1.9. "Hay algo que ya habían descubierto los hombres que han buscado la sabiduría en todos los tiempos: “los sentidos sólo abarcan una pequeña parte de aquello que se dice que existe”; hoy se sabe que el arco electromagnético que es percibido por los sentidos convencionales se limita a una mínima porción del espacio definido por la descomposición del arco iris."
1.10 "La capacidad del ojo humano llega a su máxima longitud de onda perceptiva con la vibración del color rojo, y la mínima con el violeta. Esta vibración micrónica del mundo físico está de manera constante definiendo el mundo que cada uno ve, que además, como sabemos, es diferente al de los demás. Cualquier vibración superior a la captación del ojo se escapa de la capacidad perceptiva de la consciencia, al menos así parece; allí empieza el infinito y misterioso campo de los infrarrojos; de forma similar parece ocurrir con las vibraciones inferiores al violeta, adentrándose en el espacio mágico de los ultravioletas. Decían los egipcios que el Sol anunciaba la mañana en rojo y se despedía por occidente, dejando en el crepúsculo, a medida que avanzaba hacia el fin de la Tierra, una manta violeta. De manera similar a la vista sucede con el resto de los órganos perceptivos que definen el mundo exterior."
COMENTARIO
Todo lo físico, lo fenoménico, es vibración; todo está en movimiento. Todo son ondas que se expanden hasta el límite del tiempo.
Dice la física convencional que la luz roja y la violeta, igual que sucede con todas las luces del arco iris y las demás radiaciones del espectro electromagnético, recorren el espacio-tiempo a la velocidad de la luz. Todas viajan a la misma velocidad pero todas son diferentes, cada una tiene su ritmo.
El rojo vibra con calma pero recorre largas distancias, mientras que el violeta tiene que vibrar muchas más veces para desplazarse lo mismo. Uno avanza con pasos largos y pausados, mientras que el otro viaja con pasos cortos y rápidos. Dos ritmos diferentes para llegar, a la vez, al mismo punto. Y entre ambos, el naranja, el amarillo, el verde, el azul y el añil combinan, cada uno a su manera, el espacio con la frecuencia.
El día comienza en rojo y termina en violeta. Como si todo se acelerara, a medida que el Sol se aleja de oriente, para compensar con rapidez lo que se pierde en recorrido.
Hay una compleja relación entre la luz y el pensamiento, una red todavía confusa de procesos en los que están implicados la glándula pineal, la melatonina (la hormona de la noche), la melanina, el calcio y la piezoelectricidad. Lo cierto es que pensamos diferente según la luz que nos llega, lo evidente es que necesitamos la noche para que el violeta vuelva a encontrarse con el rojo.
Textos recogidos del libro "49 RESPUESTAS A LA AVENTURA DEL PENSAMIENTO"
de Eduardo Pérez de Carrera publicados por el Aventurero.
Presentación
Un grupo de amigos hemos decidido poner en la red el libro, “49 RESPUESTAS A LA AVENTURA DEL PENSAMIENTO”, porque creemos que es especial. Su autor, Eduardo Pérez de Carrera, nos sugiere a lo largo de sus páginas nuevas formas de percibir nuestra vida, de entender la Historia, de interpretar la realidad que nos rodea. Nuestro propósito es convertir este sitio en un espacio abierto de reflexión donde tengan cabida todos los comentarios que se nos hagan llegar sobre lo que a cada cuál le sugieran o le hagan sentir los párrafos del libro. Nosotros nos limitamos a publicar cada quince días un nuevo párrafo y a invitaros a que participéis.
47 comentarios:
Los sentidos sólo nos permiten detectar una parte, más bien pequeña, del mundo que nos rodea. Y uno se pregunta: ¿Por qué tienen esas limitaciones?, ¿por qué no podemos:
- tener un olfato tan bueno como los perros,
- ver en la oscuridad como las serpientes de cascabel,
- oír los ultrasonidos como los delfines,
- ver a distancia con la agudeza visual de las águilas o
- ver en la banda ultravioleta como las abejas?
Se podrían citar muchos ejemplos de animales con sentidos más sensibles que los del hombre. Y la pregunta sigue en pié ¿por qué tenemos esas limitaciones? Además, se da la circunstancia de que, con modificaciones relativamente simples en la estructura de nuestros sentidos, se podrían superar muchas de ellas.
La contestación tal vez sea, que la misión fundamental de los sentidos no es la de servir como herramienta para que podamos llegar a conocer en profundidad el mundo que nos rodea. Que tal vez su objeto fundamental sea únicamente el de facilitar nuestra supervivencia. Y que estén “dimensionados” justamente para este fin.
Pero los problemas de supervivencia han ido variando a lo largo de la historia del hombre sobre la tierra. Los peligros que tenían que afrontar los hombres primitivos, o las dificultades que tenían que superar las hordas de cazadores para conseguir el sustento diario, no se parecen en nada a los problemas de nuestra vida actual. La supervivencia ahora – al menos en una parte del mundo – es mucho más fácil ¿Ha tenido este hecho alguna repercusión en la capacidad de nuestros sentidos? Parece que sí. Parece que se han ido atrofiando parcialmente por su cada vez más pobre utilización..
¿Y cual es su futuro? Aunque parezca extraño, yo creo que el futuro de nuestros sentidos, aunque todavía nebuloso, es esperanzador y brillante.
Si los múltiples dispositivos que ha construido el ser humano para suplir y aumentar la capacidad de percepción de sus sentidos, puede interpretarse como un anticipo de capacidades potenciales que él ya tiene y que, tarde o temprano, acabarán aflorando, está claro que hay en el horizonte perspectivas de grandes desarrollos de estos sentidos.
Y si las sorprendentes facultades que manifiestan algunas personas en el lecho de la muerte, son indicio de facultades que todos tenemos en estado más o menos durmiente, entonces, cuando se vayan despertando, como consecuencia del proceso evolutivo de la humanidad, habrá otro gran avance en la capacidad de los sentidos actuales, o en otros nuevos que puedan ir apareciendo.
Ulises no nos habla del sentido del tacto, y a mi es el sentido que más me acerca al otro lado, al lado de lo desconocido.
Cuando estamos apretados en un vagón de metro o en una "cola" de esas que no son una fila, sino casi una marabunta, o en una manifestación rodeados de personas desconocidas, incluso de algunos a los que no queremos "tocar", ¿no nos encogemos? ¿no hacemos que nuestra energía quede "pegada" a nosotros?
En cambio hay personas con las que estamos descuidados, o incluso queremos mezclarnos con su energía, aunque sea inconscientemente.
¿Y cuando nos volteamos rápido porque "notamos" que alguien nos está mirando?
Pero era a nuestra espalda, no lo podíamos saber, a no ser que lo percibieramos por la energía que se posaba en nosotros.
¿Y cuando telefoneamos a alguien que nos dice: Estaba a punto de llamarte? ¿Es quizás el hilo de energía de su pensamiento el que se posó en nosotros?
Voy a empezar este comentario haciendo referencia a otro publicado.
Manolo, primero felicitarte por la lucidez de tu comentario de 29/12,en el que nos expones conceptos tales como el de la plasticidad del cerebro, la pérdida de conexiones que no se usan, pero me interesa particularmente el de que "La consciencia no es un producto del cerebro", por lo que yo supongo,que este solo canaliza un estado en el que nos encontramos, por tanto si lográramos ampliar nuestra consciencia, conseguir una hiperconsciencia, a través entre otros de esos elementos exteriores a nuestra biología de los que tu hablas, quizá nuestras sinapsis sería infinitamente más numerosas, y nuestro cerebro conseguiría un desarrollo excepcional.
A partir de esta suposición mía, me gustaría entroncar con los textos de referencia.
Si como dice el autor existe una realidad muy superior de la que nosotros percibimos,a la cual podemos ir accediendo, entiendo que esto nos modificaría permanentemente, si aceptáramos esta situación de carencia, por lo que más que equivocados habitando en lo que damos en llamar nuestra realidad, estaríamos solo incompletos.
Aquí creo yo entra otro concepto, como es el de lo analógico y lo analítico; parece ser que en ocasiones funcionamos con una parte importante de nuestro cerebro, la parte analógica,cuya actividad entendemos que está fuera de la realidad y sin embargo parece tan nuestra, como la analítica.
Permitidme que os trascriba un texto del autor de las 49 respuestas, que he encontrado por casualidad,pero que va a ilustrar mucho mejor lo que quiero decir, que mis palabras.
" El mundo se está quedando huérfano de poetas, de aquellos que aceleran el corazón,esperándo la llegada de las musas.Gentes que presienten las capacidades apenas estrenadas por el ser humano y lanzan desde lo analógico bengalas de las enormes posibilidades de esta especie desprotegida que se llama el hombre".
No tengo palabras, un saludo a todos.
En el texto 1.9 habla el autor de los sentidos convencionales, en el 1.10 se centra en el de la vista, y en los dos ¿nos recuerda? sus limitaciones. Pero también sugiere que algo podría romperlas, cuando dice que “cualquier vibración superior a la captación del ojo se escapa de la capacidad perceptiva de la consciencia, al menos así parece”. Entonces, si las limitaciones son aparentes, deduzco que es sólo desde el punto de vista de nuestra razón, desde nuestra consciencia corta, que son las que inventan los límites. Y si, queriendo o sin querer, estos se rompieran, estaríamos poniendo un pie fuera de lo convenido, de lo acordado como posible y como real. Y entonces ¿qué?.
Podemos mirar personas, objetos, al cielo, observar minuciosamente, y quedarnos como estábamos incluso después de haber mirado a los ojos de otro ser humano. El habitual mirar sin ver. Un barrido rápido, mecánico y superficial, un escáner en el que no ponemos corazón ni alma, una gimnasia facilita con red a pocos centímetros del suelo con la que no arriesgamos nada. ¿Miramos con desinterés o con temor?. ¿Miramos convencidos de que ya sabemos lo que vamos a ver, de que ya hemos leído el libro?. Pues sí, claro que sí. A través de esta mirada una nube nunca puede ser un dragón dormido que se convierte en una cordillera que de repente le ha crecido en la cresta y a continuación en una hilera de cabezas de pez cantando aquello de “¿dónde están las llaves, matarile, rile, rile?...y si alguien dice cosas así mirando a las nubes siempre habrá quien le mire a él con esa especie de compasión que se les dedica a los locos que, naturalmente, no pueden saber que lo están. Bueno, pero la inmensa mayoría de nosotros, ¿sabe de verdad lo que es una nube?.
Menos mal que hay momentos, que seguro que todos hemos experimentado (como ese volverse directamente a los ojos de alguien que nos observa por la espalda que menciona Ella) en que, mientras hablas con alguien, si concentras la mirada en su ojo izquierdo y la otra persona hace lo mismo, puedes percibir algo que el ojo no está supuestamente capacitado para captar, pero ahí está ESO. Y ¿qué es eso, y con qué sentido lo estamos captando?. Sobre lo primero no tengo la menor idea, y sobre lo segundo sólo sé que interviene el de la vista, pero también algo más, evidentemente. Entonces, durante unos segundos se establece una comunicación auténtica con esa persona, y en mi experiencia personal siento que deja de ser la serie de datos que había reunido sobre ella, de ser una construcción que yo había fabricado
-seguramente con su participación- para ser alguien que, en realidad (y nunca mejor dicho) no conozco de nada, y que me está contando algo imposible de expresar en ningún idioma.
Es como un mensaje en clave que soy incapaz de descifrar, que me parece que altera mi estado mental y emocional, y no tengo sensación de tiempo.
¿Y qué más interviene?. Parece como si nuestra capacidad sensitiva estuviese simultánea y directamente conectada con otra sensorial, más sutil, que yo creo que no empieza ni acaba en el cerebro sino que pasa por él, a la que prestamos poca o ninguna atención y de la que nos enseñan a desconfiar desde que somos muy pequeños. Nos perdemos tantas cosas tan interesantes...
Mi agradecimiento total al comentario del Aventurero a estos textos.
Creo que están a la altura de los mismos, por que son cortos, sencillos, aclaran y amplifican lo suficientemente bien para neófitos como yo lo que el autor quiere transmitir.
Ojalá que no se me olviden, ni el texto ni el comentario y aprenda a equilibrar las vibraciones, las frecuencias con que me llega la luz, los colores, es decir que mi sistema piezoeléctrico (y el resto) funcionen algo mejor para que cuando llegue la noche el violeta no tenga que ir tan rápido porque no haya perdido tanto durante el día.
A menudo me he planteado que ni queremos avanzar, deberíamos desconfiar un poco de nosotros mismos -me refiero a ese "nosotros mismos" ramplón con el que nos manejamos en la mayoría de las ocasiones-, para empezar tendríamos que ir paulatinamente perdiendo la confianza en la información que nuestros sentidos nos proporcionan, ya que una información sesgada es siempre desinformación, lo que inevitablemente genera interpretaciones erróneas que derivan en falta de claridad mental.
¿Que pensais? ¿Se trata de favorecer la evolución de nuestros sentidos? o más bien la tarea consiste en depurar el canal, es decir en limpiar las vías de trasmisión de la información para que por fín entre lo nuevo -lo nunca visto-. Parece ser que el cerebro registra 400.000 millones de bits de información de los cuales solo procesa 2.000 millones, parece que necesitamos de representaciones conocidas, de convenciones sobre la realidad para registrar lo que nos rodea ¿estamos preparados para empezar a desprendernos de algunas de ellas?
El comentario de Ella me ha llevado a reflexionar sobre la disociación a la que sometemos a nuestros sentidos; en pos de la superespecialización de nuestros órganos receptores, vemos con los ojos, oímos con los oidos etc, pero todos podemos, aunque no siempre queremos, acariciar con la mirada y escuchar con la piel y más, mucho más...seguramente también todos seamos capaces en algún momento de ver los sonidos o de oír los colores ¿no lo hacen los poetas?
A enlazar las sensaciones provenientes de distintos órganos sensoriales, se le denomina Sinestesia, se produce supuéstamente por una activación cruzada de áreas adyacentes del cerebro, actualmente se considera un trastorno que puede tener diversos orígenes uno de los cuales sería la ingestión de sustancias psicotrópicas,¿podemos aspirar a crear en nosotros las condiciones bioquímicas necesarias para vivir estas experiencias?
YO al menos sueño con degustar un amanecer y percibir el olor del mar en el rumor de la caracola
iiiiiiiiiii
ooooooooo
Quiero, igual que Retama, elogiar el comentario que el Aventurero hace a estos dos últimos textos.
Su descripción del color rojo caminando despacio a pasos largos y el color violeta caminando deprisa a pasos cortos me trajo a la memoria cómo, cuando era niña e iba al colegio en un autobús pequeño en el que viajábamos unas veinte niñas, me llamaba la atención que por las mañanas, a la ida, el sonido de las voces, la cadencia de los gestos y de los movimientos, eran como pausados, o apagados, lentos aunque dentro del autobús estuviese habiendo barullo y hubiese muchas personas hablando a la vez mientras que por la tarde, de regreso, aunque a lo mejor las personas estuvieran ya cansadas y hubiera, incluso, menos bulla o más silencio, el ambiente allí dentro era como más estridente y acelerado. Me preguntaba cada día por qué tenía esa sensación y, tantos años después, esta descripción del Aventurero me ha dado la respuesta.
Bueno; es una pequeña curiosidad, pero me ha llamado la atención.
Otra cosa; para Anónimo:
En los comentarios al texto anterior tú estuviste en algún momento concreto de acuerdo conmigo. No es descartable en la vida que las personas tengamos unas con otras puntos de coincidencia unas veces y de divergencia otras; como el hecho de vivir va demostrando que ni las coincidencias son garantía de empatía absoluta, ni las divergencias síntomas inequívocos de abismos insalvables, quiero expresarte mi desaprobación hacia tu actual forma de proceder.
atila
En frente de mi ventana había una gran roca. Una maña la mire fijamente y en medio de ella, se me presento un guerrero con una lanza, tenia ojos, nariz y su vestimenta era muy antigua. Por la tarde la volví a observar esperando ver el guerrero pero apareció un rostro de un hombre mayor y con una expresión muy triste. Ya interesada a la mañana siguiente pude contemplar una mujer con un niño en brazos y por la tarde un perfil de una mujer bellísima de la época medieval.
La roca era la misma, yo era la misma y el horario en que se me presentaban esas imagenes era mas o menos la misma.
¿Era aquello real, irreal, producto de mi imaginacion?. ¿Quedaron esas figuras incrustadas en la roca?.¿La luz o mis vibraciones las hacía cambiar?
Las lágrimas abrieron el blanco abanico y me dejo ver sus colores.El azul se hizo muy grande y todo se convirtió a mi alrededor, hasta el sol era una bola azul que se acercaba.
“ Los sentidos sólo abarcan una pequeña parte de aquello que se dice que existe”. Sólo una pequeña parte del arco iris; esa pequeña parte que se extiende en violetas imposibles y en rojos valientes, recorre territorios ignorados y se funde mistéricamente por fronteras , si bien desconocidas, no por eso menos presentidas. Desde siempre el caminante, el peregrino, busca el fin del mundo, Finisterre, para poder renovarse con el sol que nace y caminar de vuelta hacia los orígenes.
Vivimos envueltos en siete colores, siete notas musicales, siete centros de energía, glándulas, laboratorios hormonales, y en esas cinco energías que reinan en la penumbras del doce “¡¡¡ ...Son las Madres!!! Se clama en Fausto. El arco iris sello de alianza entre Dios y el hombre. Como también el Monte Merú que “Se ata al cielo y sujeta la tierra”. Es ese arco símbolo de poder y realeza que utilizará Iris, la mensajera rápida de los dioses, que actuará en esa mínima porción que es percibida por nuestros sentidos; pero también en esa parte desconocida del arco que manda sus mensajes y que procesamos de forma no consciente. La Mensajera modificará al hombre, a la vez que ella se modifica, se modifica el Mensaje, como también los dioses se modificarán.
En las antiguas tradiciones se dice que cuando nacemos un grito potente, una inmensa inspiración, expanderá nuestros pulmones, imprimiéndoles mensajes de vida, esperanza, memoria, saberes... Al morir exhalamos nuestro último hálito, expirando. En este único arco, en esta única gran respiración vigilada por los dos Juanes - Jano dios de la Puerta - transcurre nuestra vida; es de recibo saber administrar con sabiduría lo que los Vedas denominaban Pranayama, Monte Merú, corporeizado en el arco iris.
La porción que nuestros sentidos conocen y observan, se va haciendo cada vez más sutil cuando llega a la frontera de la consciencia y, según estas interpretaciones de tradiciones y mitos y técnicas evolutivas, son frontera con los dominios del dios Pan, de Orfeo, Luz y Ritmo, donde rige la epífisis, (glándula pineal) y la hipófisis, o sea el sueño creador, la oscuridad que propicia la mística, el camino que lleva a la iluminación pero también la noche oscura del alma, la travesía del desierto, que nos hablan los místicos y la depresión.
Si el arco electromagnético solo muestra una parte que podamos observar con nuestros sentidos corporales, la tradición, la mitología, los cantos de los poetas, con un lenguaje simbólico que vela lo sagrado, nos habla de la posibilidad de ir mas allá de los siete centros a que tenemos acceso sensorialmente y adentrarnos en el espacio de las otras cinco energías
Doce es el número de los doce Apóstoles, de las Horas, de los pares de glándulas del neocortex--los gemelos mitológicos; los gemelos que aparecen en el Génesis---los doce pares de nervios craneales, los caballeros de Arturo...Si el Hipotálamo rige las glándulas conocidas, cabe preguntarse si rige también esta parte desconocida del arco iris, pranayama, que es dominio del doce, porque Isis la gran diosa madre, se sienta en una silla –tálamo, sede—sede del pontífice, del que nos acompaña en el tránsito por el puente, por el arco, y en los jeroglíficos egipcios la silla es símbolo de la diosa Isis. La sede es un logro a alcanzar por el peregrino, pero en todos los relatos se nos habla del asiento peligroso, del asiento número trece, asiento al que se debe acceder limpio, puro o será arrojado al abismo, como sucede en la saga de Arturo, en el ágape de Jesús el Cristo, en tantos otros. Esto puede explicar miedos ancestrales, inmovilismo, deserciones de algunos de los que buscan caminos y llegado el momento se encuentran ante la bifurcación, la elección, la duda, el tener que adentrarse por lo desconocido, para fortalecidos,"salir renovados en el doce"
En estos dos textos el autor toca ¨muchas¨ sabidurías. Las luces de la consciencia y de la inconsciencia. El largo camino recorrido por la Óptica desde los antiguos hasta este momento. La relación de la luz con la teología y con la ciencia. Con Dios y la Filosofía Natural.
Como en el precioso comentario de Beucis , cuando se refiere a aquella alianza bíblica entre Dios y los hombres al final del diluvio, cuando el arco iris refulge y Dios promete a Noé no volver a destruir la tierra por un diluvio. Y el hombre se compromete a amar, a la armonía, a reproducir su obra con las herramientas dadas.
Tradicionalmente en la historia de la ciencia el hombre ha buscado la mecánica de la ¨creación¨. A través de la investigación desentrañar la composición de la materia y su mecanismo de acción. Esa es la razón científica. Por otra parte se podría analizar no como creación si no como evolución.
El autor habla del espacio del arco iris y la percepción del hombre dentro de ese arco. Hemos sabido que los colores tienen diferente longitud de onda y que el ojo ¨consciente¨ tiene como topes el rojo y el violeta. La ciencia ha logrado interpretar los infrarrojos y los ultravioletas. Los filósofos y los artistas han relacionado el ojo con el cerebro y con el alma. Leonardo Da Vinci dibujo la unión a través del nervio óptico con tercer ventrículo cerebral, Descartes llamo a la gandula pineal la unión del ojo con el alma y Rampa lo llamo ¨tercer ojo¨. En la Teoría de los Colores Goethe habla de la sicologia de los colores, la sensación que nos produce el amanecer, el atardecer, la oscuridad del invierno o como cambia todo respecto a nuestro estado de animo.
El autor no habla de los ¨sentidos convencionales¨y como mas allá del rojo esta ¨el infinito y misterioso campo de los infrarrojos¨ y más allá del violeta ¨el espacio mágico de los ultravioletas¨.
Para mi el autor nos invita a expandir nuestra razón, nuestra ensoñación, nuestra alegría. Nuestro inconsciente.
Parece evidente que solo “somos conscientes”, que solo nos “damos cuenta”, de una parte de lo que percibe nuestra consciencia. Los psicólogos hablan del subconsciente y del inconsciente. Otros también hablan de la hiperconsciencia. Supongo que se tratará de diferentes “zonas”, o “niveles”, de la consciencia que también perciben la realidad que nos rodea. Seguramente el conjunto de nuestra consciencia percibe mucho más de aquello de lo que somos conscientes.
Se dice que somos conscientes de la parte de realidad que perciben nuestros sentidos. Pero, ¿de todo lo que perciben o solo de una parte? ¿Podría suceder que nuestros sentidos capten mucho más de lo que nos damos cuenta, y que eso se registre en esas otras zonas de nuestra consciencia de las que no nos hacemos plenamente conscientes? ¿Podría suceder que el conjunto de nuestra consciencia perciba partes de la realidad que no alcanzan a percibir nuestros sentidos? ¿Podría suceder que tengamos otras vías de percepción distintas de nuestros sentidos convencionales?
Eso es lo que, a mi entender, está sugiriendo el autor del libro. Inés lo ha expresado muy bien. Esa sensación de mirar a alguien a los ojos y captar “algo” que va más allá de lo que convencionalmente implica el hecho de “ver”. “Ella” habla también de notar que alguien, a nuestra espalda, nos está mirando; o de recibir una llamada telefónica de alguien a quien, justo en ese momento, pensábamos llamar. Rupert Sheldrake, un bioquímico de Cambridge que lleva muchos años investigando este tipo de fenómenos, afirma que la telepatía, la visión remota, las premoniciones y otros fenómenos similares son el fruto de lo que él llama la “mente extendida”. Viene a decir que, así como no se puede entender el magnetismo limitándonos a los imanes y sin los campos magnéticos que se forman alrededor de ellos, o la gravedad sin los campos gravitatorios que se forman alrededor de los grandes cuerpos celestes, tampoco se puede entender la mente si se circunscriben sus efectos al cerebro y se ignora la existencia de “campos mentales” que nos unen e interactúan con las demás personas y objetos, sin las limitaciones del espacio y del tiempo.
Sospecho que sí hay otros sentidos, distintos de los convencionales, que nos permiten captar muchas más cosas de la realidad. Que sí tiene sentido la existencia de esos “campos mentales”, o redes, que nos conectan y comunican con la realidad que nos rodea, aunque seamos poco conscientes de ello.
¿Qué es lo que impide que todo eso lo hagamos consciente? Se me ocurre que quizás influya la idea preconcebida que nos hemos construido de lo que debe ser la Realidad. Eso de que los espíritus no existen, se pongan como se pongan.
Está claro según los distintos comentarios expresados en este blog y también según los textos del libro a comentar que "los sentidos sólo abarcan una pequeña parte de aquello que se dice que existe". Quizás un síntoma del proceso evolutivo del hombre, lo constituya el desarrollo tecnológico, que de una forma indirecta nos ofrece la posibilidad de percibir otras realidades ocultas a la percepción de nuestros sentidos. Aunque no quisiera que se confundiera el desarrollo tecnológico con el científico, siendo desde mi punto de vista, mucho más cercano al proceso evolutivo del hombre el avance científico o del conocimiento.
Sin tratar de menospreciar la posibilidad de percibir otras realidades a través de la tecnología, se me plantea un dilema. ¿Qué tiene realmente importancia, poder percibir muchos aspectos fenomenológicos a través de nuestros sentidos e incluso apoyados por avances tecnológicos, ó sentir de modo profundo el fenómeno vislumbrando su esencia, de tal manera que deje huella en nosotros?. Me inclino a pensar en esta segunda opción, que creo que está mucho más relacionada con la ampliación de la consciencia, que con la posibilidad de percibir a través de los sentidos.
Los cinco sentidos globalmente reconocidos, nos sirven para relacionarnos con el mundo exterior, tarea fundamental en nuestro compromiso social. Pero por otra parte, considero como trabajo íntimamente asociado a nuestro compromiso al nacer, el tratar a través de los otros sentidos por descubrir unidos a una ampliación de la consciencia, acercarnos a la posibilidad de descubrir nuestro verdadero yo.
Para Afrodita, que me fustiga como Anónimo reversible por ella censurado, le confirmo que soy, anónimamente, el otro Anónimo coincidible. ¿Cuándo obviaremos el anonimato? Tambien confirmo que a veces paso dias practicando la aceleración de mis sentidos más allá de lo que mis sentidos habituales parecen querer dejarme practicar. E incluso a veces, pocas, lo consigo como un atisbo transitorio. Una de las prácticas, según el repertorio descrito por J.L.Borges, es la conducción de un vehículo en circuito cerrado con los ojos vendados, centrando la atención en otras percepciones posibles: ruidos sobre el pavimento y en el entorno, ecos, temperatura del aire, vibración de los colores, equilibrio o armonía corporal sin tensiones, etc. Así he conseguido llegar a recorrer hasta 100 mts sin incidentes. Mucho de esto lo he aprendido de la voluntad de una amiga que habiendo perdido por completo el sentido de la visión, continuó dando sus universitarias clases de estética y color sin que ninguno de sus alumnos advirtieran su carencia. Conseguía reconocer los diferentes colores por el distintivo calor que emana por radiación de cada uno de ellos impresos sobre cartones. Aprendió, practicando largas horas, a percibir volúmenes, formas y materiales, alturas, distancias. No es nada novedoso. Como expresó Sábato en El Túnel, los ciegos desarrollan sentidos más allá a veces de lo conocido. La disciplina de Bio-Energía trabaja sobre materiales semejantes para desarrollar más de lo habitual las capacidades sensibles, para reconocer voces y personas en plena oscuridad, acercarse al latido de la naturaleza, percibir la distinta calidad vital de cada especie, su estado emocional. Tampoco es ninguna novedad. Magos, Chamanes, y demás lo vienen practicando desde siempre. Los indígenas de todos los territorios conocidos disfrutaban de sentidos mucho más agudos que los nuestros, la diversidad y vitalidad de la naturaleza y las prácticas de entrenamiento e inicio les aportaban esas cualidades. Y no digamos las personas, discípulos, alumnos y sacerdotes de las distintas escuelas orientales y occidentales dedicadas a conocer al mundo y sus habitantes, en definitiva al hombre y sus posibilidades.
La opción de orientar nuestra vida más hacia sus “posibilidades” y menos hacia sus “limitaciones” me parece bastante atractiva.
Tal como sostiene el autor, parece evidente que el mundo de las percepciones va más allá de las capacidades meramente orgánicas que ofrecen nuestros sentidos convencionales.
En esta idea, me pregunto: ¿Qué ve un ciego? ¿Qué oye un sordo?
Y los que somos calificados como “válidos”, cuando nos empeñamos en “no ver”, “no oir”, “no oler”, …, así y todo, ¿vemos, oímos, olemos, y… mucho más?, ¿tenemos, a pesar de ello, posibilidades de avanzar en nuestra consciencia de la realidad?
En nuestros silencios, ¿no parece que “vemos”, “oímos”, “olemos”, “gustamos”, “tocamos” y … mucho más? Mientras estamos dormidos, ¿no están nuestros sentidos a tope y … mucho más?
La respuesta parece afirmativa, pero la muy Real Academia de la Lengua Española sostiene lo contrario. En su primera acepción del verbo dormir, la Real institución define esta maravillosa experiencia como “… aquel reposo que consiste en la inacción o suspensión de los sentidos y de todo movimiento voluntario”.
¡A otra cosa, mariposa!
Hola Anónimo (el otro): los tiempos que se requieren desde que un texto se escribe hasta que aparece me han impedido disponer de tus comentarios sobre la visión de los ciegos cuando redacté los míos. Los incorporo en mis reflexiones. Gracias.
La cuetion de la aprecicion de los colores por el cerebro humano es muy curios y preciosista, que nos ayuda a reflexionar sobre aspectos que trascienden la topologia de las cosas que vemos.
Toda la transmisión lumínica que disfrutamos y que llamamos el espectro visible - el arco iris -, tiene como elemento de transporte energético una partícula elemental llamada fotón; su mayor o menor frecuencia de vibracion electromagnetica es la causante de ue el cerebro humano vea los colores de las cosas.
Queremos decir con esto que los colores no existen, que no tienen entidad fidica sino que son el resultado de la fusion de la energia transportada por una serie fotonica con la ramjficacion ultima de la neurona que interpreta y traduce en un color determinado esa vibracion.
La biologia dice que casi ninguna especie sobre la Tierra ve el mundo en colores y que solo el ser humano tiene la capacidad de percepcion de todos los colores presentes en el arco iris. Si, pues, nuestra especie es la unica intreprete de toda esa, casi infinita, gama de colores, parece que estuviera pensada para nuestro y exclusivo "uso y disfrute"
Si solo el ser humano es capaz de obtener esa viion en color de un atardecer, de un flor o de un sentimiento en colo, donde todo ello nos emociona, nos altera y nos transforma, cabe hacerse la pregunta de cómo es posible no reconocer aquí la manifestación de una Mente Superior que ordene este juego de relación entre origen y destino
Una relación entre el origen de un foton ªbailarin" emitido por el Sol- tenaz en su recorrido y que no pierde un ápice su estilo de bailar- y su destino que es el ser humano y, si se tercia, su transformacion.
Ambos, origen y destino, estan muy alejados pero necesariamente, fatal y forzosamente, pertenecientes ambos a un todo. Asi, no es facil reconocer como posible un modelo darwinista de la Creacion, donde el azar es el causante primero; seria mucho azar.
J.B.D.
La estructuración de los sentidos según nos han enseñado, restringe enormemente el permanente acto perceptivo, y, por tanto, el objeto sobre el que el pensamiento sitúa su elaboración. El estado de consciencia es parcialmente consecuencia de ello, al tiempo, que, a su vuelta, retornará al exterior similarmente a su comienzo.
El bucle de este proceso, siempre esperamos que sea invertido desde fuera, en un acto especial y empíricamente estéril, acomodándonos a que los cambios de estado interno nos sobrevengan por encima de nuestra voluntad, dejando fuera de él a nuestra aspiración personal.
Los atribulados, desadaptados e imprecisos, han descubierto que desde dentro es posible lograr la alteración rompedora del monótono proceso de bucles impertérritos, jugando sacrílegas partidas impredecibles.
De los sentidos, en la línea de Eco, me llama la atención la posibilidad sinestésica de su uso. Tocar con la mirada, acariciar con la voz, sentir en la piel el color de una luz, observar las imágenes de una música, ponerle un sabor a un roce y un tono armónico a un olor. La desestructuración de lo sensitivo es parte previa a su posterior integración en un nivel superior de percepción. Sobre esto, que la neurología ya ha centrado su atención, existen buenas referencias bibliográficas que permiten su adquisición con la simple práctica activa.
Pero, además, el acto perceptivo tiene dos vertientes prácticamente desconocidas:
Primero, los vectores sensitivos de los órganos están preestablecidos de antemano. Así, todos ellos se dirigen siempre al exterior, dotándoles de la exclusividad de conocer y reconocer lo que viene de fuera. Los sentidos se pueden doblar, de forma que también pueden percibir el interior, aquello cuya procedencia está dentro de nosotros, y, por ejemplo, colorear un movimiento, palpar nuestras emisiones fónicas, saborear nuestro pensamiento. El adiestramiento de esta facultad sobre nosotros mismos, enriquece y hace enormemente plástico el campo perceptivo dotándole de un gran caudal de diversión.
Segundo, en el juego de lo perceptivo, se suceden fenómenos aparentemente casuales, que algunos han escrito pensando en el exoterismo, en el que la sincronía entre los vectores externo e interno se conjugan dando lugar a una macropercepción desde la que es posible sentir más allá de la piel o penetrar con la mirada en los pensamientos de algún otro. Recogiendo las ideas del aventurero en estos párrafos, hay una bisectriz central en lo sensitivo con una relación directa sobre el ritmo vibratorio que pudiera permitir la sincronicidad entre ambos vectores de manera que se entrelazara su conocimiento. La macroconsciencia pudiera tener que ver con algo de esto.
Los que han conseguido la posibilidad de vibrar con todo el espectro, quizás sean esos que se les llama, nunca mejor dicho, iluminados.
¿No hay pueblos aborígenes que dicen que dormidos mientras estamos despiertos y vivimos al dormir?. ¿No es el sueño el espacio privilegiado de encuentro con nuestro verdadero SER?, ¿no es donde se dan encuentros inexplicables que nos lanzan a una alegría de vivir que ni sospechábamos como posible?
No sé nada de melatoninas ni piezoelectricidad; sí creo que el pensamiento y la luz están íntimamente relacionados, pero ¿de qué luz hablamos?. Porque si a la misma luz del día puedo tener obsesiones persecutorias e iluminaciones creativas…dudo mucho que ambos nazcan en el mismo rayo.
Y la noche… ¿en el sueño no se piensa?... Doy por hecho que sí, y con otra luz.
Entre el rojo y el violeta voy tranqueando con mis muletas,
entre el violeta y el rojo los caballos alados me transportan a las inmensas alturas del infinito.
Menos mal que existe la noche…
y otros colores.
A los que siempre piensan bien de si mismos -que es la cara de una moneda cuyo reverso es pensar mal de los demás-, les tengo que revelar un secreto intimísimo.
Viniendo una noche de cenar con unos amigos, nos encontramos con una mujer ebria que apenas se podía sostener de pie. Tras intentar ayudarla ofreciéndole diferentes posibilidades de acercarla a su casa, nos rechazó todo y a todos para proseguir su serpenteante camino.
Al día siguiente, cuando me dirigía a uno de esos actos ceremoniales en los que los directores de los trabajos se paladean en su planificación y engordan su ego tras la realización, un estresado taxista cabreado echaba pestes a un peatón por lo lento que estaba cruzando un paso de cebra –y es que los hay que se regodean-.
Llegado ya al acto, el ponente, peripuesto y engominado, nos paladeo con su omnipotente sabiduría al estilo Tintín, sobrecogiéndonos a todos con los resultados de las subvencionadas últimas investigaciones sociológicas: “las clases desfavorecidas son más propensas a la desestructuración personal, el empowerment se hace más necesario que nunca para ellos”.
Juntando estos episodios, entenderán mis compañeros de blog el estado calamitoso en que quedé tras estos lamentables sucesos. Con lo extremadamente vulnerable que es mi sensibilidad, quedé herido.
Propenso que soy a la meditación, convoqué para mis adentros a las fuerzas internas. Para mi sorpresa se me reveló el mismísimo Ministro del Interior en persona. No daba crédito cuando este, en traje de faena, además, metamorfoseaba su rostro cambiándolo al ritmo de mis violentos latidos, de manera que se iban presentando todos los que alguna vez había visto en los medios de comunicación.
No quiero entretener con detalles, pues no es este el medio para ello. Solamente advertirles que me reveló que hay uno en cada uno de nosotros, y que nuestro interior esta compartimentado de manera departamental con directores, subdirectores, jefes de sección, de negociado, delegados y subdelegados, coordinadores, administrativos, etc.
La moraleja es…
… un barrio que se vive mejor que en el mío.
Cinco son los sentidos que nuestro actual nivel de consciencia registra. Tres ventanitas dobles y una puertecita, recubierto con un manto mágico de texto cifrado, tiene mi cuerpo. Por ellas me asomo para observar todo cuanto me rodea…
- ¡¿ Todo ?!.
Bueno, quedémonos con algo del todo, que ya es mucho, aunque nunca suficiente. Porque cualquier chispa de percepción puede poner en marcha nuestra sensibilidad para recorrer sendas antes no imaginadas.
Contábame estas Navidades una jovencita, en el intento de hacerme participe de su drama, lo mal que lo pasaba la noche que, después de una fiesta en la que se fumaba “tabaco”, tenía que dormir, porque su almohada y su pelo estaban impregnados de un horrible olor a humo de tabaco que se la hacía francamente insoportable. Y me confesaba, con cierta complacencia, que eso mismo les ocurría también a varias de sus amigas. ..
Sin duda este hecho es algo que con relativa frecuencia sucede en nuestro tiempo. Y hay quienes se extrañan por ello, y otros que se extrañan de aquel que se extrañó. Y tanto unos como otros aceptarán ser tolerantes con todo lo que sucede. … porque muy pocos se sorprenderán y reflexionarán sobre el hábito contraído por nuestros sentidos, que nos conduce a percibir aquello que como “cosa” correcta nos han trasmitido. Y en una sociedad que apuesta por realidades sensitivas disociadas, trasmitir el adiestramiento perceptivo es parte de su cometido.
No es sólo cuestión de olfato lo que nos ha traído hasta aquí, ni debe ser “la razón del sentir común” la que nos conforte en el acierto sensitivo. Tampoco por cantidad podemos medir lo que unos u otros perciben … Es la sensibilidad de nuestro estado la que recibiendo lo percibido nos impulsa en unas u otras direcciones, haciéndonos partícipes de geometrías que se hallan más allá de los esquemas contemplados. Y es por eso que el hábito y el adiestramiento, (sentido común de la razón) , al no ser compañeros de la sensibilidad, nos llevan por derroteros aparentemente seguros, pero angostos, y que sólo si te estrechas puedes recorrer.
Acompaño estas reflexiones con un poema del entrañable amigo Pablo Guerrero.
Siente agradecimiento por tus ojos
Aunque estén en la sombra.
¿ Vibra el negro ?
¿ Se acostumbran los ojos a la luz de la sombra ?
¿ Hay bardos que vigilan
la doliente llama de la luz de la sombra ?
Sea luz el poema,
aunque le sea dictado
a los poetas de los ojos en sombra.
Como Teresa comenta, con relación a la acepción que la Real Academia toma como significado del sueño, vivimos en un mundo de corsés. Bien han dicho, muchos pensadores, que los locos de hoy son los sabios del mañana.
Pero a esos locos de ayer, las sociedades de hoy, no han querido hacerlos sabios, No se ha querido escuchar a los sabios, a los pensadores, a los poetas.
Para muchos, para casi todos, Aristoteles, Pitagoras, Parmenides siguen siendo unos locos infranqueables. No ha sido así, desde luego, para los científicos. Newton busco en ellos la luz, en las ciencias ocultas el resplandor.
La unidad de los sentidos gravita en el universo, se expande en el infinito. Esta en la geometría de los sueños.
Pero, es que más allá de todo esto.Lo que la cultura occidental, mejor podríamos decir la civilización en donde nacimos, ha desconocido el misterio de otras culturas. Un poeta checo, Jaroslvav Seifert, se preguntaba, en un poema, porque el blanco era el color de luto en la China. Yo me pregunto por qué fue el blanco el color en donde experimento Newton los colores del arco iris.
Para los chinos el blanco corresponde al oro, el resplandor. El rojo, fortuna y alegría. El amarillo el color de la tierra, tienen un refrán que dice: "el amarillo genera el ying y el yang".
Más allá de nosotros están los otros, lo otro, el misterio. Quizás, más allá del rojo esta el despertar y más allá del violeta el soñar.
Hace tres o cuatro días me encontré al abrir el correo una recogida de firmas para llevar a juicio a un tal Jaime Ferrero cuya principal diversión cosiste (lo busqué en internet, por eso lo sé) en matar gatos y fotografiarse sonriente mostrando ante la cámara los cuerpos ensangrentados de los animales muertos.
Sé que suceden en el mundo cosas terribles, como el terremoto de Haití.
En el terremoto de Haití no hay seres humanos que sean culpables. Sí es verdad que las condiciones que facilitan que un terremoto sea tan devastador como no lo sería por ejemplo en Japón están muy relacionadas con la forma en que los humanos han desertizado ese país; pero no se puede decir que nadie hiciera las cosas mal con la intención directa de matar. Es por eso tal vez que lo puedo incorporar a mi ánimo con una cierta… diré resignación.
No puedo, en cambio, incorporar a mi ánimo, ni podré nunca, ni lo intentaré siquiera, el mal sólo por el mal, ni la crueldad sólo por la crueldad. Y en ese no incorporarlo no me consuela, en absoluto, el pensar que “además del mal existe el bien” ni que “además de la crueldad existe la bondad”.
Cuando estudiaba el bachillerato había, en una asignatura que no sé recordar si era Matemáticas o Filosofía (así de claras son en todos los terrenos mis ideas), algo parecido a una especie de… no sé cómo rayos se llama, pero que funcionaba así:
Verdad+ verdad= verdad
Verdad+ mentira= mentira
Mentira+ mentira= mentira
Mentira+ verdad = mentira.
Soy una persona bastante ignorante, y mis deducciones son muy poco académicas, pero se me ocurre que:
Belleza+ belleza = belleza
Belleza+ fealdad = fealdad
Fealdad+ fealdad = fealdad
Fealdad+ belleza = fealdad
Y, utilizando el mismo criterio:
Bondad+ bondad = bondad
Bondad+ maldad = maldad
Maldad + maldad = maldad
Maldad + bondad = maldad.
De todo ello deduzco que la Verdad, la Belleza y la Bondad están en franca desventaja; y que el mundo el Feo y que las personas SOMOS malas.
Ya sé que es una forma un tanto rígida de enjuiciar el mundo; pero es con la que me encuentro, y con la que tengo que vivir, y la que nunca podré ni intentaré jamás digerir ni tolerar.
Cuando leo tantos comentarios, tan eruditos e intelectuales, a los que no sé replicar pero tampoco poner la menor objeción, me quedo un poco espeluznada pensando qué poquitas posibilidades tengo de integración no ya entre vosotros ni en este blog, sino en absolutamente ninguna parte, en ningún mundo posible o pensable y ni aun imposible o impensable…
Trato de poneros cara, a todos vosotros, y circunstancias y entorno, y preocupaciones e intereses; y no lo logro. Siempre os imagino, a todos, perfecta y apabullantemente capaces de hacer abstracción de todo lo material, de todo lo cotidiano, de todas las sensaciones tan primitivas y tan apegadas a las inmediateces que a mí me hacen la vida insufrible por algo tan de poca entidad como que haya tipos que se dediquen a matar gatos.
A nadie, atareado en un mundo tan plagado de enigmas trascendentes y de grandes metas que alcanzar, le puede importar poco ni mucho que un tipo se dedique a matar gatos; a mí, en cambio, me quita la vida, por completo, y me lleva a la conclusión de que no hay nada en este mundo que merezca la pena.
Y me produce, sin poderlo evitar, una cierta nausea el leer vuestros comentarios disertando acerca de… no sé acerca de qué, me resulta todo tan lejano y tan ajeno, tan desprovisto de alma ni de sentimiento como si hablarais de – voy a echar mano de un tópico – el sexo de los ángeles.
Y no lo digo por los gatos; a mí no me importa propiamente si a vosotros os importan o no os importan los gatos. Lo que me deja perpleja es que escribís como si estuvierais por encima y al margen de eso por lo que os devanáis tanto los sesos y que yo entiendo, sin esfuerzo intelectual alguno, como REALIDAD.
Afrodita: Eres simpática, clara y llanamente. Y sabes expresarte realmente bien. Ya decias en un comentario anterior que tu de lo que opinabas era de los comentarios y no del texto. Estos textos son difíciles para opinar sobre ellos, pero ya ves, sólo opinamos. Yo creo que en el fondo querríamos más. Querríamos llegar a saberlo . Querríamos llegar. ¿Llegar a donde?. Pues al fin de nuestro camino, al fin como personas, como hombres. Como al principio de los textos expresó Beucis(?), hombres genéricos de dos sexos, pero hombres, teniendo la capacidad de siendo varón o hembra, que es lo de menos, llegar a como dice José citando la Biblia, "Y el hombre se compromete a amar, a la armonía, a reproducir su obra con las herramientas dadas". Y tu me diras que nada tiene que ver con los gatos, pero yo creo que todo, pues si no existiese la maldad, la fealdad o la mentira, no habría forma de perfeccionamiento posible, ni de buscar la armonía. Pues ya existiría. No considero que sepa más que tú. Puedes verlo en mis comentarios. No pretendo sobresalir. A veces me digo ésta vez espero al final, los dejo que vayan delante, pero nadie escribe, yo tengo algún principio de idea y zás, sin pensarlo ni meditarlo más, lo expongo, porque me gusta leer lo que pensais. Si, quizás es como hablar del sexo de los angeles, porque todo, y mira que hablamos, no llega ni a una milésima de lo que dice el autor con tan bellas palabras, tan escueto y diciendo tanto....(deseando estoy de leer los tomos II y III, claro que antes tendrá que publicarlos, por cierto creo que en Rusia si ha publicado ya el II, ¿alguien del foro lo leyó?), pero hablamos y vamos captando, aunque no nos lo parezca, otro conocimiento. Porque lo que tú y yo llamamos realidad no está completa. Al menos yo lo veo así.
A veces alguien tan tosco como ese que nombras es el que produce que tu seas sensible.
Todos no somos iguales, otros van a Haití de voluntarios pudiendo perder la vida en el intento.
Otros llegan a darse cuenta que somos seres humanos todos. No te creas que eso se sabe, porque a veces oyes despedazar a alguien sólo por ser negro o inmigrante. Si se supiera que todos somos seres humanos, sólo eso, no habría fronteras. Nadie debería morir en una patera, por ejemplo. Un saludo.
A Ella:
Se me ocurren cuatro matizaciones. La primera de todas y para ir por orden es que entre las virtudes que puedan adornarme no está la simpatía.
Las otras tres, apoyándome al pie de la letra en frases tuyas que corto y pego para no equivocarme en nada, son las siguientes:
1ª “… si no existiese la maldad, la fealdad o la mentira, no habría forma de perfeccionamiento posible, ni de buscar la armonía”.
Si tengo que entender que de la maldad, la fealdad o la mentira voy a obtener algún tipo de beneficio, aunque sea a través de algo tan encomiable como el perfeccionamiento, prefiero hacerme la loca, y no entenderlo, y renunciar (incluso o aunque sea) al beneficio.
2ª “A veces alguien tan tosco como ese que nombras es el que produce que tú seas sensible”.
Aquí me pasa un poco como con la anterior. Que si para que yo sea sensible hacen falta ese tipo de tiparracos estoy dispuesta (si es que los hados de mi destino aceptan el trueque) a convertirme en un “peazo trozo” con tal de que semejantes monstruos desaparezcan de la faz de la tierra.
3ª “Nadie debería morir en una patera, por ejemplo”.
En ésta, mira tú, estamos de acuerdo. Ocurre, empero y sin embargo, que el que muere en una patera elige la patera.
Ya sé, ya sé, ya sé…. Ya sé que ese “elegir”, con todos sus “peros” y “aunques” y “es ques”, no es un propiamente elegir libremente. Sé que está sujeto a condicionantes y circunstancias que “obligan a”; pero eso ocurre con todas las decisiones que se toman en la vida. Todos según eso podemos culpar a nuestros condicionantes o circunstancias de ser los causantes, los que nos obligan a tomar decisiones y actitudes que preferiríamos poder o saber soslayar. Pero también, todos, del más listo al más tonto, sabemos buscarle las vueltas a eludir las obligaciones que no gustan; y si al final nos doblegamos y obedecemos, y cumplimos con la “obligación”, es porque tras echar cuentas llegamos a la conclusión de que “bueno, tiene sus inconvenientes y conlleva sus riesgos, pero a lo mejor compensa”. Una forma como otra cualquiera de egoísmo, de sálvese quien pueda, a fin de cuentas.
A Goyo:
Nunca te lo he dicho. Tus comentarios me gustan.
Posdata: No me des, te ruego, por favor, las gracias.
Pues a mi me haces sonreir. y eso te hace simpática a mis hojas, ronroneas, a veces nos acaricias, eres más bien huraña, otras altiva, las más independiente, pero nos sigues acariciando y buscando caricias.
Hoy he descubierto el arco iris
me he despertado con el rojo
ya estamos en naranja
al mediodia amarillo
el verdecer de la tarde...y así para el día, así para el año, así para la vida.
Y se supone que uno debe actuar con los elementos que percibe. Y si existe, como parece ser, otra capacidad perceptiva a lo recibido por los sentidos convencionales, ¿debería uno creer en ello sin más, actuar como si, aparcarlo hasta tenerlo incorporado sensorialmente, provocarlo para que se instale, obviarlo para no confundirte? Me gustaría si alguien me pudiera hacer algún comentario al respecto.
Mandrágora:
Al leer esta última intervención tuya me he quedado pensativa un buen rato.
La he interpretado en un primer momento como petición de ayuda o consejo y, entendiendo que se me ocurría algo que responderte, he hecho varios intentos que he ido descartando por eso, porque parecías estar pidiendo algún tipo de consejo y todo cuanto yo intentaba se me antojaba encaminado a disuadirte de algo, y estaba (estoy) segura al mismo tiempo de que el intentar disuadir a nadie de algo es la manera más segura de no lograrlo y, además, temía escribir algo que pudiera confundirte.
Luego he recordado que tú ya has intervenido varias veces. Y me he recorrido todos los textos buscando todos tus anteriores comentarios.
Mi miedo es, a veces, el riesgo de que aun con lo poco que yo sé puede haber alguien que sepa todavía menos, y emitir así algún criterio que pueda… pues eso que te digo: confundirlo.
Pero después de repasar todos tus comentarios me he tranquilizado; sabes bastante más que yo y eso me da libertad para opinar acerca de las preguntas que formulas.
Es algo que siempre me sucede, que cuando todo lo peor que puede pasar es que haga el ridículo, pero no daño por estar sin querer induciendo a error, me siento libre para decir lo que quiera. Es por eso tal vez que me suelo expresar con tanto desparpajo.
Bueno, pues a lo que iba. Se desprende de todos tus comentarios que no eres una persona que ande perdida, ni que seas ninguna torpona. Me animo por tanto a darte mi opinión asegurándote (porque en algunos temas no daría un duro por qué creo, pero en algunos otros aunque pocos me dejaría cortar un brazo defendiéndolos) que nunca, bajo ninguna circunstancia es acertado eso de “provocarlo para que se instale” y no ya pensando en nada raro como sustancias del tipo del don Juan de Castaneda sino por el simple hecho de que, y créeme o no me creas, forzar la propia máquina sin saber adónde se va no es buena cosa; te lo digo de veras.
Por otra parte ― esta ya es sólo opinión del todo desapasionada ―, ¿para qué ese afán de percibir quién sabe qué? Parece suponerse que el tener acceso a ciertas percepciones va a posibilitar que se den modificaciones en la persona; yo creo que es al revés, y que cuando la persona se ha modificado es cuando puede, y no antes, alcanzar según qué percepciones.
A otra de las cuestiones que planteas, ya tú sola de das bastante la respuesta en el último párrafo de tu comentario de fecha 26 de diciembre al texto 1.7. Reléetelo y ahí verás qué debes hacer.
Ea; pues ya está. Me ha quedado un escrito repipi que me hace sentir como una especie de echadora de cartas (que no sería lo peor) pero sí de pacotilla… Que tampoco es tan malo considerando que hacer el ridículo – del que hablaba más arriba, ¿te acuerdas? – no me asusta demasiado.
Pero tú has pedido opinión; y yo he querido darla.
Me han parecido magníficos muchos comentarios, pero sigo llena de dudas como apunta Mandrágora, respecto al desarrollo de la capacidad perceptiva.
No se porqué intuyo, que no solo consiste en desarrollar al límite de sus posibilidades los llamados sentidos convencionales, sino que hay que poner en marcha otros resortes o sentidos un poco olvidados a veces.
Ya el autor dice en otros párrafos de este libro:
"El hombre alza su mirada al cielo de la misma forma que contempla a través de sentidos misteriosos el firmamento de su bóveda craneal..."
"Vivir creativamente es encender los sentidos por dentro y por fuera..."
Desde hace mucho tiempo, ya los filósofos apuntaban que además de los sentidos externos por medio de los cuales funciona la sensibilidad externa como facultad de percepción o conocimiento, existen otros mediante los cuales funciona la sensibilidad interna, tanto la afectiva como la perceptiva o cognoscitiva.
Los gnósticos afirman que toda persona tiene en su interior sentidos de percepción que le permiten captar las dimensiones superiores de la naturaleza y el cosmos, ya que no sólo estamos en relación con el mundo exterior, sino con el interior o espacio invisible para los sentidos convencionales.
Los místicos tambien dicen que las realidades místicas solo son perceptibles mediante el uso de los sentidos internos. No todo se puede percibir por los sentidos corporales. Para apreciar los fenomenos espirituales hay que tener bien abiertos los ojos del alma.
Cuantas veces hemos oido decir:
"Los ojos son las ventanas del alma"
y es que, como decía un amigo mío, en materia de vida interior, con los ojos de la cara casi nunca se ve nada.
Siente uno emoción al leer los comentarios. Esta mañana Vega y Afrodita se acercaban perceptivamente a Mandrágora. Cuando estábamos en la escuela nos enseñaban en clase de ciencias los 5 sentidos y nosotros absortos, escudriñábamos por la ventana para ver si ella había venido porque al entrar no la habíamos visto. Afuera soplaba el viento, hacía frío, podría estar enferma o quizás le había pasado algo. Los sentidos iban por otro lado.
Aquella noche había soñado que corrían desbocados caballos, que había fuego en las aldeas, que venía un hombre con un cuchillo y los ojos desorbitados. Mi madre me había dicho que no viera esas películas de miedo.
Una vez tuve una corazonada, hacía tiempo que no veía al zapatero remendón que se apostaba en la esquina y que casi a diario tenía hemorragias por la nariz. Senti que había muerto y efectivamente había pasado.
Los indios se comunicaban con señales de humo, a través de la voz y un aparato telefónica nos comunicamos con el confín del mundo. Sabemos que existe Haiti aunque no hayamos estado allí. Sufrimos o sentimos piedad.
Hay pueblos que llaman despertar a recordar, que nombran los objetos de otra forma, que miden las distancias por la duración de fumarse un tabaco u otros que dirían que de Pamplona a San Sebastian hay dos atardeceres. Probablemente, lo más bello del recorrido es cuando cae el sol.
Los sentidos no tienen nombre, no están sujetos a las horas ni a los calendarios. Los sentidos se abren, se vuelven melodía cuando amamos, se expanden cuando soñamos.
"Cinco sentidos tenemos, los cinco necesitamos, pero los cinco perdemos cuando nos enamoramos".
Esta frase es lo que me ha recordado en cierto modo lo que habéis comentado de la sinestesia. Evidentemente está definido como una patología, pero como casi todas las cosas en este mundo, depende de cómo se mire.
Quiero decir, partimos de la base de que tenemos cinco sentidos independientes que se unen en el cerebro, gracias a que nuestra consciencia es capaz de mezclar adecuadamente los datos de cada uno de ellos y hacer un todo.
Pero más allá de eso, la sinestesia puede verse como una posibilidad de unión de los sentidos más allá del manejo cerebral (o "más acá", mejor dicho).
Creo que no soy el único que he oido hablar de algún ciego que es capaz de decir los colores de las cosas poniendo las yemas de sus dedos cerca de ellas. Está usando el tacto, pero está "viendo".
Se han realizado experimentos en ciegos de nacimiento a los que se les pone en la lengua una lámina con múltiples "pinchos" que pueden hacer presión en ésta. Una cámara en la frente del voluntario está conectada a la lámina y traduce los colores en diferentes grados de presión a la lengua (en principio se hizo en un escenario en blanco y negro de manera que uno de ellos fuera la mayor presión y el otro la menor, habiendo diferentes grados de "gris".
El voluntario no sólo fue capaz de sortear obstáculos y subir escaleras a través de las sensaciones que sentía en la lengua, sino que era capaz de saber la distancia de su cabeza (donde estaba la cámara) al objeto.
Lo más curioso es que la parte de su cerebro que se activaba durante el experimento no era la relacionada al tacto, sino la relacionada con la visión (recordemos que era ciego de nacimiento).
Todo eso me hace pensar si en verdad los sentidos nos limitan o en realidad nos dicen que son pequeños porque no los sabemos usar.
EL autor dice "cualquier vibración superior a la captación del ojo se escapa de la capacidad perceptiva de la consciencia, al menos así parece". Así parece... de cualquier manera, no parece tanto problema del ojo, como de la capacidad de percepción de la consciencia. Es decir, aunque el ojo lo viera, de nada serviría si ésta no lo reconociera.
¿Vemos lo que podemos o vemos lo que somos capaces? ¿O quizá lo que queremos? ¿O quizá lo que entra dentro de lo que nuestra consciencia dicta que podemos ver? (recordemos que los nativos americanos no veían los barcos que había en sus costas porque no había nada en su cerebro que pudiera hacer las comparaciones pertinentes para "decirles" que ahí había algo).
Y bueno, con respecto a lo del enamoramiento... ¿quién no ha sentido una especia de "sinestesia" en esos momentos? ¿Es que quizá el amor abre nuestra consciencia y aumenta nuestra capacidad perceptiva?
Leí una anécdota en un libro acerca de la 'realidad'. Se dice que, estando Picasso pintando un cuadro se le acercó un hombre y le preguntó por qué no pintaba las cosas tal y como eran en la realidad. Picasso, confundido, le dijo que no sabía qué quería decir. El hombre sacó una fotografía de su mujer y le dijo: mire, así es mi esposa de verdad. Y Picasso, incrédulo, le contesto: es muy pequeña y un poco plana, ¿no?.
Parece evidente que un conjunto de creencias, experiencias y percepciones muy estrechos darán lugar a una realidad empobrecida y aburrida. La realidad del mundo estriba en los filtros por los que la percibamos y por tanto, cambiando esos filtros, podríamos cambiar nuestro mundo.
El comentario de Afrodita me ha conmovido, lo encuentro lleno de sensibilidad y muy sincero. Es verdad lo que dices, pero no debemos de olvidar que un acto bueno,un pensamiento limpio y una mirada de amor puede borrar toda la maldad de nuestro alrededor y ésto es lo importante.
Le doy valor a los comentarios,ya que en la mayoria demuestran un alto nivel intelectual eso está muy bien siempre que esté acompañado de una intencion mas cercana y mas comprensiva hacia aquellos que no han podido cultivar tanto su intelecto.La capacidad de dar amor y de contemplar la vida está al alcance de todo ser humano. La mente siempre está ávida de saber y este se utiliza como arma de poder.
Te animo a que sigas siendo tan sincera, te lo agradezco porque me has despertado de la pereza.
Cuenta Robert Graves en La Diosa Blanca las peligrosas consecuencias de la investigación que se aparta de la ortodoxia, poniendo el ejemplo de un colega suyo en la Universidad de El Cairo, quien expuso a sus alumnos que El Corán contenía composiciones métricas premahometanas, y tuvo que retractarse para conservar su puesto.
Hoy se llama negacionista a quien introduce matizaciones en el número real de víctimas del holocausto o niega la falacia del calentamiento global.
La Ciencia se mueve en este modelo extremista, que ridiculiza, desacredita y condena al ostracismo a aquel que cuestiona con sus investigaciones el consenso férreamente mantenido sobre el mundo y el hombre, su origen, destino, potencialidades…
Los neurólogos mantienen que el hombre es su cerebro, del que saben tan poco; rechazan cualquier tipo de energía que lo sustente y anime, excepto la eléctrica, que tampoco saben lo que es; asumen la importancia de la glándula pineal, pero ignoran qué la mueve o la conmueve, y proclaman confiados que acabarán por descubrir las claves últimas de la vida apoyados exclusivamente en la racionalidad, excluyendo cualquier hipótesis de trabajo que linde o encaje con el denostado, confuso y malinterpretado “esoterismo”, un término que significa “conocimiento interior”.
Los científicos laicistas sólo aceptan como verdad la materia que alcanzan a decodificar ; los creyentes, a un dios de barbas blancas, y mientras ellos dan tumbos, mantienen a la Humanidad en stand-by, dificultando su vuelo hacia plausibles realidades que no encajan en sus conclusiones.
El uso simultáneo de los cinco sentidos que se nos atribuyen, probablemente ampliaría y refinaría su campo de acción, empujando la reja del arado hacia el cultivo de espacios que se nos dice que no existen.
En los comentarios anteriores nos hemos “quejado” repetidamente de las limitaciones de nuestros sentidos y de la todavía mayor limitación que tiene nuestro cerebro para procesar la información que le proporcionan estos sentidos.
Y yo me pregunto: Si estas limitaciones se suprimieran de golpe ¿qué pasaría?, ¿cómo lo encajaríamos?, ¿sería algo agradable o desagradable?, ¿sería útil para nuestra vida diaria?, ¿estamos preparados para algo así?
Una cierta aproximación a esta posibilidad nos la ofrecen los casos de ciegos de nacimiento que, ya en edad madura y gracias a una intervención quirúrgica, han podido tener una visión normal. Ellos pueden comparar cómo ha cambiado la imagen del mundo que les rodea, incluyendo la imagen que tenían de los seres queridos. Sus relatos suelen ser impresionantes. Al principio sus cerebros no están preparados para procesar la avalancha de información que reciben. Se sienten como perdidos. Y hasta que poco a poco consiguen acostumbrarse, la nueva experiencia no les resulta agradable en absoluto. ¿Nos pasaría a nosotros algo parecido?
Con respecto a lo que dice Carmina, recuerdo una idea que se aporta en la película "Y tú ¿qué sabes?". Plantean que no se sabe dónde está la consciencia. Evidentemente se aloja en el cerebro, pero eso no significa necesariamente que sea de ahí. De cualquier manera, lo que está claro es que la consciencia es algo etéreo, no físico. Y resulta que ella es la que nos dice lo que es real y lo que no es. Una silla es real porque la vemos y tocamos, pero lo que no vemos ni tocamos no es real.
Entonces... ¿cómo puede algo que no se puede tocar, que no es material y que ni siquiera sabemos dónde está, dictarnos que lo real es lo que está compuesto de matera, es tangible y tenemos perfectamente localizado?
Curiosa contradicción.
Imagino que el porqué de nuestras limitaciones está relacionado con el porqué de estar vivos. Se trata de redescubrir todas esas percepciones que olvidamos tras la infancia. Y se trata quizá de aprender a distinguir entre la trampa mental especulativa y los detellos de inspiración vital. Y en cada paso consciente que uno da en la investigación de su propia existencia, algo debe de estar moviéndose en el manto invisible que cubre a la humanidad. Vamos, digo yo...
Bárbara.
Hay quien dice que los antiguos dólmenes eran cuevas específicamente diseñadas y construidas para acoger determinadas prácticas de iniciación. No se han encontrado pruebas de ello. Ni de casi nada de lo que concierne a los dólmenes. Se sabe, eso sí, que en muchos casos las piedras empleadas en su construcción eran transportadas desde muy lejos. Hay quien dice que esas piedras eran seleccionadas en función de su especial composición mineral. Y que los lugares donde se emplazaban esos dólmenes también estaban cuidadosamente elegidos en función de sus especiales condiciones telúricas. Los arqueólogos también han comprobado que muchos de ellos están orientados de modo que, en ciertos momentos del año que a veces coinciden con los solsticios, la luz del sol entra por su pasillo, llega hasta su cámara principal, choca con determinadas piedras y provoca un cierto estallido de luminosidad.
¿Es posible que la memoria de esas piedras –con gran presencia de sílice, como los actuales ordenadores- estuviese “cargada” con cierta información y que, al ser activada por los rayos de luz, con determinada configuración fotónica, en función del momento del día y del año, y en función también de la situación energética del lugar, se pudiera provocar un determinado salto en la consciencia del neófito que aguardaba allí, esperando en la oscuridad y en un estado de preparación adecuado? ¿Es posible que se pretendiera que el neófito, tras colocarse en un estado de especial atención en todos sus sentidos, experimentase con la vibración de ese estallido lumínico un brusco despertar de sus capacidades perceptivas latentes, por medio de sus sentidos convencionales o de otros, que le permitiese captar otras realidades y transformar sus niveles de consciencia?
Manolo, muy bonito.
No, yo no creo que los sentidos sean libres, ni independientes, ni liberadores. Por contra, son obedientes y dependientes. Así lo demuestran los ejemplos mencionados de los ciegos y los enamorados. Igualmente, la torpeza de su uso lo hace evidente sesión tras sesión cualquier ilusionista con sus trucos de cartas y de magia.
La manera lineal en que el cerebro procesa la estimulación que le llega por los sentidos, pone en evidencia la linealidad de nuestros cerebros, y, de nuestras ramplonas vidas. Se agradece al tahúr que nos lo ponga delante con tanta gracia, algo tan poco gracioso.
En Centroeuropa una corriente humanista a principios del siglo XX, relacionada con el arte y su percepción, utilizó diferentes grafismos para significar como el cerebro daba sentido y completaba lo percibido para amoldarlo a su comprensión, se llama la Gestalt (forma o figura en alemán).
Es dentro donde está el problema, en el pensamiento y la racionalidad. Los pintores, como representantes de la forma y el color, saben muy bien cómo luchar contra este tipo de artimañas cerebrales. Con la acción de las analogías constantes, con la receptividad de los sentidos agudizados por momentos, convocando y reconvocando su deseo armónico, haciendo chocar los estímulos dispares dualmente, soñando mundos imposibles y acercándolos a su piel, revirtiendo los supuestos órdenes naturales y racionales.
Los artistas y poetas no se preocupan de lo malos que son los demás, lo dan por hecho, sino que se escandalizan del uso que hacemos del mal. Egoísmo, egolatría y egocentrismo son las tres formas de mal, y cada cual mira al otro acusándole y aborreciéndole. Cuando Bergamín desarrolló en su ensayo “La importancia del demonio” escribió:
“Tenemos, sí, nuestro Demonio como el griego; pero en nuestro Demonio, como el socrático, están todos los demonios comprendidos…
…es él mismo todos los demonios, esto es, que es, sencillamente, simplemente, el Demonio; el mismísimo Demonio: él y no otro; el Demonio en persona.”
Entiendo que ocupándome de Mi Demonio, me ocupo de todos los demonios y que hago a mi espíritu más libre, y mis sentidos lo perciben, y así pruebo a elevarme sobre mí mismo, y a elevarme con todos los demás.
Voy a hacer un razonamiento que puede parecer -y ser- una simpleza, una gran tontería, pero señoras y señores, esto es lo que la que suscribe da de si. Después de leer todos los comentarios publicados sobre estos dos textos y algunos otros correspondientes a los anteriores, no importa cuales, si hay algo que tengo claro es la diversidad de sensibilidades, impresiones, experiencias o recuerdos de experiencias, maneras de expresión y puntos de vista en que nadamos los seres humanos. Porque hacia Alguna Parte nadamos, cada uno con su estilo y a su velocidad. Y yo diría que dentro de esta multiplicidad, casi todos acabamos dibujando un universo muy parecido y muy pequeño.
Y me parece que esta diversidad tiene que estar directamente relacionada con una cantidad, innumerable, de órganos; unos alojados en el cuerpo físico, otros más allá de él, todos interconectados y funcionando constante y simultáneamente. Con sus miopías, hipermetropías, sorderas y empecinamientos. La razón sería un sentido más, como lo sería cualquier mecanismo o instrumento de que nos servimos para percibir e interpretar la realidad, sea lo que sea la realidad. O mejor dicho, para percibir e interpretar el mundo, el TODO. Estos sentidos serían manifestaciones -limitadas- de la consciencia, algo así como unos auxiliares administrativos en período de prácticas de lo que Aurobindo llamó supraconsciencia, que en la mayoría de nosotros aún no habría (bueno, mejor le cambiamos el modo condicional) superado el estadio de embrión, y que es la única que puede Conocer.
Siguiendo con este razonamiento, la supraconsciencia sería el único sentido de que en realidad disponemos. Eso que también llamamos iluminación. ¿No?.
El pasado viernes estaba con unas personas y una me comentó de la película titulada “¿Y tú qué sabes?”.
El sábado, cuando volví a entrar en el blog, me encontré con que Repha también alude a ella; una película de la que no había oído hablar jamás antes. Y, bueno, como me picó la curiosidad la busqué en Internet y la he visto.
No aparece en ella algo que después de andar yendo y viniendo por este blog resulte sorprendente; pero sí resulta reconfortante (aunque no convierte “el asunto” en menos desconcertante) que científicos y médicos e investigadores, con sus nombres, y sus caras, y sus gestos y sus palabras y sus títulos académicos avalándolos, y sus gafas o sus barbas (los caballeros) y sus ojos con rímel o labios pintados las señoras, con sus aspectos todos de ser personas perfectamente cuerdas y normales, digan cosas como que lo que confiere realidad a la Realidad es el hecho de ser observada… Y, si lo estoy diciendo mal, la película se baja del Ares en un periquete.
¿Pero y el observador que la observa?
¿Qué le confiere la cualidad de real al observador al parecer tan necesario para que la realidad lo sea?
¿Otro observador que lo observe a él y que a su vez necesita de un otro observador que al observarlo lo invista de realidad?
A lo mejor pienso disparates; pero llego a imaginar que el mundo, el Universo entero, no ES hasta que alguien no se para a observarlo. Algo así como oscuridad absoluta, negrura impenetrable, noche cerrada en la que todos dormimos y, al despertarnos y abrir la ventana, vemos el cielo, y los coches, y los árboles y el asfalto porque otro, antes, los ha visto, nos ha visto, y con su “vernos” nos ha convertido en reales.
¿Pero y el primero que se despierta, qué?
A lo mejor es porque para eso el mundo gira. Y cuando en medio mundo es noche en el otro medio mundo es día. Y mientras unos duermen otros velan. Y siempre hay alguien despierto, de guardia, para cuidar de que el mundo siga existiendo.
Eolo; me ha gustado mucho tu último párrafo:
“Entiendo que ocupándome de Mi Demonio, me ocupo de todos los demonios y que hago a mi espíritu más libre, y mis sentidos lo perciben, y así pruebo a elevarme sobre mí mismo, y a elevarme con todos los demás”.
Ocurre, sin embargo ― y no es, en absoluto, una forma de refutar lo que termino de elogiar ―, que los sentidos advierten, informan, de… (Voy a poner un ejemplo muy pedestre pero que, en los tiempos difíciles que corren, no queda del todo fuera de lugar) informan, por ejemplo, digo, de “oye, chato/a, toma nota de que te quedan equis euros ― equis puede ser un número muy, muy pequeño ― para llegar a fin de mes”. Y cuando los sentidos advierten de cosas así hay que prestarles atención y agradecerles el estar alerta.
Quiero decir, hablando en serio y siendo mi anterior párrafo nada más que una anécdota o incluso y más bien chascarrillo, que sí, que los sentidos son engañosos, pero a veces nos ponen a salvo de cometer errores e, incluso, en ocasiones, algún que otro acierto.
Estoy, en eso quiero insistir, del todo de acuerdo con tu párrafo. Es verdad que si todos nos ocupáramos a la vez de todos los demonios terminaríamos con ellos en un instante.Y es bueno que al querer elevarnos queramos llevar a todos los demás con nosotros.
Inés. Tu comentario lo encuentro agudo, acertado. Con lo único que disiento es con lo de que “dibujamos un universo muy parecido y muy pequeño”.
En estos párrafos el autor está describiendo lo que ya sabe la ciencia convencional: nuestros sentidos sólo abarcan una mínima porción de la realidad. Sin embargo, en el día a día el hombre sigue comportándose como si esa pequeña porción fuera toda la realidad. Como si el resto no existiera. Quizás en esa negación del “resto”, de esa infinita porción de realidad oculta a nuestros sentidos, radique el principal problema para que nuestra consciencia se acerque a un funcionamiento más pleno.
Y es que no hay nada más frustrante para el cerebro que la mentira y el autoengaño. Vivir como si lo que percibimos con nuestros sentidos fuese la única realidad, o más bien toda la realidad, es un autoengaño de tal calibre que provoca el mayor de los desconciertos en el funcionamiento de nuestra consciencia. Nada más liberador que partir del reconocimiento de que lo que hoy veo, oigo, huelo y percibo con tacto y gusto no es más que una mínima porción de la realidad. Que hay otra parte infinita de la realidad que me está incidiendo y que, al menos por ahora, no percibo. Quizás si partieramos de ese reconocimiento y trataramos de acercarnos con respeto a esa parte de realidad desconocida, entraríamos en el camino del que habla Ulises de despertar nuestros sentidos adormecidos por la cansina letanía de que no hay más realidad que la que ya percibimos.
Buen camino aventureros.
He leído algunos comentarios y justo después de escribir el mío propio he visto el comentario de Inés y creo que lo que quiero expresar es muy parecido a lo que ella describe -“una muestra más de lo pequeño y parecido que es nuestro universo” ya que son dos formas de pensar propias y sin embargo similares- por supuesto de una forma mucho más simple y que denota mi juventud y mi necesidad de leer.
Pienso en la capacidad ilimitada de la mente en el sentido de su constante evolución, sin embargo no puedo cortar la cadena que une esa evolución a todo lo que nos rodea o a todo lo que me rodea -ya que seguramente la mía -mi mente- es mil veces más limitada que la de muchos otros- Es cierto que nuestros sentidos sólo pueden percibir una parte infinitesimal de la realidad, de nuestra realidad, o de lo que nos rodea. Puedo imaginar una realidad con infinitas variaciones de la realidad que conozco, sin embargo esas variaciones no se escapan de lo que tengo a mi alrededor, de las sensaciones que he vivido, de todo aquello que me ha ido marcando desde que tengo consciencia de mi existencia. He leído a cerca de desarrollar otros sentidos, de percibir otras realidades... Podríamos enumerar infinidad de sentidos; todos los relacionados con cualquier fenómeno físico o químico, y no me cabe la menor duda de que poseemos muchos más de cinco o seis. Biológicamente estamos dotados de cinco sentidos, son nuestras herramientas para percibir todo aquello que nos rodea, y hemos aprendido a manipular nuestro mundo, para que todos los fenómenos físicos o químicos sean perceptibles por esos cinco sentidos básicos. A través de ellos podemos percibir también sentimientos, emociones, lo que ocurre en la mente de otros seres... Y gracias a la conexión entre unos y otros, a la forma en que compartimos información y conocimientos, podemos percibir, cada vez de una forma más clara, todos estos sentimientos.
Aún así sigo sin poder deshacerme de esas cadenas que unen mi mente con todo lo que me rodea, tenemos que percibir las cosas para poder comprenderlas; observar como cae una manzana para así enunciar la ley de la gravitación universal, oír el canto de un pájaro para componer una sinfonía, ver caer un rayo y comprender qué es la electricidad, observar los colores de nuestro mundo y combinarlos de millones de formas diferentes para pintar un cuadro... Trato de imaginar una percepción de la vida que no tenga nada que ver con todo lo que apreciamos a nuestro alrededor, y cuando creo haberlo logrado, siempre encuentro una conexión con la realidad que conozco. ¿Acaso no somos lo que nos rodea?¿Qué sería de nuestra mente sin el conocimiento que nos han transmitido?
Pero, gracias a la esperanza, a la fe, a la capacidad del ser humano de creer incluso en algo que no puede comprender, soy consciente de mis limitaciones y tengo la certeza de que existen infinitas realidades, inimaginables e imperceptibles para mí, sensaciones que no podría describir con las palabras que he aprendido... Están en este mundo o en otro, en esta vida o en otra. Y siento que cuando intento alcanzar algo así con mi mente, mis “neuronas” se aceleran intentando salir de mi cabeza y chocando irremediablemente con la barrera de lo adquirido a través de esos cinco sentidos básicos... ¿ Puede una persona que es ciega desde que nace llegar a imaginar el rojo, el azul, el verde...? Podremos acercar su mano al fuego y decirle que es el rojo, hacerle saborear un limón y decirle que es el amarillo o que respire la brisa del mar y decirle que es el azul. Asociará la palabra “rojo” a una sensación de calor, la palabra “amarillo” a un sabor ácido y la palabra “azul” al olor del mar, pero ¿tendrá imágenes en su mente de esos colores?
Así me siento cuando intento imaginar otras realidades, otra forma de percibir lo que me rodea, siento que me faltan infinidad de sentidos. Aún así, sé que esa realidad existe.
Dices, Anónimo, “y hemos aprendido a manipular nuestro mundo, para que todos los fenómenos físicos o químicos sean perceptibles por esos cinco sentidos básicos”.
Sin embargo y gracias al aprendizaje a que aludes – obligado y aceptado (y pobre del que no aprendiere porque, ¿de qué argumentos dispondría para afirmar que tal o cual “esto” o “lo otro” tiene auténtica entidad y en verdad existe?) –, y a que todos guardamos en algún rincón de alguna recámara una noción cuidadosamente homologada y consensuada de que son “el saber” y “el no saber” tolerables, o admisibles, en función de si gozan o no de la condición inexcusable de haber superado con éxito los cinco controles que les confieren la cualidad de “verdadero saber” o de “ignorancia auténtica” guardamos, todos también, una especie de “sentido pirata” que, sin número de registro ni certificado de garantía ― una guarrería de sentido, por decirlo claro, al que desde la más no ya estricta sino del todo zanganona de las lógicas no debería prestarse la menor atención ― , nos tiende su mano, nos salva de dar pasos en falso advirtiendo de “¿adónde vas con el cesto de las chufas y tanto arremango?”.
Un sentido desarrapado y sin cédula de habitabilidad que ― sabedor de que sin el salvoconducto que dé fe de que pasó los controles de la vista, del oído, del olfato, del gusto y del tacto tiene muy poquito futuro y nada como si dijéramos que hacer ―, para no verse desalojado, se sirve de su propia cualidad (porque se sabe, y se reconoce, como “sentido”, después de todo) para advertir, muy en su papel y como el resto de los otros cinco, de “en todo aquello que no se pueda demostrar casi mejor no meterse en filigranas”.
Pero todos sabemos que lo no visto, lo no oído, lo no olido, lo no paladeado y lo no tocado lleva, en sus entretelas y en sus entrelineas, cantidad de mensajes y de imágenes que no es necesario ser un lince para descifrar; de igual modo sabemos, todos también, que ser un lince (o mira sino, ¿es en Doñana?, pobrecillos) trae poquita cuenta y que, puestos a serlo ― porque hay naturalezas terriblemente tercas ―, lo prudente resulta camuflarse con el paisaje y no dejarse ver.
Aunque ahí está. El sentido, no el lince. O el lince. O, bueno, no sé…
Oye, en cuanto a lo que dices de los ciegos a mi me parece que sí; que tienen imágenes en sus mentes de los colores y de todo lo demás. Me acuerdo que siendo muy jovencita vi en teatro El milagro de Ana Sullivan; y tan jovencita y con pocos elementos de criterio para hacerme una composición de lugar, salí del teatro preguntándome cómo la señorita, por mucho que se esforzara por deletrearle a la niña la palabra “agua”, haciéndosela tocar al mismo tiempo para que supiese que “agua” era aquello, hubiera podido meter nada en ninguna cabeza (no sólo ciega, sino sorda y muda que además era) en la que no estuviera existiendo ya el sentido (o el concepto) de qué es qué aun ya antes de que nos llegue de fuera.
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