Presentación

Un grupo de amigos hemos decidido poner en la red el libro, “49 RESPUESTAS A LA AVENTURA DEL PENSAMIENTO”, porque creemos que es especial. Su autor, Eduardo Pérez de Carrera, nos sugiere a lo largo de sus páginas nuevas formas de percibir nuestra vida, de entender la Historia, de interpretar la realidad que nos rodea. Nuestro propósito es convertir este sitio en un espacio abierto de reflexión donde tengan cabida todos los comentarios que se nos hagan llegar sobre lo que a cada cuál le sugieran o le hagan sentir los párrafos del libro. Nosotros nos limitamos a publicar cada quince días un nuevo párrafo y a invitaros a que participéis.

15 sept 2010

Texto 2.5

2.5 "Pero si hay un mapa que detalla y delata el currículum de una persona, está en sus ojos. El iris es una fotografía que muestra al detalle cada secuencia en orden de importancia, más allá de la cronología. Sus manchas, cruces, veladuras y cicatrices responden a sensaciones y sentimientos y delatan estados funcionales con bastante precisión; todo ello sería anacrónico y contendría tintes de tragedia si fuera inmutable, si no pudiera ser cambiado."

17 comentarios:

Enrique dijo...

Para intentar entender qué sucede en el iris, se me ocurre la siguiente analogía:

Imaginemos que estuviéramos formados por múltiples hilos entrelazados, como si fuéramos una red en la que tirando de un hilo se alargan o se acortan otros. Cada nudo, cada cruce de hilos, está ligado con los demás, de manera que el más mínimo cambio en una parte de la tela, por muy alejada que esté, se manifiesta en el resto.

Sería una tela viva, que se estira y que se encoge, que se pliega o se retuerce; una tela en la que continuamente se hacen y se deshacen nudos, una tela que se teje y que se rasga una y otra vez.

El iris formaría parte de este tejido, sería un fragmento de la red teñido con melanina; la parte más llamativa de la tela, con sutiles o evidentes cambios de trama y de color.

M. A. dijo...

"Todo ello sería anacrónico y contendría tintes de tragedia si fuera inmutable, si no pudiera ser cambiado."
Para mí, este es uno de los aspectos esenciales de este mensaje. El autor siempre está recordándonos que nuestro destino es algo dinámico y modificable, o al menos lo que yo llamaría, para entendernos aquí, el destino pequeño, es decir el lugar al que hipotéticamente (y muchas veces, ay, fácticamente) nos llevaría el recorrido que hemos ido haciendo en pos de nuestro destino grande. Aunque creo que el 'destino grande' desde luego si algo tiene es paciencia. Tiene todo el no-tiempo del mundo.

Y esto es algo que olvidan sistemáticamente quienes creen que tienen la capacidad de conocer nuestra trayectoria vital y, en consecuencia con ello, nuestro estado actual (quirománticos, echadoras de cartas y mapas astrales, doctores en medicina...) Proyectan y prolongan de manera simplista ese recorrido sin imaginar variaciones en su trayectoria, con lo cual nos condenan.
También es cierto que si son muy crudos a la hora de retratar nuestro estado y su proyección, puede que (si nos nos dejan hundidos, inermes) tal cosa nos sirva de 'meneo' para intentar iniciar un cambio. Me imagino que la labor de los profetas (especialmente los buenos) consiste en alertarnos, en alertar al mundo.

Hay otros que te revelan terribles augurios para después asegurarte que ellos mismos te pueden ayudar a provocar el cambio que necesitas. Esos son unos malajes. De éstos hay muchos.

eneadene dijo...

Del texto que se comenta no sé si cabe deducir que el Iris, plástica pero sesgadamente ilustrado por Enrique, es un espacio a-crónico con ordenación vectorial por yustaposición selectiva, es decir, un mapa de aconteceres graduados e incluso transtemporales suceptible de cambios por variación del comportamiento. Espacio de lectura precisa sobre la fenomenología vital del dueño del ojo y sus circunstancias. ¿Y por qué la mayoría de los falsos interpretadores siguen leyendo las manos, los pozos de café, las cartas, etc.?

Enrique dijo...

Sigo con las comparaciones:
Es conocido el parecido entre una nuez y el cerebro, y la creencia popular de que una y otro deben estar relacionados. Lo semejante influye en lo semejante. Similia similibus curentur, dirían los homeópatas.

Aplicando la misma regla, parece inevitable comparar el iris con los rosetones de las catedrales y con esos dibujos o diagramas que relacionamos con el budismo o el hinduismo y conocemos como mandalas. Todos ellos representan, y provocan, estados y sensaciones combinando el color y la geometría. Todos comparten motivos o símbolos parecidos: el círculo, el Sol, la rueda. Todos son puertas abiertas al mundo, de alguna manera.

Y esta regla conduce a otra: el todo contiene a la parte y la parte contiene al todo. El cosmos concebido como fractal, como holograma, como manifestación visible de un patrón dinámico que se contiene a sí mismo y se multiplica.

Si concebimos nuestro interior como un complejo sistema de cristales y de espejos, recorrido por algún tipo de luz que no exclusivamente procede de “fuera”, parece que resulta más fácil entender por qué el iris detalla y delata nuestros estados.

Supongo que será posible traducir o justificar parte de esta analogía en términos de la física, la bioquímica y la biología. Puede que con ello nuestra razón se quede más tranquila, porque nos parezca que somos capaces de manipular el proceso o de predecirlo; pero siempre hay algo que queda sin respuesta: ¿por qué primero se hizo la luz y, después, el Sol, la Luna y las estrellas?

Despertar dijo...

Para Enrique.
Esa última pregunta que planteas y que recoge El Génesis me parece mu interesante. Sin duda, la respuesta tal vez más obvia, sea que se pudieron crear en orden de importancia.

Ulises dijo...

Si alguien, entusiasmado por lo que dice el texto que comentamos, quisiera saber algo más sobre el iris y consultase algún tratado de anatomía, me temo que se iba a llevar una gran decepción. En este tratado le dirían, más o menos, que el iris es una membrana muscular opaca y coloreada, que controla automáticamente el diámetro de la pupila, para regular la intensidad luminosa que recibe el ojo, y permite con ello que se pueda ver bien con diferentes niveles de iluminación. Es decir, que el iris tiene una misión concreta en el funcionamiento del ojo y, al menos que yo sepa, no tiene más funciones desde un punto de vista anatómico.

Por todo ello, resulta sorprendente que un músculo como éste, relativamente “secundario”, pueda contener tan enorme cantidad de información. Cierto que sólo muy pocas personas son capaces de leerla e interpretarla correctamente. Pero todos, en mayor o menor medida, somos conscientes de lo importante que es mirar a los ojos. Tenemos la sensación de que cuando te dicen algo mirándote a los ojos es más difícil que te engañen. Personalmente me siento incómodo cuando hablo con una persona que no me mira a la cara, me resulta difícil confiar en él.

Es curioso que en el pasado había países en los que estaba prohibido a los súbditos mirar a los ojos del rey, se consideraba como una grave falta de respeto; pero en el fondo se quería evitar que algunos de estos súbditos pudieran descubrir las limitaciones y miserias de su rey como ser humano.

Si alguien es capaz de leer la información del iris de una persona, esto le da un conocimiento y un cierto poder sobre esa persona. Poder que puede utilizar mal, que puede utilizar en beneficio propio. Por ello creo que es bueno que la gran mayoría de los humanos tengamos muchas limitaciones en nuestra capacidad de lectura del iris, por lo menos hasta que nuestro nivel evolutivo garantice el buen uso de esta información.

Atila dijo...

Miradas entre enamorados,mirada de la madre a su recién nacido, ojos tristes por un desengaño, de desesperacion, miedo, pánico, angustia de un ser torturado física o psicológica, con lagrimas de gozo, emoción o pena por la perdida de un ser querido, ojos serviles, ambiciosos.
Dicen que la cara es el espejo del alma, quizá sean los ojos los primeros en percibir las sensaciones antes que el alma y esta se ocupa de que queden plasmadas en el iris.

Si uno va a un lugar como son los juzgados o alguna oficina estatal y te reciben unos ojos en estado de alerta, indiferencia, despectivos y si a cambio reciben una mirada cálida y sonriente puedes notar como los ojos del empleado pueden cambiar y volverse solicito y tus manchas, cruces, veladuras y cicatrices pueden ser menos profundas y las del otro puede que también

José dijo...

Para muchos científicos y filósofos el ojo, los ojos, son la prueba divina de nuestra existencia. Que el ojo sea producto de la selección natural es algo dudoso metodologicamente. El ojo no puede irse desarrollando a través de un medio ojo. Su función es armónica y esta enraizada en la cavidad cerebral.

Para Leonardo Da Vinci los ojos son las ventanas del alma, los impulsos, las ondas, de su vibrar son espirituales. La óptica ha sido de siempre una de las grandes investigaciones de la ciencia y uno de los pilares del arte y de la filosofía.

La visión de la luz su reflexión y su refracción. Su relación con la fotosintesis, con la pigmentación, con el calor, en fin con la vida. La percepción de la luz sustenta toda nuestra vitalidad.

El iris es el encargado de regular la cantidad de luz que llega a la retina y para esto hay una relación con el agua, con la humedad, con el humor acuoso que lo lubrica. Hay unos avances de la técnica fotográfica que puede identificar los usuarios de una maquina fotográfica por las marcas de agua.

En el iris, como dice el autor, delata el curriculum de una persona pero a continuación afirma que ese histórico puede modificarse. El agua que irriga a ese iris puede limpiarlo. La inmersión siempre purifica, es el comienzo de la nueva vida. Ver, sentir la luz de otra forma modifica nuestras vidas.

Ayer mismo, un científico ruso, volvía a hablar de como la transformación del oxigeno en agua bien regulado, evitando al máximo la oxidación, sería el elixir de la eterna juventud.

Nuestra manera de mirar, de oxigenar nuestros pensamientos, de abrir paso a una nueva luz modifica nuestra marca de agua.

Mandrágora dijo...

Debe ser por lo que cita el autor que refleja con tanta veracidad cómo percibes a la persona, unido al movimiento de las manos, al sonido de su voz, a la forma de moverse; pero no deja de ser llamativo el que sea más allá de la cronología. Se deduce que una experiencia vivida por ejemplo en la infancia se refleja en tu mirada aunque haya sido olvidada por el consciente, de ahí y volviendo al comentario hecho por Enrique en el párrafo anterior, que el pasado es también presente —estoy de acuerdo— y que cuando lo modificamos, este se reescribe e incide en nuestro presente de otra manera. Como consecuencia, se puede deducir fácilmente la importancia de estar en continua revisión de los recorridos ya insertados y a los cuales por costumbre te has identificado.

Sin embargo, me resulta llamativo el que una mirada inquiete tanto, o dicho de otra forma, ¿por qué cuesta fijar una relación sin palabras ante alguien que supones sabe más allá de lo que muestra? ¿Hará de espejo de nosotros mismos? ¿Evidenciará lo que nos negamos a reconocer? ¿Intuiremos una profundidad que no somos capaces de acceder?

Zascandil dijo...

Juego de luces reflejadas, refractadas, emitidas, recogidas por el ojo humano para entrar en un espacio de espejos de formas negociadas que quizás condicionen enfoques que a su vez determinan encuentros con formas lumínicas interiores más desconocidas y que buscan llegar hacia nuestra consciencia a través del Tálamo de la Diosa, con la misión no siempre respetada de abrir caminos nuevos en la corteza cerebral.

Como refiere Enrique en su comentario, el iris podría ser la parte más llamativa de ese medio donde la luz refracta y que nuestro cuerpo físico con (siguiendo con analogías y salvando por supuesto las distancias que esta analogía tan simplista contiene) podría asemejarse a velos superpuestos, más densos unos, menos otros, siendo el del Iris uno de los más sensibles, capaz de recoger y prender en su estructura los cambios producidos en nuestro medio interno.

Se me ocurre que la forma de enfocar (buscar el foco de luz) o desenfocar (eludirlo), adquiere una dimensión mágica que demasiadas veces llevamos a cabo con una depreocupación irresponsable, y me refiero a la forma de mirar todo lo que nos rodea.

Me llama la atención que a la palabra que nombra la estrella Sirio (en griego, al parecer, "ardiente"), si le quitamos la "o" y cambiamos el orden de las letras nos queda "Iris"

Gaspar dijo...

Cada experiencia deja huella, y no todas con la misma intensidad; además estas huellas en el iris según dice el texto, delatan el estado funcional. Si a través del iris, alguien que tenga el conocimiento necesario, puede vislumbrar la vivencia de una persona y su estado funcional; parece tener sentido el deducir, que el estado personal está directamente relacionado con las vivencias, y en mayor medida con las más importantes.

Las marcas en el iris indican el estado funcional. Por otra parte, el estado de la persona está en continua transformación, generando vivencias diferentes a las experimentadas anteriormente, y en consecuencia añadiendo o modificando las marcas en el iris. Y no sé si las huellas grabadas en el iris al cabo del tiempo, estarán tamizadas por experiencias siguientes (me inclino a pensar que sea así), aunque esta afirmación llevaría a preguntar ¿cómo se reconocen entonces las huellas anteriores?; ó simplemente ocuparían un lugar de mayor o menor privilegio en función de otras vivencias posteriores.

Todo acto genera una huella interna y externa. Si como dice el texto, estas manchas responden a sensaciones y sentimientos, parece lógico pensar que con la modifiacción del estado de una persona, estas cicatrices adquieren otra conformación diferente. En cuanto a la huella externa, por decirlo de alguna manera, grabada en el iris del aire; imagino que su incidencia vendría determinada por el estado funcional de la persona origen de ese rastro, y añadidamente por el estado de todas las personas que respiran ese aire, que con su hacer contribuyen a configurar otro aire con un iris diferente.

Zascandil dijo...

Debo hacer una rectificación, en mi anterior comentario dí por hecho que "enfocar" significaba "buscar el foco de luz", y en realidad no es así, sino que se refiere a "conseguir que sea nítida la imagen real o virtual de un objeto".

Carmina dijo...

Estamos ofreciendo contantemente al mundo nuestro estado, y según sea éste, el mundo puede musitar: “Bendita/o seas” o “¡Socorro!”. Y claro que llega el socorro, quizá en forma de primo de Zumosol, que te propina un par de “galletas” por amedrentar al que parece indefenso.
Hace años que me acompaña una frase: “Tengamos misericordia de lo que no conocemos de nosotros mismos”. Así que bien podríamos ser cada uno: el abusón, el mundo y el primo de Zumosol.
Arrogancia, soberbia, desprecio… ¡Cuidado con las “galletas”!

Beucis dijo...

Cuando el caminante se va acercando a esa puerta del Finisterre guardada por una de las caras del dios Jano; cuando empieza a vislumbrar las aguas malvas de un océano desconocido, sin límites; su piel, sus ojos, sus pisadas, reflejan la impronta que Cronos imprime en su geografía y que, acompañado por el Mensajero, con el impulso de cumplir su destino, se muestra en forma de manchas, surcos, acumulaciones. Se puede hablar de un mapa rico en contrastes que unos pocos conocedores pueden leer. Hay también rictus , expresiones que hablan de la experiencia vivida y de la gestión que se ha hecho de esa experiencia.

Las tres Parcas, tejedoras y protectoras del hilo de la vida, tienen la potestad de cortarlo en el momento justo, pero lo que los antiguos concebían como un destino inexorable, Fatum inamovible, cambia. Ese “sentido trágico de la vida”, ese “horror del Eterno Retorno” sin esperanza, da paso a la conciencia de un mensaje crístico, impreso en nosotros, de redención nuestra y de los demás. De ahí que podamos “borrar las huellas de nuestro pasado y nuestro futuro” como nos dice el autor de las 49 Respuestas en su prefacio.

La Parcas pueden, desde nuestra Voluntad, liberados los vórtices de energía oscura, modificar un tapiz, en que se puede tejer con la misma trama y urdimbre, y con los mismos hilos, diferentes dibujos, diferentes interpretaciones, diferentes posibilidades. La Gran Araña Cósmica, puede, con nuestra aquiesciencia, con nuestra disposición y trabajo, cambiar nuestro destino y también modificar la historia pasada: rescatar las almas de los Santos Padres, en la medida que desatamos nudos de Gordio con nuestro trabajo.

Nuestro mapa en la piel, nuestro iris surcado por la caligrafía, que nosotros, escribas de nuestro destino, vamos imprimiendo, es veraz pero no inamovible. “Los rastros de las tragedias pasadas y futuras “, pueden modificarse y su proyección en nosotros y en los demás, también.

Uno se pregunta por esos rostros apenas maduros, que no reflejan marcas porque no asumieron responsabilidades; mapas de pecados de omisión; rostros sin expresión de experiencias, eternos Peter Pan que no han crecido. ¿Adónde se han ido sus huellas? ¿Qué limbo las acoge? ¿Qué deber de redención nos han legado? Podemos creer que debemos asumir las omisiones nuestras y de los otros. Aceptar la enseñanza de Shiva tragándose en una gran mancha azul los pecados del mundo. Cristo redimiendo al mundo. Cada uno asumiendo sus pecados y los de los otros en una comunión, en un ágape.

Afrodita dijo...

El mismo ojo que recubierto de ese iris en el que quedan registradas todas nuestras verdades es el ojo que mira, cuando mira a los ojos, al ojo del que, mirándonos, va a saber o a no saber interpretarnos y que nosotros vamos al mismo tiempo saber o no saber interpretar.
Leí en un libro que observar algo en su puridad (es curioso que esta palabra tanto puede significar “pureza” como “secreto”, voy aquí a quedarme con “pureza”) es imposible porque la sola presencia del observador ya modifica lo observado; ponía como ejemplo una bañera y decía que, al intentar tomar la temperatura del agua que contiene, la propia temperatura del termómetro la estaría alterando.
Creo que el libro era el Tao de la física, que parece un libro serio, y que las páginas en que leí lo que digo versaban en torno a la teoría de la relatividad, que aun con todos sus males y sus bienes y sus peros y sus es ques parece bastante contrastada.
En virtud del mismo criterio de la bañera y el termómetro cabe preguntarse en qué me medida el que me mira a mí (a cualquiera, quiero decir) está modificando las manchas, cruces, veladuras y cicatrices de mi iris y de qué esa misma manera (u otra) se están modificando las suyas, en parte por la forma en que me mire, y en otra parte, por el hecho, en primero lugar (o en segundo, que el orden dará igual) de que yo le miro y, en segundo lugar (o primero, pues vuelve a dar igual) por la forma en que yo lo miro.
Se puede convertir el intercambio de miradas en un juego maquiavélico, diabólico incluso si se juega con malas artes.
¿Pero quién conoce, quién está en el secreto de esas artes, sean buenas o malas, tan sofisticadas?
Haría falta ser divino, para empezar, con una divinidad tal que en su iris (el de los divinos) no hubiera ningún tipo de manchas, ni de cruces, ni de veladuras ni de cicatrices o, para seguir y caso de haberlas, que no fueran identificables ni reconocibles por ningún humano que, si estuviese acertando a descifrarlas, sería porque algo de características del ser humano estaría habiendo en ellas, ¿no? Y el divino ya no estaría siéndolo.
Al mismo tiempo, el divino, no teniendo manchas, ni cruces, ni veladuras, ni cicatrices, o no al menos susceptibles de ser modificadoras de las propias (las nuestras, de los humanos) no estaría alterando las que en puridad nos delatan; y nos estaría observando en nuestra absoluta, y limpia, y pura verdad.
Entre tanto, los humanos, que aunque hay entre nosotros algún que otro fantástico o estupendo o maravilloso no somos divinos (salvo rarísimas excepciones que apreciamos sólo cuando su divinidad se adecúa a nuestro personal concepto de divino), estamos ahí, aquí, en el mundo, intercambiando e imprimiendo, en el iris propio y en el ajeno, por infinidad de métodos, sensaciones, estados de ánimo, amores, desamores, miedos, tristezas, alegrías, apreciaciones, interpretaciones…
Y todo ello interferido, irremisiblemente, por las interpretaciones del interpretador que interpreta lo que el que observa al interpretador interpretando va, irremisiblemente, para bien o para mal, a interpretar.
Sería bonito dejarse simplemente vivir, sin interpretar.

Manolo dijo...

¿Por qué cuando queremos captar la verdad de una persona buscamos instintivamente su mirada, captar lo que nos transmiten sus ojos? Desde luego no es por lo que vemos en su fisonomía. En realidad no sabemos qué es lo que buscamos, pero sí sabemos que hay algo que sus ojos, su mirada, nos está diciendo. ¿Qué es lo que sucede? Sería inútil buscar la respuesta en términos científicos, porque hoy por hoy no la hay. Puestos a especular, parece como si a través de la mirada existiera la posibilidad de que se estableciera una comunicación entre nuestras realidades más esenciales. O al menos nos aproximáramos más a esa clase de comunicación. Sin excluir, por supuesto, la capacidad de engaño.

¿Por qué se residencia en los ojos esta facultad tan especial? Si, como dice el autor, nuestra historia y nuestro estado se detallan en el iris de nuestros ojos, ¿será, entonces, que al mirar los ojos de otra persona estamos captando algo de esa información? Pero, ¿por qué esa información se graba justamente en los ojos, y no en cualquier otra parte de nuestra piel? En algún lugar he oído que tenemos un centro energético muy especial localizado más o menos detrás de los ojos. Especulando aún más, ¿es posible que entre las muchas cosas que transmitimos a través de nuestra mirada, conscientemente o no, también estemos transmitiendo la parte de nuestra realidad profunda, incluso aún no descubierta, que hipotéticamente se articula en torno a ese centro?

José dijo...

A veces indagamos, con indisimulado afán de un conocimiento cercano al poder, como leer el iris de los demás. Lo leen las maquinas, los aparatos fotográficos, el olfato canino, los quiromantes. Leer en el otro, para informarnos de su bienestar o malestar, es también una practica medica

Por otro lado Afrodita y Manolo proponen otro tema que, interpreto yo, es el de encontrar en los ojos del otro esa luz diferente que nos abre el espectro de los sentidos y es todo un hallazgo. Y, para mi, nos metemos en el color, aquello de lo que ya hablamos en capítulos anteriores, de la percepción de los ultravioletas y de los infrarrojos.

La luz es color y nos produce diversas reacciones dependiendo de su intensidad y de otros factores relacionados con eso, que Manolo llama centro energético, y que científicamente es el nervio óptico que se comunica con el cerebro y sus reacciones. Con el conocimiento, con la psique, con la consciencia.

Aquí esta, para mi, una de las claves de la apertura de nuestra visión, de eso que, vulgarmente, decimos que vemos lucecitas cuando estamos alegres, cuando nos enamoramos, cuando sentimos paz o calma. También se ha dicho que los colores están relacionados con las notas musicales, con la poesía, con la vida, con la muerte y para dar un ¨tono¨ positivo con la resurrección o el cambio.

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