuestra biología. Sospecho que la consciencia se expresa, sí, a través del cerebro pero no es un producto del mismo, como quieren creer los científicos. Gran parte de su desarrollo depende de cómo interactuemos con lo que nos llega de fuera. Y ese “fuera” es, en parte, un gran misterio. Son quienes nos rodean, nuestro entorno conocido, pero también son las “musas” que nos inspiran y todo aquello que, aún siendo desconocido, puebla el universo.

Afrodita dijo...

Manolo; este último comentario tuyo es una auténtica delicia, el tipo de comentario por el que vengo clamando.
Es muy interesante y está escrito de forma muy entendible lo que dices de las neuronas, y de las interconexiones; tan sencillo lo expones que resulta esperanzador y dan ganas de simplemente dejar jugar a la imaginación y que ella, a su aire y sin cortapisas, trastée y enrede con todo cuanto se le ponga por delante. Son cosas, por otra parte, esos juegos de la imaginación, o de la mente o del pensamiento o del como se llame que todos nos sentimos en ocasiones danzando en mitad de ellos, y nos sorprendemos de repente viéndonos pensando en algo que no se nos había pasado ni de lejos por la cabeza y si quisiéramos recorrer el camino de vuelta y localizar el punto o el instante o la idea quizás muy fugaz de donde arrancó el proceso nos resultaría imposible. Se suelen rechazar, sin embargo, este tipo de pensamientos considerando desde la razón “estoy pensando tonterías”.
Te agradezco también los libros que mencionas, con sus títulos y sus autores que me propongo buscar. Creo que es una buena idea que podría extenderse por el blog, que quien lea o sepa de lecturas relacionadas de algún modo con los textos que se van comentando lo diga; pues ocurre muchas veces que con determinados temas no sabe una como llegar a la literatura que los trata porque no sabe ni cómo plantear qué está buscando ni conocen nombres de autores que se ocupen del asunto, va entonces y recurre de forma un poco difusa a la “filosofía” , pero tampoco la filosofía aclara (y más bien oscurece) según qué cosas.
En fin, que me ha encantado, Manolo, y que te lo agradezco infinito, y que de alguna forma y sin que sea capaz de averiguar el porqué me ha conmovido; y que me han dado ganas de darte las gracias y un millón de besos. De veras.

José dijo...

He ido repasando con gran interés todos los comentarios hasta llegar al ultimo publicado de Manolo. En cada uno hay algo que va quedando en la consciencia.

La consciencia es dinámica. Podríamos decir que hay algo histórico en el proceso. Es un camino delicado porque de alguna manera se puede caer en el Darwinismo sociológico. La palabra evolución es muy compleja y enseguida conlleva diversas interpretaciones y, es aquí en donde hay para mi, un hilar fino en el autor cuando enfatiza que es la transformación del hombre mismo.Parece decir el hombre como especie y no de ´uno mismo´. Evidentemente cada uno hace su papel pero es una mano que se ase a otra.

Los científicos han filosofado sobre lo que han ido descubriendo. En términos académicos han analizado pero a la vez han sintetizado y este es el motor de la dinámica de la expansión. Es quizás la especificidad del hombre. El cerebro es físico y las neuronas también las tienen los animales. Estas neuronas responden a estímulos que reaccionan en cadena ante el miedo, la emoción, etc. Digamos que responden a la supervivencia. Podríamos decir que esa primera etapa es de análisis pero hay una etapa, la de la experiencia del hombre que las sintetiza, las armoniza, les da ritmo. Hay esta el sentimiento ante el que la ciencia da cabida a otros procesos, a esas ´musas´ que menciona Manolo.

En matemáticas los sistemas han logrado generar enormes desarrollos. En el conocimiento también pero el modelo social ha ¨ahogado¨la voz profunda del hombre, no la ha dejado respirar para evitar su expansión. Cuando el hombre respira armónicamente libera el corazón y hay que recordar que en las culturas antiguas, como la egipcia, al enterrar a los faraones se les cuidaba el corazón y se deshechaba el cerebro. Los artistas siempre han musicalizado que se conoce a través del corazón y en filosofía se afirma que que todo lo que hay en la razón ha pasado por el corazón. Podríamos decir que el conocimiento late en el pensamiento y los espacios se dinamizan respirando libremente, amando, trabajando.

Manolo dijo...

Afrodita, te agradezco tus palabras. Sin embargo, tengo la impresión de que no me he hecho entender tan bien como dices. Yo no pretendía sugerir que cuando “dejamos jugar a la imaginación” estemos desarrollando nuestra consciencia. No soy, para nada, un experto en esta clase de asuntos, pero yo intuyo que para hacer crecer nuestra consciencia es necesario empezar por “estar atentos”, ya sea para mirar al mundo que nos rodea con nuevos ojos o para recibir a las “musas”. Y estar atentos es estar muy activados. A mí me da la sensación de que la actitud de dejar volar la imaginación, a que tú te refieres, tiene más que ver con una actitud “pasiva”, casi diría indolente, que con el tipo de activación a la que yo me refiero. Pero quizás no te haya interpretado bien o, sencillamente, yo esté confundido. Un abrazo.

Afrodita dijo...

No es interpretar ni bien ni mal, Manolo, ni por tu parte ni por la mí. Tu mención de las musas me ha sugerido ese tipo de pensamientos no buscados en los que uno se siente inmerso en ocasiones, y que le sugieren mundos no imaginados antes sin que pueda concretarse de dónde partió la chispa que los desencadenó; lo que a su vez me ha remitido, de forma un tanto a mi aire, a las interconexiones entre neuronas de la que hablabas. También es cierto que yo lo vivo desde la sensibilidad femenina, que tengo entendido que es muy distinta de la masculina y valora, creo, de forma diferente el qué es estar activo y qué el estar pasivo. De todos modos a mí me ha servido para tener, otra vez puede que a mi aire, en un poco más de estima algo que me ocurre con frecuencia e intento arrinconar diciéndome “las personas sensatas deben ser más prácticas”.
No me eches es el jarro de agua fría que representa el tener que volver a la idea de que estoy equivocada.
La última frase es, por supuesto, broma; pero el lenguaje escrito tiene el defecto de no reflejar el tono de voz con que se diría lo que se teclea.

José dijo...

Estoy de acuerdo con Afrodita, el interesante comentario de Manolo da cabida a imaginar otros caminos del conocimiento. Al señalar que la ciencia se ha encontrado con muchas trabas para probar el funcionamiento de nuestro cerebro en el pensamiento y en el sentimiento, el aire atado por el miedo a decir cosas desconocidas o ingenuas se libera y permite una expresión más autentica, más libre.

eneadene dijo...

Segun los ultimos comentarios sobre los ultimoa analisis de los ultimos estudios, el hombre lleva mas de 4,5 millones de años intentando generar un modelo de entendimiento de la naturaleza y sus fenomenos, y al menos parece haber acertado en unos pocos y complicadose la vida en el resto, y eso considerando las distintas perspectivas que se han desarrollado segun la latitud y altura donde la practica experiencial ha tenido lugar. No creo ni yo ni casi todos que en esta generacion o en la proxima resolveremos todas las cuestiones acercandonos a la verdad. Pero si parece evidente que hay y ha habido hombres, grupos y culturas que han encontrado vias mas o menos secretas para acercarse a ello.

Calpa dijo...

Por ser mi primer comentario en este blog, y, esperando que no sea el último, seré breve y únicamente escribiré los sentimientos que este texto despierta en mi: FELICIDAD y RESPONSABILIDAD.

Felicidad representada por la esperanza del trabajo por hacer, del camino que recorrer y los espacios de consciencia que ocupar.

Responsabilidad por conseguir que dicho camino por la vida vaya eliminado la resonacia que producen los espacios de nuestra consciencia.

doña Merceditas dijo...

Los espacios vacíos suelen dar miedo, causan una cierta inquietud y generan la necesidad casi compulsiva de rellenarlos con lo que sea.
Ocurre con las casas; habitaciones atestadas de enseres que en realidad nos dan lo mismo y más bien incomodan porque hay que quitarles el polvo y cambiarlos de sitio y levantar y volver a posarlos ejecutando una serie de movimientos innecesarios y pensando “en cuanto termine de arreglar la casa me pondré a lo que de verdad quiero hacer”. Pero para lo que de verdad queremos hacer racaneamos, de manera mezquina, nuestro preciado tiempo.
Ocurre con los pensamientos y con lo que — para ni verlos ni oírlos — miramos y escuchamos para eludir el mirarnos y el escucharnos (a nosotros mismos, no a otras gentes, que parece que mirar y escuchar a otros asusta menos); y miramos la televisión, y escuchamos programas de radio que no hemos elegido, y conversamos no importa de qué siempre, claro, que sea algo que no importe.
Los espacios vacios de la consciencia de los que nos habla el autor en este texto sospecho que son otra cosa, otros lugares que nos están esperando, aguardando a que el silencio y la quietud los despierten.
Me contaron una vez que… creo que los mahoríes, dicen que la vida real es la que vivimos en sueños. Y que a lo que otros llamamos “estar despiertos” ellos lo denominan “estar dormidos”.

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